/ lunes 2 de noviembre de 2020

Tiempos de Democracia | ¿El demócrata Biden… o el republicano Trump?

Nunca en aquel país se confrontaron políticas tan radicalmente opuestas como las que representan Biden o Trump. Y aunque el dilema toca resolverlo a los votantes estadounidenses, de su resultado está pendiente el mundo entero.

De nueva cuenta escribo hoy lunes sobre la elección norteamericana, no obstante que ya le dediqué dos artículos previos y a que soy consciente del desinterés que existe en Tlaxcala por un tema que, demostrado está, a todos nos afecta. La trascendencia del suceso lo amerita ya que, mal que nos pese, el destino de México está indisolublemente unido al del vecino del Norte. Impuesta por la geografía, esa atadura que nos vincula supone que, si aquel país hiciera agua, el nuestro se iría irremisiblemente a pique. Y es el caso que mañana, martes 3 de noviembre de 2020, Estados Unidos se prepara para vivir uno de los capítulos más difíciles de su historia reciente, un episodio surrealista cuyo desenlace se conocerá una vez que los ciudadanos que aún no sufragan -80 millones ya lo hicieron, unos en forma presencial y otros enviando su voto por correo- acudan a las urnas a elegir a su cuadragésimo séptimo presidente.

Problemas a la vista

Si se cumple el vaticinio demoscópico de una victoria ajustada de Joe Biden, no es remota la posibilidad de que se registren disturbios callejeros con una intensidad nunca antes vista en muchas ciudades de la Unión Americana. La incendiaria y polarizante retórica de Donald Trump, su actitud negacionista respecto del corona-virus, su desdén por el cambio climático, su xenofobia delirante, su supremacismo arrogante, su grosera misoginia, su denuncia de fraude sin otro argumento que su propia y mentirosa inventiva, su llamado a las bases para que vigilen -¿o inhiban?- el voto, su amenazante renuencia a admitir el triunfo del adversario y, por último, la desconfianza que malévolamente sembró en relación al sufragio por correo integran un acabado conjunto de afrentas y provocaciones que pudieran estar preludiando enfrentamientos violentos entre una derecha ultramontana, partidaria del republicano y azuzada desde la misma Casa Blanca, y unas minorías afroamericanas segregadas y maltratadas, seguidoras fervientes del demócrata.

USA… ¿hacia una dimensión desconocida?

Agrego un dato más para documentar la expectante inquietud que vive la sociedad estadounidense: las armerías duplicaron sus ventas el pasado mes. A ese explosivo coctel preparado por la inconsciencia de un tipo desquiciado investido de un inmenso poder sólo le faltaría que se cerraran los números de la elección hasta incluso hacer imposible el conocer su resultado definitivo la misma noche del martes. Si eso sucede y la incertidumbre se prolonga varios días, crecerá la probabilidad de que estalle un malestar popular irrefrenable que eventualmente derive en un proceso de desestabilización social y política en el que todo puede ocurrir. Lo cierto es que se está configurando un escenario caótico que tal vez hasta incluya la negativa de Trump a abandonar la residencia presidencial y a entregar los controles militares que tiene en sus manos. Así, Estados Unidos, el país más poderoso del orbe, estaría a un paso de penetrar en una dimensión desconocida que ningún escritor de novelas de ficción política hubo antes imaginado.

Expectación mundial

Prosigo en el terreno de las especulaciones catastróficas. A lo largo del fatídico cuatrienio de Trump, los equilibrios internacionales, aunque dañados, se mantuvieron más o menos estables, aun a pesar de los continuos desasosiegos emocionales del mandatario, expresados rutinariamente en mensajes de twitter, lanzados sin ton ni son en un tono irrespetuoso, contradictorio y amenazante de intimidación, ofendiendo por igual a países amigos que a los que no lo son tanto. A México no se lo cuenta nadie; ha padecido en piel propia sus escarnios vejatorios. Si no se produjeron alteraciones graves ni conflictos mayores fue porque, en el concierto de naciones, siempre se tuvo la certeza de que las sólidas instituciones estadounidenses de control democrático acotarían cualquier despropósito mayor del neurótico personaje. Mas en la inminencia de unos comicios que podrían prolongar su mandato, el mundo observa expectante su desarrollo, seguro de que otros cuatro años como los del reciente pasado serían imposibles de sobrellevar en paz.

El momento de la verdad

No obstante que todas las encuestas favorecen a Joe Biden, ningún especialista deja de considerar la posibilidad de un nuevo y otra vez sorpresivo triunfo de Trump. La reducen, sí, al mínimo; la consideran improbable, también… pero nadie se atreve a suprimirla por completo. El recuerdo de lo sucedido a Hillary reaparece y asusta. Los momios de los apostadores los tiene abrumadoramente en contra, si bien dejan abierto un margen del 15%. Pequeño, pero margen al fin. Y es que lo saben tramposo y marrullero, capaz de maniobras que reviertan las previsiones. Se sabe que la mitad de los ciudadanos de origen hispano se quedan en casa; a ellos los trata de seducir con toda suerte de promesas falsas de última hora. En el cuartel demócrata, rostros adustos al recordar el viaje a Washington de López Obrador para colmar de frases adulatorias a un Trump en campaña. Y se cita con nerviosismo la teoría de que un amplio sector de sus votantes guardan en secreto su simpatía y no la revelan para distorsionar los sondeos de opinión. En fin, los rumores se multiplican, las reservas crecen y el temor a que se desencadene la violencia y a que Estados Unidos caiga en la anarquía estremece a las personas sensatas. Finalmente, un deseo compartido en todos los confines de la Tierra: ¡que concluya la pesadilla que ha significado la presidencia de Trump con una victoria categórica de Biden!

Nunca en aquel país se confrontaron políticas tan radicalmente opuestas como las que representan Biden o Trump. Y aunque el dilema toca resolverlo a los votantes estadounidenses, de su resultado está pendiente el mundo entero.

De nueva cuenta escribo hoy lunes sobre la elección norteamericana, no obstante que ya le dediqué dos artículos previos y a que soy consciente del desinterés que existe en Tlaxcala por un tema que, demostrado está, a todos nos afecta. La trascendencia del suceso lo amerita ya que, mal que nos pese, el destino de México está indisolublemente unido al del vecino del Norte. Impuesta por la geografía, esa atadura que nos vincula supone que, si aquel país hiciera agua, el nuestro se iría irremisiblemente a pique. Y es el caso que mañana, martes 3 de noviembre de 2020, Estados Unidos se prepara para vivir uno de los capítulos más difíciles de su historia reciente, un episodio surrealista cuyo desenlace se conocerá una vez que los ciudadanos que aún no sufragan -80 millones ya lo hicieron, unos en forma presencial y otros enviando su voto por correo- acudan a las urnas a elegir a su cuadragésimo séptimo presidente.

Problemas a la vista

Si se cumple el vaticinio demoscópico de una victoria ajustada de Joe Biden, no es remota la posibilidad de que se registren disturbios callejeros con una intensidad nunca antes vista en muchas ciudades de la Unión Americana. La incendiaria y polarizante retórica de Donald Trump, su actitud negacionista respecto del corona-virus, su desdén por el cambio climático, su xenofobia delirante, su supremacismo arrogante, su grosera misoginia, su denuncia de fraude sin otro argumento que su propia y mentirosa inventiva, su llamado a las bases para que vigilen -¿o inhiban?- el voto, su amenazante renuencia a admitir el triunfo del adversario y, por último, la desconfianza que malévolamente sembró en relación al sufragio por correo integran un acabado conjunto de afrentas y provocaciones que pudieran estar preludiando enfrentamientos violentos entre una derecha ultramontana, partidaria del republicano y azuzada desde la misma Casa Blanca, y unas minorías afroamericanas segregadas y maltratadas, seguidoras fervientes del demócrata.

USA… ¿hacia una dimensión desconocida?

Agrego un dato más para documentar la expectante inquietud que vive la sociedad estadounidense: las armerías duplicaron sus ventas el pasado mes. A ese explosivo coctel preparado por la inconsciencia de un tipo desquiciado investido de un inmenso poder sólo le faltaría que se cerraran los números de la elección hasta incluso hacer imposible el conocer su resultado definitivo la misma noche del martes. Si eso sucede y la incertidumbre se prolonga varios días, crecerá la probabilidad de que estalle un malestar popular irrefrenable que eventualmente derive en un proceso de desestabilización social y política en el que todo puede ocurrir. Lo cierto es que se está configurando un escenario caótico que tal vez hasta incluya la negativa de Trump a abandonar la residencia presidencial y a entregar los controles militares que tiene en sus manos. Así, Estados Unidos, el país más poderoso del orbe, estaría a un paso de penetrar en una dimensión desconocida que ningún escritor de novelas de ficción política hubo antes imaginado.

Expectación mundial

Prosigo en el terreno de las especulaciones catastróficas. A lo largo del fatídico cuatrienio de Trump, los equilibrios internacionales, aunque dañados, se mantuvieron más o menos estables, aun a pesar de los continuos desasosiegos emocionales del mandatario, expresados rutinariamente en mensajes de twitter, lanzados sin ton ni son en un tono irrespetuoso, contradictorio y amenazante de intimidación, ofendiendo por igual a países amigos que a los que no lo son tanto. A México no se lo cuenta nadie; ha padecido en piel propia sus escarnios vejatorios. Si no se produjeron alteraciones graves ni conflictos mayores fue porque, en el concierto de naciones, siempre se tuvo la certeza de que las sólidas instituciones estadounidenses de control democrático acotarían cualquier despropósito mayor del neurótico personaje. Mas en la inminencia de unos comicios que podrían prolongar su mandato, el mundo observa expectante su desarrollo, seguro de que otros cuatro años como los del reciente pasado serían imposibles de sobrellevar en paz.

El momento de la verdad

No obstante que todas las encuestas favorecen a Joe Biden, ningún especialista deja de considerar la posibilidad de un nuevo y otra vez sorpresivo triunfo de Trump. La reducen, sí, al mínimo; la consideran improbable, también… pero nadie se atreve a suprimirla por completo. El recuerdo de lo sucedido a Hillary reaparece y asusta. Los momios de los apostadores los tiene abrumadoramente en contra, si bien dejan abierto un margen del 15%. Pequeño, pero margen al fin. Y es que lo saben tramposo y marrullero, capaz de maniobras que reviertan las previsiones. Se sabe que la mitad de los ciudadanos de origen hispano se quedan en casa; a ellos los trata de seducir con toda suerte de promesas falsas de última hora. En el cuartel demócrata, rostros adustos al recordar el viaje a Washington de López Obrador para colmar de frases adulatorias a un Trump en campaña. Y se cita con nerviosismo la teoría de que un amplio sector de sus votantes guardan en secreto su simpatía y no la revelan para distorsionar los sondeos de opinión. En fin, los rumores se multiplican, las reservas crecen y el temor a que se desencadene la violencia y a que Estados Unidos caiga en la anarquía estremece a las personas sensatas. Finalmente, un deseo compartido en todos los confines de la Tierra: ¡que concluya la pesadilla que ha significado la presidencia de Trump con una victoria categórica de Biden!