/ lunes 28 de septiembre de 2020

Tiempos de Democracia | El gobernador Marco Mena ante las crisis

Malos tiempos estos que le ha tocado capotear al mandatario tlaxcalteca. Si difícil está siendo controlar la pandemia y sostener a la tambaleante economía, más lo será si -como parece probable- la crítica situación actual se prolonga y agudiza hasta agotar por completo los recursos de la gente pobre. La paz social estará entonces en riesgo grave.

Al revisar -allá por diciembre del 2015- el curriculum vitae del que a la sazón había sido designado candidato del PRI al gobierno del estado, tuve ocasión de comprobar la calidad de su trayectoria académica. Su historial incluía dos importantes grados, otorgados ambos por centros del conocimiento cuyo reconocido nivel de exigencia es garantía de la óptima preparación de sus egresados. Su licenciatura en Administración Pública por el Colegio de México y su maestría en Políticas Públicas por la Universidad de Chicago daban un amplio margen de seguridad de que Tlaxcala tendría en Marco Antonio Mena Rodríguez un mandatario calificado para enfrentar el reto de llevarnos -¡por fin!- hacia el desarrollo económico y la consecuente prosperidad. Además de su hoja curricular en las aulas y de la que informa de su vida profesional, leí un opúsculo -coordinado por el propio Marco- titulado Gestión de Crisis, que acreditaba sus estudios teóricos en esa materia, refrendados después en la práctica a su paso por la Coordinación de Asesores de Luis Carlos Ugalde, presidente del IFE en el tormentoso periodo que correspondió a la elección presidencial del 2006, y luego como delegado de México ante el Comité Directivo para el Desarrollo y el Empleo de la OCDE. Lejos estábamos aquel 2015 de otear siquiera las cuatro grandes crisis que como titular del Ejecutivo Estatal le tocaría vivir.

La crisis política

La primera crisis fue política. En tanto gobernador priísta postulado en el último tercio de la gestión de Peña Nieto, no le fue sencillo procesar la victoria de López Obrador, candidato presidencial de MORENA, un movimiento de masas que, con sólo cuatro años como partido con registro nacional, ganó la elección de forma arrolladora. Particularmente aquí en Tlaxcala, Andrés Manuel obtuvo el mayor porcentaje de votos de todo el país, sólo por debajo de Tabasco, su estado natal. Así, con un PRI desarbolado y una exigua representación en sus congresos locales y en las cámaras legislativas federales, los doce gobernadores tricolores sobrevivientes a la catástrofe se vieron abandonados a su suerte. Marco Mena leyó con acierto el hecho y, sin rendir la plaza ni con desdoro de su filiación partidista, sobrellevó con cautela la situación, eludiendo escenarios que representaran potenciales conflictos. Asimiló sin escándalo los obstáculos que puso la 4T a las plantas de energía eólica instaladas en nuestro territorio y aceptó sin reticencias al Insabi, el incipiente y aún imperfecto sistema de salud con que se reemplazó al Seguro Popular. A diferencia de varios de sus homólogos que se decantaron por la confrontación, la estrategia de diálogo respetuoso le dio buen resultado, pues consiguió establecer con el presidente una relación de consideración mutua que, hasta marzo-abril del 2020, le había permitido proseguir su exitosa obra de gobierno sin mayor sobresalto. Se mantuvo sin merma la extraordinaria expansión de los índices económicos y crecimiento de la inversión nacional y extranjera en la entidad, lo que dio lugar a expresiones elogiosas hasta del propio mandatario. Sin más remedio que adaptarse a la nueva situación política del país y de su partido, el gobernador Marco Mena supo darle salida a esa primera crisis sin perjuicio para Tlaxcala.

La crisis pandémica, la económica… y la social en cuyo umbral estamos

Las muertes causadas por el Sars-Cov-2 y el terrible daño que inflingió a una economía que empezaba a salir de su ancestral precariedad, fueron -y siguen siendo- las siguientes dos crisis con las que está lidiando Marco Mena. La de salud y la derivada de la ralentización de la actividad productiva y comercial irrumpieron en territorio tlaxcalteca con irrefrenable fuerza y diferencia de pocos días. Ambas conocieron su cota más alta a partir de que atinadamente su gobierno aconsejara -incluso antes de que lo hiciera el federal- el confinamiento como medida para controlar al letal virus. La disposición contribuyó a que las instalaciones hospitalarias no se vieran desbordadas, pero no impidió -era imposible que lo hiciera- que comenzaran a sucederse decesos por la Covid-19 que, por desgracia, no han dejado de acontecer. Entre tanto y de acuerdo a la limitada capacidad del erario estatal, la administración de Marco Mena ha repartido créditos y apoyos cuya inevitable insuficiencia pudiera ser preámbulo de una cuarta y todavía más peligrosa crisis. Ojalá me equivoque pero, de ocurrir, esa crisis tendría carácter de insubordinación social y sobrevendría una vez agotadas las ayudas oficiales, las reservas de la población -desde la clase media hacia abajo- y los recursos que provee la fraternidad familiar tan característica de los tlaxcaltecas, pudiendo expresarse -y ese es el riesgo- de manera explosiva en los meses próximos. Y es que la verdad es muy difícil pensar que la pesadilla terminará pronto, máxime si observamos que, en México, la pandemia ha seguido con pocas variantes parecida pauta a la registrada en naciones europeas que, por estos días, están siendo brutalmente flageladas por una segunda oleada de contagios.

Conclusión

Ante tantas contingencias imprevistas invito al lector a considerar cuál hubiera sido la suerte de Tlaxcala sin la experta administración del gobierno de Marco Mena, sin sus oportunas políticas públicas, sin su impulso a la industria, sin el apoyo sin precedente a la juventud estudiosa, sin el dinero canalizado al alivio de la pobreza extrema y sin los apoyos entregados a las víctimas de las crisis. En la praxis política… ¡la preparación y el conocimiento sí cuentan!





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Malos tiempos estos que le ha tocado capotear al mandatario tlaxcalteca. Si difícil está siendo controlar la pandemia y sostener a la tambaleante economía, más lo será si -como parece probable- la crítica situación actual se prolonga y agudiza hasta agotar por completo los recursos de la gente pobre. La paz social estará entonces en riesgo grave.

Al revisar -allá por diciembre del 2015- el curriculum vitae del que a la sazón había sido designado candidato del PRI al gobierno del estado, tuve ocasión de comprobar la calidad de su trayectoria académica. Su historial incluía dos importantes grados, otorgados ambos por centros del conocimiento cuyo reconocido nivel de exigencia es garantía de la óptima preparación de sus egresados. Su licenciatura en Administración Pública por el Colegio de México y su maestría en Políticas Públicas por la Universidad de Chicago daban un amplio margen de seguridad de que Tlaxcala tendría en Marco Antonio Mena Rodríguez un mandatario calificado para enfrentar el reto de llevarnos -¡por fin!- hacia el desarrollo económico y la consecuente prosperidad. Además de su hoja curricular en las aulas y de la que informa de su vida profesional, leí un opúsculo -coordinado por el propio Marco- titulado Gestión de Crisis, que acreditaba sus estudios teóricos en esa materia, refrendados después en la práctica a su paso por la Coordinación de Asesores de Luis Carlos Ugalde, presidente del IFE en el tormentoso periodo que correspondió a la elección presidencial del 2006, y luego como delegado de México ante el Comité Directivo para el Desarrollo y el Empleo de la OCDE. Lejos estábamos aquel 2015 de otear siquiera las cuatro grandes crisis que como titular del Ejecutivo Estatal le tocaría vivir.

La crisis política

La primera crisis fue política. En tanto gobernador priísta postulado en el último tercio de la gestión de Peña Nieto, no le fue sencillo procesar la victoria de López Obrador, candidato presidencial de MORENA, un movimiento de masas que, con sólo cuatro años como partido con registro nacional, ganó la elección de forma arrolladora. Particularmente aquí en Tlaxcala, Andrés Manuel obtuvo el mayor porcentaje de votos de todo el país, sólo por debajo de Tabasco, su estado natal. Así, con un PRI desarbolado y una exigua representación en sus congresos locales y en las cámaras legislativas federales, los doce gobernadores tricolores sobrevivientes a la catástrofe se vieron abandonados a su suerte. Marco Mena leyó con acierto el hecho y, sin rendir la plaza ni con desdoro de su filiación partidista, sobrellevó con cautela la situación, eludiendo escenarios que representaran potenciales conflictos. Asimiló sin escándalo los obstáculos que puso la 4T a las plantas de energía eólica instaladas en nuestro territorio y aceptó sin reticencias al Insabi, el incipiente y aún imperfecto sistema de salud con que se reemplazó al Seguro Popular. A diferencia de varios de sus homólogos que se decantaron por la confrontación, la estrategia de diálogo respetuoso le dio buen resultado, pues consiguió establecer con el presidente una relación de consideración mutua que, hasta marzo-abril del 2020, le había permitido proseguir su exitosa obra de gobierno sin mayor sobresalto. Se mantuvo sin merma la extraordinaria expansión de los índices económicos y crecimiento de la inversión nacional y extranjera en la entidad, lo que dio lugar a expresiones elogiosas hasta del propio mandatario. Sin más remedio que adaptarse a la nueva situación política del país y de su partido, el gobernador Marco Mena supo darle salida a esa primera crisis sin perjuicio para Tlaxcala.

La crisis pandémica, la económica… y la social en cuyo umbral estamos

Las muertes causadas por el Sars-Cov-2 y el terrible daño que inflingió a una economía que empezaba a salir de su ancestral precariedad, fueron -y siguen siendo- las siguientes dos crisis con las que está lidiando Marco Mena. La de salud y la derivada de la ralentización de la actividad productiva y comercial irrumpieron en territorio tlaxcalteca con irrefrenable fuerza y diferencia de pocos días. Ambas conocieron su cota más alta a partir de que atinadamente su gobierno aconsejara -incluso antes de que lo hiciera el federal- el confinamiento como medida para controlar al letal virus. La disposición contribuyó a que las instalaciones hospitalarias no se vieran desbordadas, pero no impidió -era imposible que lo hiciera- que comenzaran a sucederse decesos por la Covid-19 que, por desgracia, no han dejado de acontecer. Entre tanto y de acuerdo a la limitada capacidad del erario estatal, la administración de Marco Mena ha repartido créditos y apoyos cuya inevitable insuficiencia pudiera ser preámbulo de una cuarta y todavía más peligrosa crisis. Ojalá me equivoque pero, de ocurrir, esa crisis tendría carácter de insubordinación social y sobrevendría una vez agotadas las ayudas oficiales, las reservas de la población -desde la clase media hacia abajo- y los recursos que provee la fraternidad familiar tan característica de los tlaxcaltecas, pudiendo expresarse -y ese es el riesgo- de manera explosiva en los meses próximos. Y es que la verdad es muy difícil pensar que la pesadilla terminará pronto, máxime si observamos que, en México, la pandemia ha seguido con pocas variantes parecida pauta a la registrada en naciones europeas que, por estos días, están siendo brutalmente flageladas por una segunda oleada de contagios.

Conclusión

Ante tantas contingencias imprevistas invito al lector a considerar cuál hubiera sido la suerte de Tlaxcala sin la experta administración del gobierno de Marco Mena, sin sus oportunas políticas públicas, sin su impulso a la industria, sin el apoyo sin precedente a la juventud estudiosa, sin el dinero canalizado al alivio de la pobreza extrema y sin los apoyos entregados a las víctimas de las crisis. En la praxis política… ¡la preparación y el conocimiento sí cuentan!





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