/ lunes 25 de noviembre de 2019

Tiempos de Democracia | Lo que se ha hecho bien… y lo que falta por hacer

Si mantiene el buen paso con el que avanza su gobierno; si sostiene los indicadores en el nivel a que hasta ahora los ha sabido llevar, y si destierra las prácticas opacas que afean su gestión al frente de la administración estatal, Marco Mena concluirá su gobierno con una alta calificación y una mejor posibilidad de enfrentar en el 2021 una competencia electoral que, de entrada, se le plantea extremadamente complicada

Transcurridos 34 de los 56 meses del periodo para el que Marco Mena fue electo como gobernador del estado, su administración exhibe números que hablan claramente de una gestión encaminada a entregar buenos resultados a los tlaxcaltecas. Con el 60% de la ruta andada, se mantiene la estabilidad social y política en los municipios del estado; la economía en su conjunto crece con guarismos sin precedente; el empleo formal aumenta; la pobreza decrece; el turismo va a la alza; la juventud estudiosa cuenta con becas y apoyos como nunca antes y, en materia de obra pública, la infraestructura existente conserva su funcionalidad y las macro-construcciones en proceso serán, a su conclusión, factores que propiciarán la aceleración del desarrollo de la entidad. Y por último: es cierto que la inseguridad -el mayor problema que enfrenta la nación- está incipientemente presente en Tlaxcala, pero también es verdad que no nos ha desbordado. No me extiendo más en el repaso de esta serie de reconocibles aciertos porque ya aporté datos que los respaldan fehacientemente en dos artículos anteriores.

Nitidez ausente

Los logros reseñados no tienen sin embargo su mejor correlato con la forma como se deciden asuntos importantes en algunas áreas claves del gobierno. Me refiero, por sólo citar un caso, a la falta de claridad y transparencia de que adolecen los procedimientos que se siguen para fallar licitaciones de todo tipo y naturaleza. Soy del parecer que la opacidad que fuera característica dominante de anteriores gobiernos no es admisible en el de Mena, un académico sin mácula cuya especialidad fue precisamente la Administración Pública, que no se formó en el viejo sistema político y que, además, ofreció en campaña llevar aire fresco a la viciada política tlaxcalteca. Aunque es difícil aceptar cualquier grado de obsecuencia con la corrupción, se entendió que, en la primera etapa de su gestión, el mandatario no se abocara a la eliminación de los enclaves obscuros de la estructura burocrática que heredó, y que eran consustanciales a los regímenes que le precedieron. Mas una vez liberado de los lastres del pasado, abrigo la certeza de que, en esta segunda y última etapa, profundizará en la depuración del aparato oficial. Tiene 22 meses para concretarla. Será el mejor remate para una labor plena de realizaciones, y su mejor legado para el pueblo que lo eligió.

Coraje y decisión

Se entiende desde luego que todo reordenamiento estructural que rompe con vicios y complicidades provoca reacciones adversas, máxime cuando la decisión se toma a consecuencia de haber detectado hechos de corrupción que permanecían en la impunidad. Esas reacciones, cuando se producen, buscan intimidar al gobierno, alimentadas por grupos de influencia cuyos personeros siguen enquistados en las mismas dependencias oficiales, en otros poderes del Estado y hasta en los municipios. Para prevenirlas y, en su caso neutralizarlas, el Ejecutivo ha de disponer de expedientes acusatorios bien armados y de un potente armamento político disuasivo, amén de operadores capaces de desmontarlas antes de que lleguen a la calle, subviertan el orden y alteren la paz pública. Se corren riesgos, es cierto, pero un mandatario comprometido con la ley y la transparencia no debe consentir conductas deshonestas que manchen su nombre, y el del estado que una mayoría democrática puso en sus manos al hacerlo su gobernador. Acometer ese tipo de acciones precisa coraje y decisión, atributos que, en momentos claves del ejercicio de su responsabilidad, se esperan de todo político que aspira al reconocimiento de sus conciudadanos.

  • Se habla mucho de corrupción. Se pronuncian discursos y se firman acuerdos de cooperación que sirven sólo para la fotografía. Se afirma una y otra vez que se lucha contra ella, pero nada se muestra que lo pruebe ni se exhibe denuncia alguna que convenza a la opinión pública que hay verdadera voluntad para prevenirla y enfrentarla.

Asignatura pendiente

Se habla mucho de corrupción. Se pronuncian discursos y se firman acuerdos de cooperación que sirven sólo para la fotografía. Se afirma una y otra vez que se lucha contra ella, pero nada se muestra que lo pruebe ni se exhibe denuncia alguna que convenza a la opinión pública que hay verdadera voluntad para prevenirla y enfrentarla. Pareciera que tras el delito de malversar dinero del pueblo no hay delincuentes que lo perpetran. Se le trata en abstracto, cual si fuera un evanescente producto de la imaginación de los mal pensados. El Sistema Estatal Anticorrupción, que desde su esperpéntica concepción legislativa dejó entrever que iba a ser un organismo diseñado para el encubrimiento, ni previene los abusos ni exhibe a los saqueadores de la hacienda pública. Integrado por funcionarios anodinos de los que poca cosa se puede esperar, el sistema estuvo desde su creación condenado a habitar en un costoso e irrelevante limbo. En tanto, en la expectante sociedad crece un justificado sentimiento de enojo ante la simulación. Mucho hay que hacer al respecto, y muchos agravios a los que dar satisfacción.

Gestión de la crisis priísta

El amotinamiento electoral del 1º de julio de 2018 obedeció al hartazgo popular contra los excesos del antiguo régimen. Enarbolando como bandera la lucha contra la corrupción y la desigualdad, el Movimiento de Regeneración Nacional redujo a la insignificancia a todos los demás partidos, singularmente al Revolucionario Institucional que a punto estuvo de ser borrado del mapa. En Tlaxcala en particular, el daño sufrido por el tricolor dejó sin apoyos políticos a Marco Mena, uno de los últimos gobernadores “palomeado” por un Enrique Peña Nieto cuya presidencia daba ya señales de su posterior e irremediable decadencia. No obstante las circunstancias que afrontó al derrumbe de su partido, el mandatario tlaxcalteca -por cierto con obra escrita precisamente sobre gestión de crisis- acertó a sortear la tormenta y, en un clima de paz y tranquilidad constructiva, ha sabido convivir con la Cuarta Transformación que López Obrador implementa desde el Ejecutivo Federal.

Con el tablero invertido

Convenido y aceptado unánimemente que el norte que marca la brújula del poder en el país cambió de posición de manera dramática, hay una alta probabilidad de que -si Morena y su líder no se siguen metiendo en más atolladeros- serán de esa formación política quienes tomarán bajo su control el devenir político de la mayoría de las entidades federativas donde, en el 2021, habrá elecciones para gobernador. Entre ellas, como se sabe, está Tlaxcala. Se impone pues que Marco Mena, tras resolver con acierto la compleja ecuación que se le presentó sospresivamente el 2018, se aboque ahora a trazar la estrategia que le permita salir indemne del trance electoral que va a enfrentar en solitario, sin apoyos de dentro ni de fuera. El cálculo en cuestión, por lo demás, no tiene muchas variables: la baraja morenista de la cual saldrá su posible sucesor no es extensa. Por otro lado, todos los análisis que se hacen del PRI llevan a la conclusión de que, no obstante la gestión de excelencia que realiza al frente del Ejecutivo Estatal, hoy por hoy su partido carece de presencia, de ánimo, de militancia, de dinero, de organización y de figuras con tamaño suficiente para contener la fuerza que todavía mantiene el lopezobradorismo. Termino ya. Como gobernador de los tlaxcaltecas, Marco Mena puede llegar al final de su compromiso con una sobresaliente calificación. Lo anterior, que de momento es sólo una meta por alcanzar, se hará realidad sí, y sólo sí, consigue sostener en su actual nivel los indicadores que ilustran la marcha positiva de su gestión…, y a ellos añade la hazaña de haber puesto límites a la corrupción en la administración pública del estado.

Si mantiene el buen paso con el que avanza su gobierno; si sostiene los indicadores en el nivel a que hasta ahora los ha sabido llevar, y si destierra las prácticas opacas que afean su gestión al frente de la administración estatal, Marco Mena concluirá su gobierno con una alta calificación y una mejor posibilidad de enfrentar en el 2021 una competencia electoral que, de entrada, se le plantea extremadamente complicada

Transcurridos 34 de los 56 meses del periodo para el que Marco Mena fue electo como gobernador del estado, su administración exhibe números que hablan claramente de una gestión encaminada a entregar buenos resultados a los tlaxcaltecas. Con el 60% de la ruta andada, se mantiene la estabilidad social y política en los municipios del estado; la economía en su conjunto crece con guarismos sin precedente; el empleo formal aumenta; la pobreza decrece; el turismo va a la alza; la juventud estudiosa cuenta con becas y apoyos como nunca antes y, en materia de obra pública, la infraestructura existente conserva su funcionalidad y las macro-construcciones en proceso serán, a su conclusión, factores que propiciarán la aceleración del desarrollo de la entidad. Y por último: es cierto que la inseguridad -el mayor problema que enfrenta la nación- está incipientemente presente en Tlaxcala, pero también es verdad que no nos ha desbordado. No me extiendo más en el repaso de esta serie de reconocibles aciertos porque ya aporté datos que los respaldan fehacientemente en dos artículos anteriores.

Nitidez ausente

Los logros reseñados no tienen sin embargo su mejor correlato con la forma como se deciden asuntos importantes en algunas áreas claves del gobierno. Me refiero, por sólo citar un caso, a la falta de claridad y transparencia de que adolecen los procedimientos que se siguen para fallar licitaciones de todo tipo y naturaleza. Soy del parecer que la opacidad que fuera característica dominante de anteriores gobiernos no es admisible en el de Mena, un académico sin mácula cuya especialidad fue precisamente la Administración Pública, que no se formó en el viejo sistema político y que, además, ofreció en campaña llevar aire fresco a la viciada política tlaxcalteca. Aunque es difícil aceptar cualquier grado de obsecuencia con la corrupción, se entendió que, en la primera etapa de su gestión, el mandatario no se abocara a la eliminación de los enclaves obscuros de la estructura burocrática que heredó, y que eran consustanciales a los regímenes que le precedieron. Mas una vez liberado de los lastres del pasado, abrigo la certeza de que, en esta segunda y última etapa, profundizará en la depuración del aparato oficial. Tiene 22 meses para concretarla. Será el mejor remate para una labor plena de realizaciones, y su mejor legado para el pueblo que lo eligió.

Coraje y decisión

Se entiende desde luego que todo reordenamiento estructural que rompe con vicios y complicidades provoca reacciones adversas, máxime cuando la decisión se toma a consecuencia de haber detectado hechos de corrupción que permanecían en la impunidad. Esas reacciones, cuando se producen, buscan intimidar al gobierno, alimentadas por grupos de influencia cuyos personeros siguen enquistados en las mismas dependencias oficiales, en otros poderes del Estado y hasta en los municipios. Para prevenirlas y, en su caso neutralizarlas, el Ejecutivo ha de disponer de expedientes acusatorios bien armados y de un potente armamento político disuasivo, amén de operadores capaces de desmontarlas antes de que lleguen a la calle, subviertan el orden y alteren la paz pública. Se corren riesgos, es cierto, pero un mandatario comprometido con la ley y la transparencia no debe consentir conductas deshonestas que manchen su nombre, y el del estado que una mayoría democrática puso en sus manos al hacerlo su gobernador. Acometer ese tipo de acciones precisa coraje y decisión, atributos que, en momentos claves del ejercicio de su responsabilidad, se esperan de todo político que aspira al reconocimiento de sus conciudadanos.

  • Se habla mucho de corrupción. Se pronuncian discursos y se firman acuerdos de cooperación que sirven sólo para la fotografía. Se afirma una y otra vez que se lucha contra ella, pero nada se muestra que lo pruebe ni se exhibe denuncia alguna que convenza a la opinión pública que hay verdadera voluntad para prevenirla y enfrentarla.

Asignatura pendiente

Se habla mucho de corrupción. Se pronuncian discursos y se firman acuerdos de cooperación que sirven sólo para la fotografía. Se afirma una y otra vez que se lucha contra ella, pero nada se muestra que lo pruebe ni se exhibe denuncia alguna que convenza a la opinión pública que hay verdadera voluntad para prevenirla y enfrentarla. Pareciera que tras el delito de malversar dinero del pueblo no hay delincuentes que lo perpetran. Se le trata en abstracto, cual si fuera un evanescente producto de la imaginación de los mal pensados. El Sistema Estatal Anticorrupción, que desde su esperpéntica concepción legislativa dejó entrever que iba a ser un organismo diseñado para el encubrimiento, ni previene los abusos ni exhibe a los saqueadores de la hacienda pública. Integrado por funcionarios anodinos de los que poca cosa se puede esperar, el sistema estuvo desde su creación condenado a habitar en un costoso e irrelevante limbo. En tanto, en la expectante sociedad crece un justificado sentimiento de enojo ante la simulación. Mucho hay que hacer al respecto, y muchos agravios a los que dar satisfacción.

Gestión de la crisis priísta

El amotinamiento electoral del 1º de julio de 2018 obedeció al hartazgo popular contra los excesos del antiguo régimen. Enarbolando como bandera la lucha contra la corrupción y la desigualdad, el Movimiento de Regeneración Nacional redujo a la insignificancia a todos los demás partidos, singularmente al Revolucionario Institucional que a punto estuvo de ser borrado del mapa. En Tlaxcala en particular, el daño sufrido por el tricolor dejó sin apoyos políticos a Marco Mena, uno de los últimos gobernadores “palomeado” por un Enrique Peña Nieto cuya presidencia daba ya señales de su posterior e irremediable decadencia. No obstante las circunstancias que afrontó al derrumbe de su partido, el mandatario tlaxcalteca -por cierto con obra escrita precisamente sobre gestión de crisis- acertó a sortear la tormenta y, en un clima de paz y tranquilidad constructiva, ha sabido convivir con la Cuarta Transformación que López Obrador implementa desde el Ejecutivo Federal.

Con el tablero invertido

Convenido y aceptado unánimemente que el norte que marca la brújula del poder en el país cambió de posición de manera dramática, hay una alta probabilidad de que -si Morena y su líder no se siguen metiendo en más atolladeros- serán de esa formación política quienes tomarán bajo su control el devenir político de la mayoría de las entidades federativas donde, en el 2021, habrá elecciones para gobernador. Entre ellas, como se sabe, está Tlaxcala. Se impone pues que Marco Mena, tras resolver con acierto la compleja ecuación que se le presentó sospresivamente el 2018, se aboque ahora a trazar la estrategia que le permita salir indemne del trance electoral que va a enfrentar en solitario, sin apoyos de dentro ni de fuera. El cálculo en cuestión, por lo demás, no tiene muchas variables: la baraja morenista de la cual saldrá su posible sucesor no es extensa. Por otro lado, todos los análisis que se hacen del PRI llevan a la conclusión de que, no obstante la gestión de excelencia que realiza al frente del Ejecutivo Estatal, hoy por hoy su partido carece de presencia, de ánimo, de militancia, de dinero, de organización y de figuras con tamaño suficiente para contener la fuerza que todavía mantiene el lopezobradorismo. Termino ya. Como gobernador de los tlaxcaltecas, Marco Mena puede llegar al final de su compromiso con una sobresaliente calificación. Lo anterior, que de momento es sólo una meta por alcanzar, se hará realidad sí, y sólo sí, consigue sostener en su actual nivel los indicadores que ilustran la marcha positiva de su gestión…, y a ellos añade la hazaña de haber puesto límites a la corrupción en la administración pública del estado.