/ lunes 18 de mayo de 2020

Tiempos de Democracia | No por mucho madrugar…

  • Aún lejos de poderse doblar la curva de los contagios, en Tlaxcala sería prematuro y hasta peligroso reiniciar actividades que no sean estrictamente esenciales. Ceder a las prisas por volver a la normalidad supone dar espacio al avance de la pandemia.

En las últimas semanas, muchos han sido los temas que dan vueltas en la cabeza del opinador, vinculados todos con la reclusión a que nos obligó el Corona-Virus. Mas el que recurrentemente vuelve a mi mente es el de la situación harto comprometida que, independientemente de jerarquías y áreas de competencia, afrontan hombres y mujeres en funciones de gobierno. Me refiero a cuestiones de orden humano que debiéramos entender por cuanto suponen encrucijadas sicológicas límites por las que transitan los tomadores de decisiones -léase los políticos investidos de autoridad-. La pandemia y los males colaterales que trajo aparejados, les obliga a adoptar medidas que -apunte usted esto, estimado lector- determinarán la vida actual y venidera de las comunidades cuyos destinos rigen.

No existe una salida ideal

El gobernador Marco Mena establecerá normas y -coordinándose con los sesenta alcaldes de la entidad- dictará procedimientos que, a querer o no, generarán desacuerdos, inconformidades e incluso perjuicios a los intereses que se sientan afectados. Y es que ya es más que evidente que el problema que azora a la sociedad tlaxcalteca -como a todas las del planeta- tiene dos soluciones: una mala… y otra peor. Reconozcamos pues que no es menor la responsabilidad de sincronizar con acierto la prolongación de la cuarentena -única arma eficaz para contener una agresiva epidemia que mata gente por enfermedad- con la necesaria reanudación de las operaciones tendientes a revitalizar una paralizada economía que también mata personas…, pero de carestía, hambre y pobreza.

Complicado tránsito entre dos status opuestos

La disyuntiva está servida: si se acelera el desconfinamiento habrá un aumento de contagios con el consecuente elevado saldo de decesos. Si por lo contrario se retrasa el inicio de la actividad productiva, comercial, turística, etc. se provocará la desestructuración del aparato económico con resultados igualmente funestos. El laberinto en que estamos atrapados no tiene salida fácil y, por tanto, nada tiene de envidiable la posición de quien deberá disponer lo conducente. En contraste, es cómoda la postura de los que se erigen en una suerte de infalibles consejeros aúlicos del poder, y más aún lo es la de los seudocríticos que aguardan agazapados las consecuencias negativas que tendrán irremediablemente las disposiciones oficiales… para entonces pontificar cual si poseyeran la verdad revelada.

Entre rebrotes epidémicos y recesiones económicas

No lo aturdo con cifras ni con ninguno de los pronósticos de los múltiples sabelotodos que hoy pululan por doquier. No hacen falta para ser conscientes de que pasamos por una situación extraordinaria que plantea dos polos opuestos, a cual más indeseable: de un lado, la posibilidad de un rebrote epidémico que sería devastador y, de otro, una recesión como no se ha conocido otra. Considero ocioso entrar en detalle acerca de las espantosas consecuencias que tendría caer en cualquiera de ambos extremos. Dependerá, en todo caso, de lo acertado o desacertado de las medidas que que tomen los políticos en cuyas manos se puso el bastón de mando en cada estado de la República. En Tlaxcala le tocará al gobernador definirlas y marcar los tiempos de su aplicación, y a los presidentes municipales hacerlas cumplir.

Cauto ingreso a la nueva normalidad

Siguiendo la pista de las experiencias que se han vivido en otros países, tanto el aislamiento de la gente para evitar la propagación del virus como la vuelta a su puesto del trabajador despedido deberán darse de manera escalonada, por etapas estudiadas que atiendan a la virulencia de la epidemia y a las condiciones de cada entidad, municipio o entorno local. Lo que nunca se perdonará es que muera gente a causa de órdenes giradas por razones empresariales, políticas, comerciales, sindicales,o de cualquier índole distinta a las del interés común. El propio presidente López Obrador manifestó ya su anuencia -como no podía ser de otra forma- para que, en el ejercicio de su soberanía, cada entidad federativa tome las decisiones que mejor se compadezcan con sus particulares circunstancias.

Escalamiento programado… ¡y muy vigilado!

No pongo en tela de juicio la existencia de protocolos sofisticados calcados de otras experiencias. De lo que sí me permito dudar es de su aplicación estricta y de la supervisión honesta que la autoridad del trabajo ejerza en factorías, comercios, restaurantes, bares, hoteles, etc. Conociendo el percal es pertinente preguntarse: ¿están preparados los empresarios que pugnan por una apertura inmediata? ¿han hecho lo necesario para recibir a su plantilla laboral con la debida bioseguridad? ¿realizaron las adecuaciones ordenadas en sus centros de trabajo? ¿vigilarán los sindicatos su cumplimiento? ¿se aplicarán a los trabajadores los tests requeridos para probar que no son focos de infección para sus compañeros? ¿se verificará a diario su estado de salud o de enfermedad? ¿se respetará la sana distancia?

De mis noches de insomnio

Pienso en ese gran contingente de gente que vive en la informalidad, cuyo sustento depende de lo que ganan en su diaria lucha callejera. Dos meses llevan parados sin que se les haya asistido. ¿Cómo sobreviven? Para ellos sugerí, tiempo ha, el establecimiento de un ingreso vital emergente… ¡aún al precio de que Tlaxcala tuviera que endeudarse!

  • Aún lejos de poderse doblar la curva de los contagios, en Tlaxcala sería prematuro y hasta peligroso reiniciar actividades que no sean estrictamente esenciales. Ceder a las prisas por volver a la normalidad supone dar espacio al avance de la pandemia.

En las últimas semanas, muchos han sido los temas que dan vueltas en la cabeza del opinador, vinculados todos con la reclusión a que nos obligó el Corona-Virus. Mas el que recurrentemente vuelve a mi mente es el de la situación harto comprometida que, independientemente de jerarquías y áreas de competencia, afrontan hombres y mujeres en funciones de gobierno. Me refiero a cuestiones de orden humano que debiéramos entender por cuanto suponen encrucijadas sicológicas límites por las que transitan los tomadores de decisiones -léase los políticos investidos de autoridad-. La pandemia y los males colaterales que trajo aparejados, les obliga a adoptar medidas que -apunte usted esto, estimado lector- determinarán la vida actual y venidera de las comunidades cuyos destinos rigen.

No existe una salida ideal

El gobernador Marco Mena establecerá normas y -coordinándose con los sesenta alcaldes de la entidad- dictará procedimientos que, a querer o no, generarán desacuerdos, inconformidades e incluso perjuicios a los intereses que se sientan afectados. Y es que ya es más que evidente que el problema que azora a la sociedad tlaxcalteca -como a todas las del planeta- tiene dos soluciones: una mala… y otra peor. Reconozcamos pues que no es menor la responsabilidad de sincronizar con acierto la prolongación de la cuarentena -única arma eficaz para contener una agresiva epidemia que mata gente por enfermedad- con la necesaria reanudación de las operaciones tendientes a revitalizar una paralizada economía que también mata personas…, pero de carestía, hambre y pobreza.

Complicado tránsito entre dos status opuestos

La disyuntiva está servida: si se acelera el desconfinamiento habrá un aumento de contagios con el consecuente elevado saldo de decesos. Si por lo contrario se retrasa el inicio de la actividad productiva, comercial, turística, etc. se provocará la desestructuración del aparato económico con resultados igualmente funestos. El laberinto en que estamos atrapados no tiene salida fácil y, por tanto, nada tiene de envidiable la posición de quien deberá disponer lo conducente. En contraste, es cómoda la postura de los que se erigen en una suerte de infalibles consejeros aúlicos del poder, y más aún lo es la de los seudocríticos que aguardan agazapados las consecuencias negativas que tendrán irremediablemente las disposiciones oficiales… para entonces pontificar cual si poseyeran la verdad revelada.

Entre rebrotes epidémicos y recesiones económicas

No lo aturdo con cifras ni con ninguno de los pronósticos de los múltiples sabelotodos que hoy pululan por doquier. No hacen falta para ser conscientes de que pasamos por una situación extraordinaria que plantea dos polos opuestos, a cual más indeseable: de un lado, la posibilidad de un rebrote epidémico que sería devastador y, de otro, una recesión como no se ha conocido otra. Considero ocioso entrar en detalle acerca de las espantosas consecuencias que tendría caer en cualquiera de ambos extremos. Dependerá, en todo caso, de lo acertado o desacertado de las medidas que que tomen los políticos en cuyas manos se puso el bastón de mando en cada estado de la República. En Tlaxcala le tocará al gobernador definirlas y marcar los tiempos de su aplicación, y a los presidentes municipales hacerlas cumplir.

Cauto ingreso a la nueva normalidad

Siguiendo la pista de las experiencias que se han vivido en otros países, tanto el aislamiento de la gente para evitar la propagación del virus como la vuelta a su puesto del trabajador despedido deberán darse de manera escalonada, por etapas estudiadas que atiendan a la virulencia de la epidemia y a las condiciones de cada entidad, municipio o entorno local. Lo que nunca se perdonará es que muera gente a causa de órdenes giradas por razones empresariales, políticas, comerciales, sindicales,o de cualquier índole distinta a las del interés común. El propio presidente López Obrador manifestó ya su anuencia -como no podía ser de otra forma- para que, en el ejercicio de su soberanía, cada entidad federativa tome las decisiones que mejor se compadezcan con sus particulares circunstancias.

Escalamiento programado… ¡y muy vigilado!

No pongo en tela de juicio la existencia de protocolos sofisticados calcados de otras experiencias. De lo que sí me permito dudar es de su aplicación estricta y de la supervisión honesta que la autoridad del trabajo ejerza en factorías, comercios, restaurantes, bares, hoteles, etc. Conociendo el percal es pertinente preguntarse: ¿están preparados los empresarios que pugnan por una apertura inmediata? ¿han hecho lo necesario para recibir a su plantilla laboral con la debida bioseguridad? ¿realizaron las adecuaciones ordenadas en sus centros de trabajo? ¿vigilarán los sindicatos su cumplimiento? ¿se aplicarán a los trabajadores los tests requeridos para probar que no son focos de infección para sus compañeros? ¿se verificará a diario su estado de salud o de enfermedad? ¿se respetará la sana distancia?

De mis noches de insomnio

Pienso en ese gran contingente de gente que vive en la informalidad, cuyo sustento depende de lo que ganan en su diaria lucha callejera. Dos meses llevan parados sin que se les haya asistido. ¿Cómo sobreviven? Para ellos sugerí, tiempo ha, el establecimiento de un ingreso vital emergente… ¡aún al precio de que Tlaxcala tuviera que endeudarse!