/ lunes 20 de enero de 2020

Tiempos de Democracia | Perspectivas electorales

-1-

  • Los comicios intermedios del 2021 definirán muchos temas. Uno será saber si al PRI se le extiende en definitiva su acta de defunción o, si cual Ave Fénix, se levanta otra vez de entre sus cenizas. Los pronósticos, hay que decirlo, no le favorecen.

Las elecciones del 2021 podrían ser las últimas en las que participe la actual generación de priístas tlaxcaltecas. Tal expectativa se basa en suponer que el deterioro de su instituto político será irreversible si el lopezobradorismo les vuelve a pasar por encima de la misma apabullante manera que lo hizo en el 2018. Suena dramático, es verdad, pero de sufrir otra debacle semejante, nunca más podrá contender por el voto ciudadano portando sus antiguos colores. En ese caso, sólo dos salidas tendría esa generación a la que le está tocando pagar los excesos en que incurrieron sus antecesores: o retirarse de la vida política, o adscribirse a otras opciones partidistas. Triste destino para los representantes de aquel PRI que por décadas determinara sin oposición ninguna el rumbo del estado. Para los tricolores veteranos que ostentan con orgullo su palmarés en la administración pública, pensar más allá -en el 2024 por ejemplo- es totalmente ilusorio. Los años dejan su huella, y a sus edades tendrían que sumarle el golpe anímico que implicaría encajar una segunda humillación. Hasta al político más curtido se le doblegaría el espíritu. Pienso también en la joven militancia, la que tiene esperanzas de hacer una carrera en el partido que fuera de sus padres y abuelos, que se vería obligada a cambiar de aires si ocurriera un nuevo naufragio del que, ahora sí, nadie se salvaría.

Sin un liderazgo inspirador

Las señales, ciertamente, no favorecen al priísmo. Su actual presidente nacional es el personaje de más bajo perfil de cuantos en el pasado empuñaron el timón del partido tricolor. Conocido con el alias de Alito, el ex mandatario de Campeche es un político sin luces, discurso ni ideas, cuyo brinco del anonimato relativo de su entidad al conocimiento público general ocurrió por virtud de que fue en el estado que a la sazón gobernaba donde se llevó al cabo la asamblea regional que abrió los candados que cerraban a José Antonio Meade el paso a la candidatura presidencial. Fue esa la “hazaña” que lo impulsó al cargo que hoy ocupa tras resultar vencedor en una elección plagada de irregularidades. Para peor desmedro de su brumosa trayectoria, hay que consignar que, en octubre pasado, la Fiscalía General de la República abrió una carpeta de investigación para determinar la legitimidad de su aparentemente inexplicable riqueza patrimonial. Y aunque parezca contradictorio con la indagatoria que se le practica, voces provenientes de su propia formación política esparcieron la especie de que Alejandro Moreno Cárdenas -que tal es el nombre del líder priísta- depende más de la voluntad del presidente de la República que de los propios órganos de control del Revolucionario Institucional, sospecha que se refuerza al no conocérsele posturas críticas respecto del gobierno federal ni actividades orientadas a revitalizar, con ingenio, audacia y talento organizativo, el decaido ánimo de la militancia tricolor.

Sólo y su alma…

Alito, el buen Alito, no tiene adónde voltear ni tiene quien le aconseje. Perdida la Presidencia de la República trae, como todos los priístas, extraviada la brújula de la política. Los pesos pesados del partido desaparecieron como por arte de magia, al estimar que los tiempos que corren no son los mejores para hacer oir sus opiniones, máxime cuando Santiago Nieto, el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera que “…todo lo consulta con el presidente…” les ronda cada vez más cerca. En tanto, el escándalo de la Caja Libertad amenaza ser la Caja de Pandora que desvele las raterías de la élite priísta. Por su parte, los gobernadores emanados del PRI, doce en total, silban por lo bajito y miran a otro lado cuando Alito les habla. En las cámaras, tanto en la de diputados como en la de senadores, los legisladores que integran las menguadas bancadas tricolores tienen todos mayor jerarquía y más experiencia que su líder nacional, razón por la cual poco es el caso que le hacen. Aunque guardan las formas, es evidente que el monolítico espíritu de cuerpo de antaño ha cedido su lugar a la búsqueda individualizada de espacios de sobrevivencia para los pocos que quedaron de la catástrofe del 2018. Y a esta pintura realista de la crítica situación que vive el otrora poderoso instituto ha de añadirse que el estado de sus finanzas raya en la bancarrota. En suma: ni Alito ni Dios Padre son capaces, hoy por hoy, de insuflar nuevas energías a una formación castigada por el enojo popular.

La crisis tricolor en Tlaxcala

Aquí en Tlaxcala, el pronóstico tampoco es bueno, no obstante la excelente gestión del gobernador Marco Mena, camino de ser reconocido como uno de los mejores mandatarios que ha tenido la entidad. En este respecto será el tiempo el que me de o quite la razón. Mas ahora el punto es dilucidar hacia adonde apunta el radar tlaxcalteca y cuál será en el 2021 el destino del PRI, cuya dirección estatal recién asumió Noé Rodríguez. El calpulelpense es licenciado en Derecho, maestro en Derecho Constitucional y Amparo, y doctor en Derecho por la UAT. Letras no le faltan al que quizá sea el mejor activo de que dispone el partido. Tampoco está falto Noé de experiencia política-administrativa ni de conocimiento del estado a ras de tierra. Su primer tarea será cerrar las innumerables vías de agua que exhibe la nave tricolor tras el desastre del 2018, y luego de año y medio de flotar al garete en las aguas que agitó el tsunami morenista. Termino aquí por este lunes, amigo lector, pero este espacio de opinión proseguirá con una serie de artículos en los que comentaré para usted los prolegómenos de esa interesante trascendental elección intermedia.

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  • Los comicios intermedios del 2021 definirán muchos temas. Uno será saber si al PRI se le extiende en definitiva su acta de defunción o, si cual Ave Fénix, se levanta otra vez de entre sus cenizas. Los pronósticos, hay que decirlo, no le favorecen.

Las elecciones del 2021 podrían ser las últimas en las que participe la actual generación de priístas tlaxcaltecas. Tal expectativa se basa en suponer que el deterioro de su instituto político será irreversible si el lopezobradorismo les vuelve a pasar por encima de la misma apabullante manera que lo hizo en el 2018. Suena dramático, es verdad, pero de sufrir otra debacle semejante, nunca más podrá contender por el voto ciudadano portando sus antiguos colores. En ese caso, sólo dos salidas tendría esa generación a la que le está tocando pagar los excesos en que incurrieron sus antecesores: o retirarse de la vida política, o adscribirse a otras opciones partidistas. Triste destino para los representantes de aquel PRI que por décadas determinara sin oposición ninguna el rumbo del estado. Para los tricolores veteranos que ostentan con orgullo su palmarés en la administración pública, pensar más allá -en el 2024 por ejemplo- es totalmente ilusorio. Los años dejan su huella, y a sus edades tendrían que sumarle el golpe anímico que implicaría encajar una segunda humillación. Hasta al político más curtido se le doblegaría el espíritu. Pienso también en la joven militancia, la que tiene esperanzas de hacer una carrera en el partido que fuera de sus padres y abuelos, que se vería obligada a cambiar de aires si ocurriera un nuevo naufragio del que, ahora sí, nadie se salvaría.

Sin un liderazgo inspirador

Las señales, ciertamente, no favorecen al priísmo. Su actual presidente nacional es el personaje de más bajo perfil de cuantos en el pasado empuñaron el timón del partido tricolor. Conocido con el alias de Alito, el ex mandatario de Campeche es un político sin luces, discurso ni ideas, cuyo brinco del anonimato relativo de su entidad al conocimiento público general ocurrió por virtud de que fue en el estado que a la sazón gobernaba donde se llevó al cabo la asamblea regional que abrió los candados que cerraban a José Antonio Meade el paso a la candidatura presidencial. Fue esa la “hazaña” que lo impulsó al cargo que hoy ocupa tras resultar vencedor en una elección plagada de irregularidades. Para peor desmedro de su brumosa trayectoria, hay que consignar que, en octubre pasado, la Fiscalía General de la República abrió una carpeta de investigación para determinar la legitimidad de su aparentemente inexplicable riqueza patrimonial. Y aunque parezca contradictorio con la indagatoria que se le practica, voces provenientes de su propia formación política esparcieron la especie de que Alejandro Moreno Cárdenas -que tal es el nombre del líder priísta- depende más de la voluntad del presidente de la República que de los propios órganos de control del Revolucionario Institucional, sospecha que se refuerza al no conocérsele posturas críticas respecto del gobierno federal ni actividades orientadas a revitalizar, con ingenio, audacia y talento organizativo, el decaido ánimo de la militancia tricolor.

Sólo y su alma…

Alito, el buen Alito, no tiene adónde voltear ni tiene quien le aconseje. Perdida la Presidencia de la República trae, como todos los priístas, extraviada la brújula de la política. Los pesos pesados del partido desaparecieron como por arte de magia, al estimar que los tiempos que corren no son los mejores para hacer oir sus opiniones, máxime cuando Santiago Nieto, el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera que “…todo lo consulta con el presidente…” les ronda cada vez más cerca. En tanto, el escándalo de la Caja Libertad amenaza ser la Caja de Pandora que desvele las raterías de la élite priísta. Por su parte, los gobernadores emanados del PRI, doce en total, silban por lo bajito y miran a otro lado cuando Alito les habla. En las cámaras, tanto en la de diputados como en la de senadores, los legisladores que integran las menguadas bancadas tricolores tienen todos mayor jerarquía y más experiencia que su líder nacional, razón por la cual poco es el caso que le hacen. Aunque guardan las formas, es evidente que el monolítico espíritu de cuerpo de antaño ha cedido su lugar a la búsqueda individualizada de espacios de sobrevivencia para los pocos que quedaron de la catástrofe del 2018. Y a esta pintura realista de la crítica situación que vive el otrora poderoso instituto ha de añadirse que el estado de sus finanzas raya en la bancarrota. En suma: ni Alito ni Dios Padre son capaces, hoy por hoy, de insuflar nuevas energías a una formación castigada por el enojo popular.

La crisis tricolor en Tlaxcala

Aquí en Tlaxcala, el pronóstico tampoco es bueno, no obstante la excelente gestión del gobernador Marco Mena, camino de ser reconocido como uno de los mejores mandatarios que ha tenido la entidad. En este respecto será el tiempo el que me de o quite la razón. Mas ahora el punto es dilucidar hacia adonde apunta el radar tlaxcalteca y cuál será en el 2021 el destino del PRI, cuya dirección estatal recién asumió Noé Rodríguez. El calpulelpense es licenciado en Derecho, maestro en Derecho Constitucional y Amparo, y doctor en Derecho por la UAT. Letras no le faltan al que quizá sea el mejor activo de que dispone el partido. Tampoco está falto Noé de experiencia política-administrativa ni de conocimiento del estado a ras de tierra. Su primer tarea será cerrar las innumerables vías de agua que exhibe la nave tricolor tras el desastre del 2018, y luego de año y medio de flotar al garete en las aguas que agitó el tsunami morenista. Termino aquí por este lunes, amigo lector, pero este espacio de opinión proseguirá con una serie de artículos en los que comentaré para usted los prolegómenos de esa interesante trascendental elección intermedia.