/ lunes 25 de enero de 2021

Tiempos de Democracia | Sin espacio para el optimismo

Las cifras negativas se acumulan en todos los rubros de la administración. Pese a esas alarmas preventivas de un posible desastre, el conductor de la Nación no está inclinado a realizar las correcciones que en buena lógica demanda su hoja de ruta.

En el horizonte próximo de México no oteo otra cosa que más sufrimientos, iguales o aún peores que los padecidos en el inicio de este 2021. No es fácil, amigo lector, redactar un artículo con una visión tan pesarosa de la realidad; no obstante, pienso que le presto un mejor servicio instándole a prepararse para seguir afrontando tiempos difíciles que dibujándole halagüeños panoramas que, a fuer de ser sincero, no veo por ninguna parte. Surgirán voces opuestas a esta percepción, tachándola de catastrofista. No importa, al contrario; bienvenidas las discrepancias que hacen pensar y nos acercan a la verdad. Se argumentará, por ejemplo, que el arribo a México de vacunas contra la Covid-19 frenará la propagación del corona-virus y así, sin más, nos llevarán de vuelta a la añorada normalidad. Ojalá fuera así, pero…

De vacunas y sus imprecisas expectativas

Quienes depositan sus esperanzas en las vacunas acabarán teniendo razón, pero no tan rápidamente como esperan. La cuestión radica en que ese blindaje contra el virus está sujeto a los laxos parámetros implícitos en todo largo plazo. En uno mediano de fechas precisas, el pronóstico es dudoso, pues está de por medio un suministro del inmunizante prendido de alfileres y una campaña de aplicación que no fue resultado de una planeación minuciosa. Y, por último, por supuesto se equivocan en redondo los que, como el presidente López Obrador, aducen que luego de un breve periodo de recuperación, México habrá resuelto la problemática pandémica y sus terribles derivaciones económicas.

De la incierta recuperación de la economía

Aún falta por conocerse tanto el punto más alto de la curva de mortalidad provocada por la Covid como el tiempo durante el cual los contagios seguirán multiplicándose. Y estando el reinicio del crecimiento económico estrechamente vinculado al control de la enfermedad, lo más que podemos esperar este año es una muy lenta y errática reanudación de las actividades productivas, afectadas como también lo están por una inseguridad que seguramente mantendrá sin mayores variaciones los sangrientos promedios observados en años precedentes. Creo, en suma, que será hasta el 2022 cuando dará comienzo una paulatina mejoría que durará, si la situación político-electoral no la descarrila, todo lo que resta de sexenio hasta llegar al 2024 con un nivel apenas semejante al muy modesto que se tenía en el 2018.

De los malabares retóricos demagógicos a la dura realidad

En las circulares y repetitivas conferencias mañaneras se seguirán oyendo las manidas frases “…somos primer lugar en América Latina…”; “…hemos aplanado la curva…” o “…ya domamos la pandemia…”, y cuando el tema sea la economía escucharemos “…vamos requetebién…” o “…ya se ven lucecitas al final del túnel…”. Son parte inevitable del repertorio de un mandatario al que parece no importarle que tales dichos ni de lejos se correspondan con los hechos que a diario suceden en nuestro derredor. A falta de cifras corroborables, expertos en matemáticas han tenido que prospectar los de por sí muy cribados datos que vencen el cerco informativo que les impone la autoridad sanitaria y la hacendaria, cada una en su especialidad. El propósito de ese ejercicio -cuyos números multiplican por dos y hasta por tres veces los oficiales- es ir configurando la dimensión real de la espantosa tragedia que la pandemia está significando para la población y el obscuro porvenir que en lo económico se delinea hacia el futuro para México.

Oídos sordos al SOS de gente sin salud ni trabajo

Otra cara del mismo drama es la miseria rayana en hambruna que padece gente a la que, por un lado, se la conmina a “…quedarse en casa…”, y por otro, se la abandona a su suerte, dejándola sin apoyos. Lo primero sin lo segundo es a condenar a la inanición a los que viven al día. Y todo esto ocurre ante la indiferencia de un presidente que se niega a escuchar las desesperadas solicitudes para que apruebe y aplique de inmediato un ingreso mínimo de emergencia que permita la sobrevivencia de miles de familias que malcomen todos los días. El dilema está servido: si relajan las restricciones que imponen los semáforos rojos crecerán contagios y muertes; si, por lo contrario las intensifican, las necesidades insatisfechas generarán brotes de insurrección social. Los países del mundo han resuelto la disyuntiva canalizando sumas importantes de sus presupuestos a ayudas directas a entidades y personas afectadas; sólo México optó por dejarla al libre juego de las fuerzas del mercado. ¿Es esa una estrategia propia de un gobierno de izquierda?

Mensaje al presidente López Obrador

Ante las cuasi apocalípticas penurias por las que pasa la nación que usted gobierna, me confieso incapaz de entender porqué no ha dispuesto que los recursos asignados a obras de discutible pertinencia -v.gr. la Refinería de Dos Bocas y el Tren Maya- se destinen ipso facto, tanto para apoyos -que no a créditos- a empleadores que no son empresarios sino simples promotores de puestos que dan ocupación a mucha gente, como para ayudas directas a los millones de informales que se mueven en la economía subterránea y que constituyen la mayor masa laboral del país. El tiempo se agota, presidente, los ahorros de los pobres se acaban y su resistencia quedó rebasada hace meses. Es hora de deponer empecinamientos; deje de pensar que el mundo entero se equivoca y que sólo usted hace las cosas bien. Nadie le reprocharía que rectificase; antes al contrario, se le reconocería como un presidente sensible que atendió, sin traicionar su ideario, las llamadas de auxilio de mexicanos que lo están pasando mal.

Las cifras negativas se acumulan en todos los rubros de la administración. Pese a esas alarmas preventivas de un posible desastre, el conductor de la Nación no está inclinado a realizar las correcciones que en buena lógica demanda su hoja de ruta.

En el horizonte próximo de México no oteo otra cosa que más sufrimientos, iguales o aún peores que los padecidos en el inicio de este 2021. No es fácil, amigo lector, redactar un artículo con una visión tan pesarosa de la realidad; no obstante, pienso que le presto un mejor servicio instándole a prepararse para seguir afrontando tiempos difíciles que dibujándole halagüeños panoramas que, a fuer de ser sincero, no veo por ninguna parte. Surgirán voces opuestas a esta percepción, tachándola de catastrofista. No importa, al contrario; bienvenidas las discrepancias que hacen pensar y nos acercan a la verdad. Se argumentará, por ejemplo, que el arribo a México de vacunas contra la Covid-19 frenará la propagación del corona-virus y así, sin más, nos llevarán de vuelta a la añorada normalidad. Ojalá fuera así, pero…

De vacunas y sus imprecisas expectativas

Quienes depositan sus esperanzas en las vacunas acabarán teniendo razón, pero no tan rápidamente como esperan. La cuestión radica en que ese blindaje contra el virus está sujeto a los laxos parámetros implícitos en todo largo plazo. En uno mediano de fechas precisas, el pronóstico es dudoso, pues está de por medio un suministro del inmunizante prendido de alfileres y una campaña de aplicación que no fue resultado de una planeación minuciosa. Y, por último, por supuesto se equivocan en redondo los que, como el presidente López Obrador, aducen que luego de un breve periodo de recuperación, México habrá resuelto la problemática pandémica y sus terribles derivaciones económicas.

De la incierta recuperación de la economía

Aún falta por conocerse tanto el punto más alto de la curva de mortalidad provocada por la Covid como el tiempo durante el cual los contagios seguirán multiplicándose. Y estando el reinicio del crecimiento económico estrechamente vinculado al control de la enfermedad, lo más que podemos esperar este año es una muy lenta y errática reanudación de las actividades productivas, afectadas como también lo están por una inseguridad que seguramente mantendrá sin mayores variaciones los sangrientos promedios observados en años precedentes. Creo, en suma, que será hasta el 2022 cuando dará comienzo una paulatina mejoría que durará, si la situación político-electoral no la descarrila, todo lo que resta de sexenio hasta llegar al 2024 con un nivel apenas semejante al muy modesto que se tenía en el 2018.

De los malabares retóricos demagógicos a la dura realidad

En las circulares y repetitivas conferencias mañaneras se seguirán oyendo las manidas frases “…somos primer lugar en América Latina…”; “…hemos aplanado la curva…” o “…ya domamos la pandemia…”, y cuando el tema sea la economía escucharemos “…vamos requetebién…” o “…ya se ven lucecitas al final del túnel…”. Son parte inevitable del repertorio de un mandatario al que parece no importarle que tales dichos ni de lejos se correspondan con los hechos que a diario suceden en nuestro derredor. A falta de cifras corroborables, expertos en matemáticas han tenido que prospectar los de por sí muy cribados datos que vencen el cerco informativo que les impone la autoridad sanitaria y la hacendaria, cada una en su especialidad. El propósito de ese ejercicio -cuyos números multiplican por dos y hasta por tres veces los oficiales- es ir configurando la dimensión real de la espantosa tragedia que la pandemia está significando para la población y el obscuro porvenir que en lo económico se delinea hacia el futuro para México.

Oídos sordos al SOS de gente sin salud ni trabajo

Otra cara del mismo drama es la miseria rayana en hambruna que padece gente a la que, por un lado, se la conmina a “…quedarse en casa…”, y por otro, se la abandona a su suerte, dejándola sin apoyos. Lo primero sin lo segundo es a condenar a la inanición a los que viven al día. Y todo esto ocurre ante la indiferencia de un presidente que se niega a escuchar las desesperadas solicitudes para que apruebe y aplique de inmediato un ingreso mínimo de emergencia que permita la sobrevivencia de miles de familias que malcomen todos los días. El dilema está servido: si relajan las restricciones que imponen los semáforos rojos crecerán contagios y muertes; si, por lo contrario las intensifican, las necesidades insatisfechas generarán brotes de insurrección social. Los países del mundo han resuelto la disyuntiva canalizando sumas importantes de sus presupuestos a ayudas directas a entidades y personas afectadas; sólo México optó por dejarla al libre juego de las fuerzas del mercado. ¿Es esa una estrategia propia de un gobierno de izquierda?

Mensaje al presidente López Obrador

Ante las cuasi apocalípticas penurias por las que pasa la nación que usted gobierna, me confieso incapaz de entender porqué no ha dispuesto que los recursos asignados a obras de discutible pertinencia -v.gr. la Refinería de Dos Bocas y el Tren Maya- se destinen ipso facto, tanto para apoyos -que no a créditos- a empleadores que no son empresarios sino simples promotores de puestos que dan ocupación a mucha gente, como para ayudas directas a los millones de informales que se mueven en la economía subterránea y que constituyen la mayor masa laboral del país. El tiempo se agota, presidente, los ahorros de los pobres se acaban y su resistencia quedó rebasada hace meses. Es hora de deponer empecinamientos; deje de pensar que el mundo entero se equivoca y que sólo usted hace las cosas bien. Nadie le reprocharía que rectificase; antes al contrario, se le reconocería como un presidente sensible que atendió, sin traicionar su ideario, las llamadas de auxilio de mexicanos que lo están pasando mal.