/ martes 29 de junio de 2021

Tintero | Alternancia de poder tersa

Como gobernador, Mariano González Zarur vivió, en el ejercicio del poder, con muchos rencores. Cómo olvidar que invitó al Congreso local a Héctor Ortiz Ortiz, su antecesor, a la toma de protesta. Lo agredió verbalmente, indirectamente lo llamó obeso, cosa que tampoco a Ortiz importaba porque cada que podía se refería a ello y hasta se reía.

Luego, el ganadero quiso con el apoyo de Alicia Fragoso, entonces procuradora General de Justicia del Estado, por supuesta corrupción, procesarlo y enviarlo al Centro de Reinserción Social, solo que, Ortiz, hábil, se amparó y no procedió. No hallaron pruebas.

Pero la política como la vida debe ser tersa. Los mandatarios cometen y, es cierto, excesos. Tampoco debe asustar. Es la tentación del poder.

El todavía gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez dejará próximamente a Lorena Cuéllar Cisneros, nueva titular del Poder Ejecutivo estatal, un gobierno “limpio”, sin problemas, pues.

Si bien tiene una relación política familiar con ella, no le interesó pelear, ni pretendió imponer a su sucesor y/o sucesora.

Tenía, por si acaso, tres cartas, pero esperó hasta el final. Quería que su sucesor fuera su gran amigo Florentino Domínguez Ordóñez a quien, incluso, proyectó en la Secretaría de Educación Pública, para tener presencia, pero murió de Covid-19. En el hospital, lo apoyó con todo pero el político no lo superó.

Anabell Ávalos Zempoalteca fue, tras el deceso del originario de La Magdalena Tlaltelulco y amante de las “tlayudas”, la mejor prospecta. No ganó, no porque no tuvo fuerza política, el impacto Andrés Manuel López Obrador, que sigue siendo fuerte, arrasó.

Y Noé Rodríguez Roldán era el plan número tres. Pero Marco Mena no se la jugó con nadie. Sí movió sus cartas y colocó, como en el ajedrez que lo maneja bien, sus piezas.

Pero lo mejor es que puso fin a la tradición de los “tiaxcas”, de que debían ser los gobernadores quienes impusieran a su sucesor. Lo mostró. Superó a su padre Antonio Mena Montealegre, quien solo logró ser secretario de Gobierno.

Mena fue secretario de Turismo y diputado local. Se cansó de los excesos de su antecesor Mariano González. En cada reunión de trabajo, González le gritaba y, ya, con el ejercicio del poder, se la cobró. Y lo hizo bien, rompió relaciones y no permitió más autoritarismo.

El periodista Fidel Samaniego, amigo mío, y quien murió de un infarto en Veracruz, escribió el día en que Ernesto Zedillo Ponce de León reemplazó en el cargo a Carlos Salinas de Gortari: “Saliendo de San Lázaro, de la Cámara Baja del Congreso de la Unión, Salinas partía plaza. Zedillo iba atrás. El general Miranda, su jefe del Estado Mayor Presidencial, se acercó a él y le dijo: “jefe, usted ya es el presidente, trae la banda”.

Zedillo entendió que el poder no se comparte, solo se ejerce. Caminó rápido y rebasó a Salinas.

No se anduvo por las ramas. Cuando Salinas quiso someterlo con un “Golpe de Estado”, respondió con la detención de su hermano Raúl Salinas a quien, tras salir de la cárcel, conocí en casa de Rogelio Camarillo, examigo de Héctor Ortiz Ortiz. Tenía miedo a Zedillo.

Esto sale a colación porque Mena aplicó la regla. Asumió el cargo. Invitó a Héctor Ortiz Ortiz a sus informes de gobierno. Sabía que esto molestaba a González Zarur, restableció relaciones con la Universidad Autónoma de Tlaxcala y. en cortesía, apoyó al hijo Mariano González Aguirre en sus aspiraciones políticas.

Marco Antonio Mena, sin ser político, tuvo visión. Es un hombre preparado. Estudió en Chicago y tiene una invitación de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, para ser embajador en la Unión Americana, hay que ver si acepta.

EPÍLOGO

1.- A diferencia de su señor padre, Mariano González Aguirre no se pelea con nadie y ahora es diputado federal. Es el único personaje político del PRI, en Tlaxcala, que obtuvo un cargo de relevancia en las pasadas elecciones. Vive con su señora madre, Hilda Aguirre, quien le enseñó lo que es prudencia.

Como gobernador, Mariano González Zarur vivió, en el ejercicio del poder, con muchos rencores. Cómo olvidar que invitó al Congreso local a Héctor Ortiz Ortiz, su antecesor, a la toma de protesta. Lo agredió verbalmente, indirectamente lo llamó obeso, cosa que tampoco a Ortiz importaba porque cada que podía se refería a ello y hasta se reía.

Luego, el ganadero quiso con el apoyo de Alicia Fragoso, entonces procuradora General de Justicia del Estado, por supuesta corrupción, procesarlo y enviarlo al Centro de Reinserción Social, solo que, Ortiz, hábil, se amparó y no procedió. No hallaron pruebas.

Pero la política como la vida debe ser tersa. Los mandatarios cometen y, es cierto, excesos. Tampoco debe asustar. Es la tentación del poder.

El todavía gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez dejará próximamente a Lorena Cuéllar Cisneros, nueva titular del Poder Ejecutivo estatal, un gobierno “limpio”, sin problemas, pues.

Si bien tiene una relación política familiar con ella, no le interesó pelear, ni pretendió imponer a su sucesor y/o sucesora.

Tenía, por si acaso, tres cartas, pero esperó hasta el final. Quería que su sucesor fuera su gran amigo Florentino Domínguez Ordóñez a quien, incluso, proyectó en la Secretaría de Educación Pública, para tener presencia, pero murió de Covid-19. En el hospital, lo apoyó con todo pero el político no lo superó.

Anabell Ávalos Zempoalteca fue, tras el deceso del originario de La Magdalena Tlaltelulco y amante de las “tlayudas”, la mejor prospecta. No ganó, no porque no tuvo fuerza política, el impacto Andrés Manuel López Obrador, que sigue siendo fuerte, arrasó.

Y Noé Rodríguez Roldán era el plan número tres. Pero Marco Mena no se la jugó con nadie. Sí movió sus cartas y colocó, como en el ajedrez que lo maneja bien, sus piezas.

Pero lo mejor es que puso fin a la tradición de los “tiaxcas”, de que debían ser los gobernadores quienes impusieran a su sucesor. Lo mostró. Superó a su padre Antonio Mena Montealegre, quien solo logró ser secretario de Gobierno.

Mena fue secretario de Turismo y diputado local. Se cansó de los excesos de su antecesor Mariano González. En cada reunión de trabajo, González le gritaba y, ya, con el ejercicio del poder, se la cobró. Y lo hizo bien, rompió relaciones y no permitió más autoritarismo.

El periodista Fidel Samaniego, amigo mío, y quien murió de un infarto en Veracruz, escribió el día en que Ernesto Zedillo Ponce de León reemplazó en el cargo a Carlos Salinas de Gortari: “Saliendo de San Lázaro, de la Cámara Baja del Congreso de la Unión, Salinas partía plaza. Zedillo iba atrás. El general Miranda, su jefe del Estado Mayor Presidencial, se acercó a él y le dijo: “jefe, usted ya es el presidente, trae la banda”.

Zedillo entendió que el poder no se comparte, solo se ejerce. Caminó rápido y rebasó a Salinas.

No se anduvo por las ramas. Cuando Salinas quiso someterlo con un “Golpe de Estado”, respondió con la detención de su hermano Raúl Salinas a quien, tras salir de la cárcel, conocí en casa de Rogelio Camarillo, examigo de Héctor Ortiz Ortiz. Tenía miedo a Zedillo.

Esto sale a colación porque Mena aplicó la regla. Asumió el cargo. Invitó a Héctor Ortiz Ortiz a sus informes de gobierno. Sabía que esto molestaba a González Zarur, restableció relaciones con la Universidad Autónoma de Tlaxcala y. en cortesía, apoyó al hijo Mariano González Aguirre en sus aspiraciones políticas.

Marco Antonio Mena, sin ser político, tuvo visión. Es un hombre preparado. Estudió en Chicago y tiene una invitación de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, para ser embajador en la Unión Americana, hay que ver si acepta.

EPÍLOGO

1.- A diferencia de su señor padre, Mariano González Aguirre no se pelea con nadie y ahora es diputado federal. Es el único personaje político del PRI, en Tlaxcala, que obtuvo un cargo de relevancia en las pasadas elecciones. Vive con su señora madre, Hilda Aguirre, quien le enseñó lo que es prudencia.