/ martes 8 de septiembre de 2020

Tintero | Maestras particulares, al quite

Es común decir que los abuelos son, de alguna forma, los segundos padres y en la era en la que mamá y papá trabajan, son los responsables de la educación de los niños aunque generalmente actúan como “nanas”, cómplices de juegos y de la mala alimentación de los infantes pues, al complacerlos en todo, dejan que consuman comida “chatarra” y bebidas con alto contenido de azúcar. Pero finalmente cumplen con el objetivo de ayudar.

Pero las cosas cambiaron, en la educación a distancia implementada por las autoridades educativas ante el coronavirus, muchos padres de familia, con la necesidad de trabajar para obtener dinero, han querido delegar a los abuelos el seguimiento de las clases por televisión e internet, cosa que no ha funcionado.

Y explico por qué: salvo en algunos casos, la mayoría de los adultos mayores tiene problemas de salud, de la vista, auditivos y muchos de ellos apenas y terminaron la primaria o secundaria lo que se hace imposible ir a la par en los estudios de los alumnos, sobre todo los del nivel básico, pues precisamente, en esa etapa, es donde arranca el proceso formativo de una persona.

Luego entonces, por los problemas que enfrentan las familias en esta nueva realidad, además de la falta de línea por escasez económica, descontrol en los horarios establecidos en la televisión y poca claridad en la interacción entre maestros y alumnos, muchas de ellas se han visto en la necesidad de contratar una maestra particular (para hacer un acompañamiento personalizado del educando) que, en promedio, cobra mil 500 pesos semanales, 6 mil al mes, más de lo que en promedio percibe un trabajador en un negocio o empresa.

Quizá algunas tengan la posibilidad de pagarlo, pero muchas no y deberán hacerse “pedazos” en el día para cumplir con las obligaciones de apoyar a sus hijos y cumplir en lo laboral.

Las maestras, ahora contratadas en casa, egresaron de las normales pero no han conseguido una plaza en la Secretaría de Educación Pública o fueron formadas en las universidades públicas y privadas, pero no tienen empleo.

Es evidente que la situación se torna cada vez más difícil ya que, si en una familia los dos padres trabajan, alguno de ellos se verá obligado a renunciar para atender todos estos asuntos o lo que sería más grave, que un niño deserte porque no hay tiempo para apoyarlo en sus clases.

Además, si muchas veces los papás, incluso, con estudios superiores, no entienden los contenidos y las nuevas formas de enseñanza, los abuelos están en desventaja porque, por sus edades superiores a los 65 años, solo desean llevar una vida tranquila sin presionarse por situaciones de esta naturaleza.

Hasta ahora, la autoridad ha detectado que los principales problemas a los que se enfrentan los alumnos del básico son: que la enseñanza online les resulta aburrida, siguen teniendo dificultades técnicas para conectarse a internet, no tienen tiempo para la capacitación, necesitan hablar con sus maestros e interactuar con sus compañeros y sufren depresión, así como ansiedad.

Ideal sería que el Gobierno federal, en lugar de operar los programas sociales con un nuevo sistema paternalista para los llamados “ninis”, apoye a miles de madres solteras que tienen que trabajar y que su empleador no les permite hacerlo desde casa o aquellas familias donde los niños dependían de la escuela para sus comidas.

Lo cierto es que Covid-19 cambió la forma en que se imparte la educación, pues para muchas familias resulta complicado trabajar en casa, ya que, con los bajos ingresos que perciben, significa enfrentarse a no poder ofrecer comidas adecuadas y a que haya en los estudiantes un mínimo aprendizaje por la falta de atención.

También puso al descubierto el nivel de desigual en las escuelas, de los que tienen dinero y los que no, y exhibió por qué, en pasados ciclos, los niveles de reprobación y abandono escolar fueron altos.

Así que en los hogares, las maestras particulares entraron al quite, pero veremos hasta dónde están listas, si lo hacen por convicción a la enseñanza o solo porque ya tienen un empleo emergente. Al tiempo.

Es común decir que los abuelos son, de alguna forma, los segundos padres y en la era en la que mamá y papá trabajan, son los responsables de la educación de los niños aunque generalmente actúan como “nanas”, cómplices de juegos y de la mala alimentación de los infantes pues, al complacerlos en todo, dejan que consuman comida “chatarra” y bebidas con alto contenido de azúcar. Pero finalmente cumplen con el objetivo de ayudar.

Pero las cosas cambiaron, en la educación a distancia implementada por las autoridades educativas ante el coronavirus, muchos padres de familia, con la necesidad de trabajar para obtener dinero, han querido delegar a los abuelos el seguimiento de las clases por televisión e internet, cosa que no ha funcionado.

Y explico por qué: salvo en algunos casos, la mayoría de los adultos mayores tiene problemas de salud, de la vista, auditivos y muchos de ellos apenas y terminaron la primaria o secundaria lo que se hace imposible ir a la par en los estudios de los alumnos, sobre todo los del nivel básico, pues precisamente, en esa etapa, es donde arranca el proceso formativo de una persona.

Luego entonces, por los problemas que enfrentan las familias en esta nueva realidad, además de la falta de línea por escasez económica, descontrol en los horarios establecidos en la televisión y poca claridad en la interacción entre maestros y alumnos, muchas de ellas se han visto en la necesidad de contratar una maestra particular (para hacer un acompañamiento personalizado del educando) que, en promedio, cobra mil 500 pesos semanales, 6 mil al mes, más de lo que en promedio percibe un trabajador en un negocio o empresa.

Quizá algunas tengan la posibilidad de pagarlo, pero muchas no y deberán hacerse “pedazos” en el día para cumplir con las obligaciones de apoyar a sus hijos y cumplir en lo laboral.

Las maestras, ahora contratadas en casa, egresaron de las normales pero no han conseguido una plaza en la Secretaría de Educación Pública o fueron formadas en las universidades públicas y privadas, pero no tienen empleo.

Es evidente que la situación se torna cada vez más difícil ya que, si en una familia los dos padres trabajan, alguno de ellos se verá obligado a renunciar para atender todos estos asuntos o lo que sería más grave, que un niño deserte porque no hay tiempo para apoyarlo en sus clases.

Además, si muchas veces los papás, incluso, con estudios superiores, no entienden los contenidos y las nuevas formas de enseñanza, los abuelos están en desventaja porque, por sus edades superiores a los 65 años, solo desean llevar una vida tranquila sin presionarse por situaciones de esta naturaleza.

Hasta ahora, la autoridad ha detectado que los principales problemas a los que se enfrentan los alumnos del básico son: que la enseñanza online les resulta aburrida, siguen teniendo dificultades técnicas para conectarse a internet, no tienen tiempo para la capacitación, necesitan hablar con sus maestros e interactuar con sus compañeros y sufren depresión, así como ansiedad.

Ideal sería que el Gobierno federal, en lugar de operar los programas sociales con un nuevo sistema paternalista para los llamados “ninis”, apoye a miles de madres solteras que tienen que trabajar y que su empleador no les permite hacerlo desde casa o aquellas familias donde los niños dependían de la escuela para sus comidas.

Lo cierto es que Covid-19 cambió la forma en que se imparte la educación, pues para muchas familias resulta complicado trabajar en casa, ya que, con los bajos ingresos que perciben, significa enfrentarse a no poder ofrecer comidas adecuadas y a que haya en los estudiantes un mínimo aprendizaje por la falta de atención.

También puso al descubierto el nivel de desigual en las escuelas, de los que tienen dinero y los que no, y exhibió por qué, en pasados ciclos, los niveles de reprobación y abandono escolar fueron altos.

Así que en los hogares, las maestras particulares entraron al quite, pero veremos hasta dónde están listas, si lo hacen por convicción a la enseñanza o solo porque ya tienen un empleo emergente. Al tiempo.