/ viernes 6 de noviembre de 2020

¡Y todo pasa!...

El sistema democrático está agónico. EE. UU., país de su origen. Su presidente fue a la elección proclamando que será objeto de un fraude. Lo que trasluce tres cuestiones: UNO, él mismo no cree en sus instituciones, DOS, la ignorancia de vastos sectores es tal que lo creen, TRES, que los organismos democráticos ya no funcionan. Los mismos dirigentes ya sea por conveniencia o por descuido, no han perfeccionado los aparatos electorales que los fundadores de aquella nación les heredaron. Las ambiciones de poder y los intereses económicos son tan enormes, que se mueven, disparan e inciden en la elección más disputada del planeta. Lo preocupante es que el casero de la blanca casa se ha pertrechado de todos pretextos para no desocupar, incluso, movilizando peligrosamente a sus fanáticos racistas que ya se armaron hasta los dientes y esperan solamente a la voz de mando. Aquella nación democráticamente ejemplar para el mundo, ahora está amenazada por un golpe de estado o la guerra civil. Lo que ha prendido todos los focos de alarma, es que sus tentáculos económicos y militares que se extienden por todo el planeta, pueden expandir las ondas destructivas. No es creíble que quien en la elección tiene la sartén por el mango, proclame de antemano “si los resultados no me favorecen es porque soy objeto de fraude”. Como si chocara mi auto, yendo yo al volante y le echara la culpa a mi copiloto. Esto expone a toda la nación y el mundo. Quizás sea el momento de que los intereses militares y políticos, que son descomunales, se interpongan como garantes para que prevalezca la cordura y la paz social en aquella gran nación y se elija a su nuevo dirigente dentro del orden y prevaleciendo la ley.

¡Pero todo pasa!... en el hacer nacional, diez gobernadores andan alebrestados y amenazan con romper el pacto federal y tienen tufo separatista. Como si esto resultara tan sencillo. Somos un estado federal pero centralista por naturaleza, que nos viene desde la época colonia, en que la larga noche del virreinato nos acostumbró a esa forma de gobierno. Ni la independencia, ni la reforma, ni la revolución, ni la vida nacional en la era del priato lograron acabar con este mal y convertir a los estados en verdaderamente independientes, que no lo son ni en lo económico ni en lo militar. Hasta la constitución de 1917 en Querétaro la redactaron diputados designados desde el poder central y no electos. El porfiriato fue época centralista en donde los gobernadores dependían de los designios del señor de Oaxaca. Salinas de Gortari fue quien más utilizó la figura de desaparición de poderes, que ahora ya no existe, para someter a gobernadores rebeldes. La recaudación es centralista, solo quedan para los municipios y los estados las “migajas”, lo más cuantioso va a las arcas federadas. Así que aquellos señores que piensan en la separación y la rebeldía están extraviados y aun teniendo gran parte de razón, perdieron el sentido de la realidad y sus desfiguros parecen más bien producto de sus ambiciones políticas y su incapacidad para afrontar la multimillonaria deuda estatal que les aqueja. La centralización política llega al extremo de que incluso los mismos partidos nacionales dictan las directrices para sus líderes y aconteceres estatales. Somos un país centralista por naturaleza y esto no variara, porque la figura se repite de los estados a los municipios que sufren un centralismo avasallador, pero de esto claro, los diez gobernadores rebeldes no dicen nada. Pero para su propia desventura, aquellos señores son ahora actores estatales antes lo fueron en las cámaras federales en donde en otras etapas aprobaron aquello que hoy condenan. Épocas en las que, si se escarba, la lucha anticorrupción va a encontrar infinidad de podredumbre, trinquetes y ladronerías. Velada amenaza, que por de pronto les ha tapado la boca. Porque los angelitos tienen mucha cola que les pisen.

¡Todo pasa!... en otro escenario nacional, aquellos humildes “mojados mexicanos” que clandestinamente laboran en el país del norte y que han sido perseguidos, viven escondidos y separados de sus hijos, son ahora los que con el dinero que envían ponen a flote la economía nacional, tan deteriorada y maltrecha. Es irónico, que ahora trabajen en puestos de servidumbre en aquel territorio, que antes fue de México y que se perdió por los trastupijes de Antonio López de Santa Ana, por no saber defenderlo y por las ansias expansionistas de “aquellos”.

¡Todo pasa!… ya se fueron nuestros visitantes difuntos, se acabó el “Todos Santos”. Se marcharon presurosos porque se toparon con una sociedad enferma por un virus que los mismos humanos hemos apapachado con el deterioro de la naturaleza planetaria. Encontraron una sociedad en “terapia intensiva” y se marcharon por temor a un contagio que los llevara a una segunda muerte. Pero nosotros, que nos quedamos a afrontar la realidad, tenemos la obligación de lograr con nuestros actos que esta vida y sus formas de convivencia persistan dentro de la salud y para bien.

¡Todo pasa!... nada es eterno.

El sistema democrático está agónico. EE. UU., país de su origen. Su presidente fue a la elección proclamando que será objeto de un fraude. Lo que trasluce tres cuestiones: UNO, él mismo no cree en sus instituciones, DOS, la ignorancia de vastos sectores es tal que lo creen, TRES, que los organismos democráticos ya no funcionan. Los mismos dirigentes ya sea por conveniencia o por descuido, no han perfeccionado los aparatos electorales que los fundadores de aquella nación les heredaron. Las ambiciones de poder y los intereses económicos son tan enormes, que se mueven, disparan e inciden en la elección más disputada del planeta. Lo preocupante es que el casero de la blanca casa se ha pertrechado de todos pretextos para no desocupar, incluso, movilizando peligrosamente a sus fanáticos racistas que ya se armaron hasta los dientes y esperan solamente a la voz de mando. Aquella nación democráticamente ejemplar para el mundo, ahora está amenazada por un golpe de estado o la guerra civil. Lo que ha prendido todos los focos de alarma, es que sus tentáculos económicos y militares que se extienden por todo el planeta, pueden expandir las ondas destructivas. No es creíble que quien en la elección tiene la sartén por el mango, proclame de antemano “si los resultados no me favorecen es porque soy objeto de fraude”. Como si chocara mi auto, yendo yo al volante y le echara la culpa a mi copiloto. Esto expone a toda la nación y el mundo. Quizás sea el momento de que los intereses militares y políticos, que son descomunales, se interpongan como garantes para que prevalezca la cordura y la paz social en aquella gran nación y se elija a su nuevo dirigente dentro del orden y prevaleciendo la ley.

¡Pero todo pasa!... en el hacer nacional, diez gobernadores andan alebrestados y amenazan con romper el pacto federal y tienen tufo separatista. Como si esto resultara tan sencillo. Somos un estado federal pero centralista por naturaleza, que nos viene desde la época colonia, en que la larga noche del virreinato nos acostumbró a esa forma de gobierno. Ni la independencia, ni la reforma, ni la revolución, ni la vida nacional en la era del priato lograron acabar con este mal y convertir a los estados en verdaderamente independientes, que no lo son ni en lo económico ni en lo militar. Hasta la constitución de 1917 en Querétaro la redactaron diputados designados desde el poder central y no electos. El porfiriato fue época centralista en donde los gobernadores dependían de los designios del señor de Oaxaca. Salinas de Gortari fue quien más utilizó la figura de desaparición de poderes, que ahora ya no existe, para someter a gobernadores rebeldes. La recaudación es centralista, solo quedan para los municipios y los estados las “migajas”, lo más cuantioso va a las arcas federadas. Así que aquellos señores que piensan en la separación y la rebeldía están extraviados y aun teniendo gran parte de razón, perdieron el sentido de la realidad y sus desfiguros parecen más bien producto de sus ambiciones políticas y su incapacidad para afrontar la multimillonaria deuda estatal que les aqueja. La centralización política llega al extremo de que incluso los mismos partidos nacionales dictan las directrices para sus líderes y aconteceres estatales. Somos un país centralista por naturaleza y esto no variara, porque la figura se repite de los estados a los municipios que sufren un centralismo avasallador, pero de esto claro, los diez gobernadores rebeldes no dicen nada. Pero para su propia desventura, aquellos señores son ahora actores estatales antes lo fueron en las cámaras federales en donde en otras etapas aprobaron aquello que hoy condenan. Épocas en las que, si se escarba, la lucha anticorrupción va a encontrar infinidad de podredumbre, trinquetes y ladronerías. Velada amenaza, que por de pronto les ha tapado la boca. Porque los angelitos tienen mucha cola que les pisen.

¡Todo pasa!... en otro escenario nacional, aquellos humildes “mojados mexicanos” que clandestinamente laboran en el país del norte y que han sido perseguidos, viven escondidos y separados de sus hijos, son ahora los que con el dinero que envían ponen a flote la economía nacional, tan deteriorada y maltrecha. Es irónico, que ahora trabajen en puestos de servidumbre en aquel territorio, que antes fue de México y que se perdió por los trastupijes de Antonio López de Santa Ana, por no saber defenderlo y por las ansias expansionistas de “aquellos”.

¡Todo pasa!… ya se fueron nuestros visitantes difuntos, se acabó el “Todos Santos”. Se marcharon presurosos porque se toparon con una sociedad enferma por un virus que los mismos humanos hemos apapachado con el deterioro de la naturaleza planetaria. Encontraron una sociedad en “terapia intensiva” y se marcharon por temor a un contagio que los llevara a una segunda muerte. Pero nosotros, que nos quedamos a afrontar la realidad, tenemos la obligación de lograr con nuestros actos que esta vida y sus formas de convivencia persistan dentro de la salud y para bien.

¡Todo pasa!... nada es eterno.