Como actividad económica y social, la agricultura es uno de los grandes tesoros de México. En ese sentido, las creencias, prácticas, sistemas y rituales asociados al campo son indispensables para entender la actividad como un todo.
Los antiguos pobladores de la región que hoy comprende Tlaxcala practicaban una agricultura basada en la observación del entorno natural y de las condiciones climáticas favorables o adversas para decidir sus acciones sobre la labor de campo que se mantienen vigentes en algunas zonas rurales, como se explica en el libro Una que otra lentejuela.
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Alejandra Gámez y Angélica Correa de la Garza, coordinadoras en Antropología social de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), señalan que para los pobladores de San Pablo del Monte, la Malinche es un espacio que alberga una gran cantidad de elementos naturales y en torno a ella se entretejen diversas creencias, por ejemplo, se le puede apreciar como fuente de agua, es decir, proporciona la lluvia, debido a que en sus cúspides se asientan las nubes y se descargan en las tierras, que guardan una gran cantidad de humedad, además de que en su flora hay árboles sagrados, en ese sitio también se encuentra contenido el maíz, pero sobre todo es un símbolo emblemático de la comunidad, que se les ha asociado con los santos patronos, los cuales, son protectores, fundadores y defensores del territorio.
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En el caso de las localidades de Mazatecochco, Papalotla y Tenancingo, los pobladores tenían la costumbre de observar la cima de la Malinche e identificar la densidad de las nubes, pues una gran acumulación de ellas era clara señal de lluvia.
Otros fenómenos que rigen las actividades agrícolas son la lectura de las cabañuelas y las diversas fases de la luna. Por cabañuela se entiende la interpretación de las condiciones climáticas que habrá a lo largo del año haciendo la equivalencia de los primeros 12 días del año con los 12 meses que durará. Es decir, el 1 de enero equivale al clima de todo el mes de enero, el 2 de enero a todo febrero, el 3 de enero a todo marzo, y así sucesivamente. De esta manera, los campesinos tenían un panorama de cómo se comportarán las aguas a lo largo del tiempo y tendrían la posibilidad de elegir la fecha más conveniente para el sembrado.
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Referente a la interpretación de las fases de la luna, el señor Francisco Luis Montero, en entrevista para Una que otra lentejuela, compartió lo siguiente en 2016: “para cuando se va a sembrar es recomendable que la luna esté tierna, en luna nueva o en cuarto creciente, para que el maíz nazca sin ningún problema.
Para cuando se levanta la cosecha, es cuando la luna está recia, en luna llena, esto con el fin de que no se apolille rápido el maíz cuando ya esté en el cuexcomate o granero. También, sirve hasta para curar huesos cuando uno está torcido; una vez me torcí y me fui a curar a Huixcolotla [municipio del estado de Puebla] y el curahueso no me atendió porque la luna estaba recia y el hueso no se prestaba para curarlo, me dijo que regresara hasta que la luna estuviera tierna porque el hueso ya se prestaría para curarme. Hoy no se ve eso, ya no respetan los días de la luna para el campo, hoy [la gente] solo cuando tienen tiempo para sembrar o pixcar [hacer la cosecha] los sábados, pero más los domingos”.
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La actividad agrícola completa permanecía vigente hasta la década de 1970, fecha en que se agudizó la decadencia de la sabiduría tradicional de los pueblos debido a los cambios de índole económico, social y educativo.
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