El bastión de mujeres adultas mayores indígenas en Tlaxcala cada día es menor. Quedan pocas de esa generación de oro cultural que cargó a cuestas pobreza, marginación e indiferencia.
Dentro de las casas de adobe que se resisten a caer tras el paso del tiempo, refugio de su infancia y juventud, encierran más recuerdos tristes que alegrías.
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Hoy, en el Día Internacional de la Mujer Indígena, El Sol de Tlaxcala visibiliza y reconoce la aportación cultural y económica que esas mujeres, muchas veces vejadas y maltratadas, heredaron a las actuales generaciones.
HECHOS, NO PALABRAS
Las mujeres indígenas sufren los tipos de pobreza estipulados por la Organización de las Naciones Unidas, precariedad, exclusión o exclusión por pobreza, discriminación cultural y desigualdad de género.
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Para ellas, los discursos políticos no son alimento ni les llena el alma. Además, el analfabetismo es otra barrera, nunca agarraron los libros, pero el arado sí.
Su infancia la vivieron en el campo y no en las aulas de clases, la necesidad era comer y no aprender.
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Al respecto, Micaela Muñoz Muñoz, mujer indígena de la comunidad de Guadalupe Tlachco, de 82 años de edad, no está sola, la acompañan en su vida 18 nietos y 12 bisnietos, producto de sus siete hijos, cuatro ya fallecidos.
Su infancia, recuerda, la vivió al lado de su abuela, debido a los maltratos de su madrastra.
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Luego, cuando llegó a su mayoría de edad, vivió en unión libre con Miguel Conde, 20 años mayor que ella, pero a pesar de la diferencia de edad, dijo, fue una relación sin violencia, aunque precisa: “Solo una vez me pegó con una vara”, se sincera Micaela Muñoz. Empero, desde el año 2007 es viuda.
Antes, ha experimentado hechos trágicos en su familia, su abuela falleció arrollada por el ferrocarril a principios de los años 60 y una hija perdió la vida por causas que desconoce, en la Ciudad de México.
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El problema es que sus primas la despojaron de la propiedad que le dejó la abuela.
Me dijo mi abuela, tú vas a estar aquí y no vayas a sacar lo que es nada, pero la cosa que nada más los dejó al aire –de voz-, explica la mujer indígena.
A pesar de su analfabetismo supo sacar adelante a sus hijos que, a diferencia de su infancia sin estudios, les inculcó instruirse, lo mismo ocurrió con sus nietos y bisnietos.
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Por otra parte, Rafaela Conde Cocoletzi, de 75 años de edad, comparte su cuarto de unos 18 metros cuadrados con su hija, yerno y tres nietos, vive sumida entre la pobreza. Ella explica que el único dinero que recibe es la pensión de adultos mayores del gobierno federal.
Narra que en su infancia sufrió violencia familiar por parte de su madrastra, tampoco tuvo estudio, pero sí mucha actividad en el cuidado de borregos.
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De esta manera, la mujer indígena comenta que entró en desesperación y a la edad de 15 años se mudó a la casa de un tío, pero la violencia física se hizo presente nuevamente: “Nunca fui feliz”, sollozó.
Asimismo, cuando trató de independizarse y buscó empleo, jamás recibió un peso, debido a que su padre se encargaba de cobrar.
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Después, afirma que consolida una relación donde nació su única hija, quien a los 12 años de edad quedó huérfana de padre tras morir atropellado en la carretera Apizaco-Huamantla, a la altura de San Cosme Xaloztoc, hace 23 años.
Así, la mujer que habita a unos pasos de la barranca de Guadalupe Tlachco se convirtió en el único sostén de su familia.
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“La pobreza ha vivido siempre conmigo”, subraya Rafaela Conde, quien durante el día, solo un plato de frijoles había sido su alimento, y finalizó: Lo que he vivido nunca se me olvidará, estoy pasando muchas tristezas.
LUISA BAUTISTA, OTRO EJEMPLO DE TENACIDAD
En los límites de Tlachco con San José Teacalco habita Luisa Bautista Cocoletzi, mujer indígena quien actualmente cuenta con techo y piso firme.
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A un costado de ahí contrasta la casa de abobe que sigue en pie, que igualmente guarda historias que platicó melancólicamente la también integrante del grupo de danza de adultos mayores de la comunidad.
El recuerdo de su esposo fallecido, la muerte de su hijo ahogado en una alberca, su niñez precaria económicamente, la falta de estudio, pero su devoción católica ha sido el alimento espiritual para sanar emocionalmente.
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En su casa sobresale del altar un cuadro del Señor de la Misericordia, testigo de las angustias que forjaron a Luisa Bautista como una mujer fuerte, que ha soportado de todo para sacar adelante a su familia.
Como la mayoría de las mujeres de su época, el trabajo y producto del campo han sido las vitaminas para cumplir el pasado cuatro de agosto 83 años de edad.
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De esta manera, hoy las mujeres indígenas festejan su día con trabajo en el campo o casa para sacar adelante a sus descendientes, pero como siempre, en medio de la pobreza y marginación.
PARA SABER
- Este cinco de septiembre se rinde tributo a todas las mujeres pertenecientes a los pueblos indígenas del mundo, y lograr visibilizar sus gestas heroicas.
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