Melani N. está contenta con la actividad que realiza como interna en el hogar infantil Caridad. Poco le interesa que tenga que levantarse temprano para cumplir con sus obligaciones, pues ya sabe que ahí le respetan sus derechos.
A sus 10 años, prefiere vivir así a tener que sufrir violencia en el seno familiar. Ella ya sabe que la pandemia del coronavirus ha dejado miles de muertes en Tlaxcala y sigue haciéndolo.
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Y sabe quién la quiere y quién no. Por eso, toma decisiones que son respaldadas por personal del albergue ubicado en Huamantla.
Melani N. y su hermana atraen porque son de tez blanca y ojos de color, sus sonrisas se escuchan en todo el hogar.
Aquí nos tratan bien, nos dan escuela, yo quiero ser enfermera militar para ayudar”, comenta. “A mi hermana y a mí nos regalan ropa, si hacemos la tarea vemos la televisión y jugamos con la bici, comenta.
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Sin embargo, el ciclo escolar y medio que equivale al mismo tiempo que lleva la enfermedad viral, ha reducido el aprendizaje de los escolares; la enseñanza a distancia no está funcionando y el atraso académico es notable. Durante la pandemia les instalaron internet, pero para hacer las tareas de todos los niños y disponen de un solo equipo de telefonía celular.
En el albergue permanecen con regularidad 10 niñas y cuatro niños, son descendientes de madres solteras y padres sin empleo, con problemas de alcoholismo y hasta con antecedentes penales pues han estado en la cárcel.
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FAMILIAS DISFUNCIONALES
En México, cuatro de cada 10 familias con dos o más hijos son disfuncionales; las principales causas se atribuyen a la falta de empleo, una economía pobre y problemas de alcoholismo, revela un estudio realizado por la terapeuta y psicóloga,Olga García Hernández.
El caso de Paola N. y sus dos hermanos es especial, ingresó a los 13 años al hogar infantil. Tiene suerte porque aunque es hija de madre soltera, nadie abusó sexualmente de ella, algo habitual en este tipo de relaciones donde las familias viven hacinadas.
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Ahora ella es una adolescente, tiene 17 años, cursa el segundo año de secundaria, en poco tiempo ya tomará decisiones, cuando llegue a los 18. Para entonces, deberá salir del albergue, mientras que sus hermanos seguirán ahí, intentando encontrar su infancia perdida y reencontrarse con la vida.
Voy a estudiar mecatrónica en la Universidad Tecnológica de Tlaxcala (UTT), expresa entusiasta.
Lo dice porque sabe que cuenta con el apoyo de Francisco Díaz Herrera, responsable del hogar infantil. Ya que la situación de ella y sus hermanos es crítica, pues la visita de su madre no es frecuente, la única alternativa es seguir viviendo ahí.
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La UTT está a cinco minutos del albergue, esa es otra de las razones para proseguir sus estudios. En la última casa de la calle Otomí, de la colonia Ferrocarrilera, doña Dolores de la Cruz, lleva más tiempo trabajando con los infantes, 14 años para ser exactos.
Originaria de Tlaxcala, ha convivido con más de un centenar de niños y niñas de diferentes entidades en ese lugar.
Todos los niños realizan pequeñas labores, lo importante es que olviden su pasado y vivan su infancia que les han robado, expresa la mujer.
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En este sentido, Karina Beltrán, directora de la institución, confirma que el Hogar de la Caridad atiende a 30 niños, aunque algunos entran y salen.
Aquí trabajamos cinco personas, en la pandemia vivimos en crisis económica, pero nunca nos faltaron los alimentos, ni cuando el padre se enfermó de Covid-19, ahora seguimos viviendo de la caridad, destaca.
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Fueron varios meses que el padre Francisco Díaz Herrera no vino, hasta que sanó por completo del SARS-CoV-2,
relata.
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No muy lejos de ahí, en San Pedro Tlalcuapan, municipio de Chiautempan, Francisco Díaz ya se reincorporó al 100 % a servir a Dios y a su pueblo. Eso sí, lo hace con máximas medidas de seguridad, uso de cubrebocas y gel antibacterial.
Ya hizo un año que me enfermé de coronavirus, después de 26 años de sacerdocio, más de mil niños y adolescentes he bautizado; Richard, el más reciente. Además, 100 niños han recuperado su infancia en el hogar, con la gracia de Dios, puntualiza.
- ORIGEN El 13 de abril de 1997 se constituyó la asociación civil para que los niños tuvieran otra oportunidad de vida, con resultados positivos, aunque el abandono de infantes persiste sin que nadie lo detenga, se antoja una quimera.
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