/ martes 22 de enero de 2019

Incapacidad gubernamental e irresponsabilidad social

Lo ocurrido en Tlahuelipan, municipio de Hidalgo, donde la explosión en una toma clandestina del ducto Tuxpan-Tula dejó decenas de muertos y heridos, representa una dura lección para todos.

Para las autoridades, porque los hechos evidencian una vez más que no están preparadas ni capacitadas para enfrentar una situación de esa naturaleza, y porque los protocolos de acción y contención simplemente no funcionan.

Para la gente, por su irresponsabilidad e imprudencia en su participación frente a hechos que, a la vista de todos, son peligrosos.

Es evidente que algo está pasando. En qué momento una parte de la sociedad perdió la moral y los buenos principios para convertirse en infractora de la ley y “maestra” de la rapiña.

O de qué otra forma se entiende que allá en Tabasco, después de que un tráiler cargado de vacas volcó, decenas de personas no solo se llevaron los animales muertos sino que, algunos, ante la presencia de los elementos policiacos, destazaron las reses para que pudieran llevarse más carne. Inaceptable.

Las autoridades, por su lado, entraron en una etapa de relajación total pues, frente a la rapiña, se han vuelto solo espectadores.

Y lo tienen claro: para qué enfrentar una turba fuera de control y capaz de todo con total de robar y saquear.

La tragedia de Hidalgo debería ser una lección de vida, el problema es que no entendemos. En 2013, varias personas -entre ellos menores de edad- murieron durante una peregrinación en San Jesús Tepactepec, municipio de Nativitas, cuando cargaban cohetones y explotaron. Los cuerpos quedaron destrozados y hoy, a seis años de distancia, hay personas que no han sanado sus heridas y siguen en el proceso de rehabilitación.

Tampoco importó, porque en cualquier festividad religiosa la quema de pólvora, como una manera de adorar a los santos, sigue siendo una constante.

Lo cierto es que desde hace diez años en Tlaxcala existe el robo de hidrocarburo, pero nadie quiso ponerle atención. Ni el gobierno de la República, ni el Estatal, ni los municipales y ni Petróleos Mexicanos.

Lo acontecido en Hidalgo ya se había vivido en esta entidad, aunque, para fortuna de todos, sin consecuencias fatales.

Por ejemplo, basado en información que en su momento y oportunamente El Sol de Tlaxcala dio a conocer, los parajes de Santa Isabel Mixtitlán y San Agustín, ambos de Calpulalpan, son lugares donde se registró la mayor actividad de personas que, en una década, llegaron a recolectar hidrocarburo en pequeños estanques naturales y represas construidas originalmente para captar agua pluvial.

En esos lugares, en marzo pasado, resultado de la ordeña clandestina, se registraron dos incendios de considerable magnitud, donde ardieron miles de litros de diésel.

El asunto es que en todo ese tiempo todos sabían, pobladores y autoridades locales, que en las comunidades de San Agustín, Las Jaras, Los Lavaderos, Puente Ocomique, Rancho Tequixtla, La Venta, Puente Santa Isabel y La Soledad, donde cruza un ducto que transporta combustóleo, otro de gas natural y uno más que sirve para enviar 200 barriles de hidrocarburo por hora de Minatitlán, Veracruz, a Venta de Carpio, en el Estado de México, la ordeña estaba a la orden del día, pero los gobiernos federal y estatal nunca pusieron los ojos aquí y dejaron que el problema creciera sin control a las magnitudes que hoy conocemos en el ámbito nacional.

En Calpulalpan y Nanacamilpa era común ver cómo cientos de personas, hombres, mujeres y niños, ante la inacción de policías y soldados, aún con los riesgos que eso representaba, recolectaban combustible con cubetas para depositarlo en bidones de más de mil litros que llevaban a bordo de camionetas para transportarlo a diferentes comunidades donde lo vendían en 15 o 16 pesos.

Sin titubeos, es tiempo de que las autoridades de los tres niveles de gobierno replanteen sus protocolos de acción, porque siempre son los últimos en enterarse o en actuar.

En una fuga de hidrocarburos, como en los linchamientos de presuntos delincuentes, los primeros que llegan son los pobladores, después los policías de comunidad o municipales y luego los reporteros.

Y del lado de la sociedad, es tiempo de recuperar valores porque, como padres de familia, qué le enseñamos a nuestros hijos si los llevamos a robar combustible en una toma clandestina provocada por delincuentes.

La responsabilidad es de todos. Dejemos que la autoridad haga su trabajo no solo combatiendo sino erradicando este mal y que la sociedad se comporte con responsabilidad y prudencia.

No será fácil y explicó por qué. El último derrame de hidrocarburo registrado en Tlaxcala fue en noviembre de 2018, en La Soledad, Calpulalpan.

Luego entonces, por qué todavía se vende huachicol en poblaciones del norponiente y en la zona de Ixtacuixtla. ¿Dónde se surten? Es pregunta. Al tiempo.

*****

EPÍLOGO...

1.-PROMETER NO EMPOBRECE... Ya empezó el Segundo Periodo Ordinario de Sesiones y varias propuestas de la pasada agenda fueron a parar al cesto de la basura, como despenalizar el aborto y el consumo de mariguana. Odio decirlo, pero se los dije: era una agenda legislativa de avanzada para un pueblo moralista, aunque ahora corrijo, para diputados moralistas.

Lo ocurrido en Tlahuelipan, municipio de Hidalgo, donde la explosión en una toma clandestina del ducto Tuxpan-Tula dejó decenas de muertos y heridos, representa una dura lección para todos.

Para las autoridades, porque los hechos evidencian una vez más que no están preparadas ni capacitadas para enfrentar una situación de esa naturaleza, y porque los protocolos de acción y contención simplemente no funcionan.

Para la gente, por su irresponsabilidad e imprudencia en su participación frente a hechos que, a la vista de todos, son peligrosos.

Es evidente que algo está pasando. En qué momento una parte de la sociedad perdió la moral y los buenos principios para convertirse en infractora de la ley y “maestra” de la rapiña.

O de qué otra forma se entiende que allá en Tabasco, después de que un tráiler cargado de vacas volcó, decenas de personas no solo se llevaron los animales muertos sino que, algunos, ante la presencia de los elementos policiacos, destazaron las reses para que pudieran llevarse más carne. Inaceptable.

Las autoridades, por su lado, entraron en una etapa de relajación total pues, frente a la rapiña, se han vuelto solo espectadores.

Y lo tienen claro: para qué enfrentar una turba fuera de control y capaz de todo con total de robar y saquear.

La tragedia de Hidalgo debería ser una lección de vida, el problema es que no entendemos. En 2013, varias personas -entre ellos menores de edad- murieron durante una peregrinación en San Jesús Tepactepec, municipio de Nativitas, cuando cargaban cohetones y explotaron. Los cuerpos quedaron destrozados y hoy, a seis años de distancia, hay personas que no han sanado sus heridas y siguen en el proceso de rehabilitación.

Tampoco importó, porque en cualquier festividad religiosa la quema de pólvora, como una manera de adorar a los santos, sigue siendo una constante.

Lo cierto es que desde hace diez años en Tlaxcala existe el robo de hidrocarburo, pero nadie quiso ponerle atención. Ni el gobierno de la República, ni el Estatal, ni los municipales y ni Petróleos Mexicanos.

Lo acontecido en Hidalgo ya se había vivido en esta entidad, aunque, para fortuna de todos, sin consecuencias fatales.

Por ejemplo, basado en información que en su momento y oportunamente El Sol de Tlaxcala dio a conocer, los parajes de Santa Isabel Mixtitlán y San Agustín, ambos de Calpulalpan, son lugares donde se registró la mayor actividad de personas que, en una década, llegaron a recolectar hidrocarburo en pequeños estanques naturales y represas construidas originalmente para captar agua pluvial.

En esos lugares, en marzo pasado, resultado de la ordeña clandestina, se registraron dos incendios de considerable magnitud, donde ardieron miles de litros de diésel.

El asunto es que en todo ese tiempo todos sabían, pobladores y autoridades locales, que en las comunidades de San Agustín, Las Jaras, Los Lavaderos, Puente Ocomique, Rancho Tequixtla, La Venta, Puente Santa Isabel y La Soledad, donde cruza un ducto que transporta combustóleo, otro de gas natural y uno más que sirve para enviar 200 barriles de hidrocarburo por hora de Minatitlán, Veracruz, a Venta de Carpio, en el Estado de México, la ordeña estaba a la orden del día, pero los gobiernos federal y estatal nunca pusieron los ojos aquí y dejaron que el problema creciera sin control a las magnitudes que hoy conocemos en el ámbito nacional.

En Calpulalpan y Nanacamilpa era común ver cómo cientos de personas, hombres, mujeres y niños, ante la inacción de policías y soldados, aún con los riesgos que eso representaba, recolectaban combustible con cubetas para depositarlo en bidones de más de mil litros que llevaban a bordo de camionetas para transportarlo a diferentes comunidades donde lo vendían en 15 o 16 pesos.

Sin titubeos, es tiempo de que las autoridades de los tres niveles de gobierno replanteen sus protocolos de acción, porque siempre son los últimos en enterarse o en actuar.

En una fuga de hidrocarburos, como en los linchamientos de presuntos delincuentes, los primeros que llegan son los pobladores, después los policías de comunidad o municipales y luego los reporteros.

Y del lado de la sociedad, es tiempo de recuperar valores porque, como padres de familia, qué le enseñamos a nuestros hijos si los llevamos a robar combustible en una toma clandestina provocada por delincuentes.

La responsabilidad es de todos. Dejemos que la autoridad haga su trabajo no solo combatiendo sino erradicando este mal y que la sociedad se comporte con responsabilidad y prudencia.

No será fácil y explicó por qué. El último derrame de hidrocarburo registrado en Tlaxcala fue en noviembre de 2018, en La Soledad, Calpulalpan.

Luego entonces, por qué todavía se vende huachicol en poblaciones del norponiente y en la zona de Ixtacuixtla. ¿Dónde se surten? Es pregunta. Al tiempo.

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EPÍLOGO...

1.-PROMETER NO EMPOBRECE... Ya empezó el Segundo Periodo Ordinario de Sesiones y varias propuestas de la pasada agenda fueron a parar al cesto de la basura, como despenalizar el aborto y el consumo de mariguana. Odio decirlo, pero se los dije: era una agenda legislativa de avanzada para un pueblo moralista, aunque ahora corrijo, para diputados moralistas.