/ viernes 15 de mayo de 2020

¡La más grande aberración humana!

El trayecto de la historia asemeja una ruleta donde se apuesta por la vida o la muerte. Prevaleciendo por desventura lo segundo. Como género humano glorificamos riquezas, poder, ansias de conquista, la animalidad y los odios. Guerras e imperios describen su crónica con sangre, dolor, sufrimiento, tortura y muerte. Los anales son relatos en que los poderosos dominan. En veloz recorrido milenario encontramos un solo escenario, donde el hombre es el verdugo del hombre.

"Conquista" es sinónimo de despojo, crueldades, esclavitud y exterminio. Hemos olvidado edificar la bienaventuranza. A diario atentamos contra el medio ambiente, contaminamos la tierra, la atmosfera, a la naturaleza toda y el mar. Pareciera que no queremos un mañana, solo ambicionamos las montañas de opulencia y poder. Desatendemos la formación del espíritu, la libertad y el bienestar. Esta crisis nos escupe en el rostro que hemos sido ciegos y sordos para buscar la prosperidad de todos. Olvidamos que, finalmente a animales racionales nos acoge un planeta plagado de virus mortales.

Cultivamos la riqueza y el poder, descuidamos áreas esenciales a nuestro ser natural. Nos adueñamos del planeta, exploramos mares, abismos marítimos y espacios siderales. Magallanes comprobó que el mundo era redondo. Colón, que había otros continentes. Las guerras mundiales e Hiroshima y Nagasaki fueron orgullo de unos y catástrofe para otros. Millones sufrieron y murieron. Sondas interestelares exploran los confines universales. Miramos lo insondable con gigantescos telescopios. Los abismos marinos nos han descubierto sus secretos. Las ciencias todas, denotan un avance pasmoso. Pero esta pandemia nos grita nuestra incapacidad para prever amenazas de universal magnitud. No obstante, la histórica recurrencia de otras epidemias.

Un bicho microscópico nos amenaza, acosa al mundo, evidencia sistemas políticos y económicos. Con el uno por ciento del producto interno bruto de las economías del planeta, seria posible atender la salud humana que es la piedra de toque para la búsqueda de la felicidad. ¿Por qué nos importa más la muerte que la vida? Necio y absurdo resulta, la prioridad por el dinero y el mando, que la primigenia atención por la preservación de la vida humana.

¿Qué esperamos para resolver este problema capital? Armas y medios de comunicación enseñorean el actuar y la mente. La ignorancia se encarga del resto. La pobreza de cientos de millones, se atiende con dádivas, mentiras y sometimiento. A nuestros líderes políticos no les importa más que el control social. De verdad, tengo fe en que lo que está ocurriendo mueva algunos centímetros la terquedad de quienes prefieren el mercado y la acumulación de oro. Ya que de otra forma y mientras no aparezca la vacuna, una segunda oleada de coronavirus, será la espada de Damocles y deberemos vivir confinados, embozados y temerosos ante la muerte.

El trayecto de la historia asemeja una ruleta donde se apuesta por la vida o la muerte. Prevaleciendo por desventura lo segundo. Como género humano glorificamos riquezas, poder, ansias de conquista, la animalidad y los odios. Guerras e imperios describen su crónica con sangre, dolor, sufrimiento, tortura y muerte. Los anales son relatos en que los poderosos dominan. En veloz recorrido milenario encontramos un solo escenario, donde el hombre es el verdugo del hombre.

"Conquista" es sinónimo de despojo, crueldades, esclavitud y exterminio. Hemos olvidado edificar la bienaventuranza. A diario atentamos contra el medio ambiente, contaminamos la tierra, la atmosfera, a la naturaleza toda y el mar. Pareciera que no queremos un mañana, solo ambicionamos las montañas de opulencia y poder. Desatendemos la formación del espíritu, la libertad y el bienestar. Esta crisis nos escupe en el rostro que hemos sido ciegos y sordos para buscar la prosperidad de todos. Olvidamos que, finalmente a animales racionales nos acoge un planeta plagado de virus mortales.

Cultivamos la riqueza y el poder, descuidamos áreas esenciales a nuestro ser natural. Nos adueñamos del planeta, exploramos mares, abismos marítimos y espacios siderales. Magallanes comprobó que el mundo era redondo. Colón, que había otros continentes. Las guerras mundiales e Hiroshima y Nagasaki fueron orgullo de unos y catástrofe para otros. Millones sufrieron y murieron. Sondas interestelares exploran los confines universales. Miramos lo insondable con gigantescos telescopios. Los abismos marinos nos han descubierto sus secretos. Las ciencias todas, denotan un avance pasmoso. Pero esta pandemia nos grita nuestra incapacidad para prever amenazas de universal magnitud. No obstante, la histórica recurrencia de otras epidemias.

Un bicho microscópico nos amenaza, acosa al mundo, evidencia sistemas políticos y económicos. Con el uno por ciento del producto interno bruto de las economías del planeta, seria posible atender la salud humana que es la piedra de toque para la búsqueda de la felicidad. ¿Por qué nos importa más la muerte que la vida? Necio y absurdo resulta, la prioridad por el dinero y el mando, que la primigenia atención por la preservación de la vida humana.

¿Qué esperamos para resolver este problema capital? Armas y medios de comunicación enseñorean el actuar y la mente. La ignorancia se encarga del resto. La pobreza de cientos de millones, se atiende con dádivas, mentiras y sometimiento. A nuestros líderes políticos no les importa más que el control social. De verdad, tengo fe en que lo que está ocurriendo mueva algunos centímetros la terquedad de quienes prefieren el mercado y la acumulación de oro. Ya que de otra forma y mientras no aparezca la vacuna, una segunda oleada de coronavirus, será la espada de Damocles y deberemos vivir confinados, embozados y temerosos ante la muerte.