/ viernes 15 de enero de 2021

¡La reinvención de sí mismo!

Nuestros vecinos del norte deberán reinventarse. La necesidad es evidente. Inconformes del sistema, azuzados por el jefe de la Casa Blanca, la semana pasada cometieron tropelías en el Capitolio. Sitio histórica-política y económicamente determinante. Ahí radican los poderes senatoriales de quienes se jactan ser el modelo democrático del mundo. Prototipo que exige ser replicado en todas las democracias de la tierra.

Paradigma que se quebrantó por la irrupción de turbas desquiciadas que parecían buscar un golpe de estado “bananero”, que el éxito no alcanzó. Las claras evidencias apuntan al jefe del país, quien sin pruebas no ha cesado de alegar fraude electoral. Fue tan universal el escándalo y tanto cimbró las estructuras del sistema que sus aliados institucionales y financiaros lo abandonaron y debió anunciar que colaboraría para la transferencia del poder en paz. Pudo creerse que la crisis había pasado. Esta sí, pero sus causas ahí están. Se trata de un gobierno de y para los poderosos y en contra de las minorías. El neoliberalismo agudizó la concentración de la riqueza. Desmanteló el bienestar social. El traslado de enormes factorías a los países de mano de obra barata. La mortandad epidémica descarnó la profundidad del problema. Sociedad de contrastes, que prohijó el régimen Trumpiano. Cuyo discurso exhibió en su momento, matices Hitlerianos. La amenaza no cesa, se rumora que el veinte de enero cincuenta estados replicarán los sucesos del Capitolio.

La sobrevivencia del imperio financiero más fabuloso que haya conocido la historia del planeta, reclama profunda transformación filosófica-institucional, que origine nuevas formas sociales, consecuentes con el inmenso y diverso mosaico que dibuja esa nación de inmigrantes, en la cual el color de la piel se respete, pobreza y desempleo se desvanezcan y se respete la voluntad popular. Solo entonces podrá continuar su acenso histórico si es que así lo quieren. Porque pasmosa es la riqueza de los distritos financieros mundiales, como insultante la pobreza de los guetos negros. Erradique impunidad para los policías asesinos de la gente de color. Garantice asistencia médica para todos, educación universitaria. Estas carencias son caldo de cultivo para la inconformidad y la violencia en un país donde resulta más fácil comprar un arma automática de última generación, que un seguro de vida. Una “asociación nacional del rifle” tan poderosa, como si habláramos de una asociación religiosa. Clausuradas las vías institucionales para reformar, convencidos de que a la buena nada lograran, solo esperan la voz que prometa redención, aunque demagógica resulte.

Es un problema de fondo, de origen. Esas contradicciones están desde que nacieron independientes de Inglaterra. Los fundadores diseñaron una democracia que durante más de un siglo funcionó y aunque gradual, pero tuvieron que dar cabida a las minorías raciales y a la oleada de inmigrantes que llegó. Aunque asumieron el papel de policías mundiales, abriendo brecha para que las transnacionales explotaran los recursos naturales del orbe. Para esto, enmendaron varias veces su constitución. Pero ahora el sistema ya no resiste y deberá trabajar prioritariamente el gobierno entrante construyendo la estructura que sostenga de pie al imperio. Reformas que permitan la coexistencia de las diversas razas, que garanticen el acceso a salud, a la educación, al empleo, a la convivencia pacífica, que viabilice un sistema electoral de elección directa, pero, sobre todo, dé ejemplo al mundo, de respeto por la verdad, como discurso político desterrando mentira y demagogia. Impidiendo así que la irracionalidad se adueñe del poder. Transformaciones que no admiten demora incluso para los dueños del capital mundial y para los intereses de los cenáculos financieros de Wall Street.

Rehacer de fondo al sistema o sostenerse con la fuerza de la policía y la guardia nacional, permitiendo que se siga cultivando la posibilidad de una guerra civil. Por ahora en los salones de la casa Blanca deambula la paranoia, con el maletín de las decisiones nucleares en la mano. Pesadilla que esperamos concluya el veinte de enero.

Nuestros vecinos del norte deberán reinventarse. La necesidad es evidente. Inconformes del sistema, azuzados por el jefe de la Casa Blanca, la semana pasada cometieron tropelías en el Capitolio. Sitio histórica-política y económicamente determinante. Ahí radican los poderes senatoriales de quienes se jactan ser el modelo democrático del mundo. Prototipo que exige ser replicado en todas las democracias de la tierra.

Paradigma que se quebrantó por la irrupción de turbas desquiciadas que parecían buscar un golpe de estado “bananero”, que el éxito no alcanzó. Las claras evidencias apuntan al jefe del país, quien sin pruebas no ha cesado de alegar fraude electoral. Fue tan universal el escándalo y tanto cimbró las estructuras del sistema que sus aliados institucionales y financiaros lo abandonaron y debió anunciar que colaboraría para la transferencia del poder en paz. Pudo creerse que la crisis había pasado. Esta sí, pero sus causas ahí están. Se trata de un gobierno de y para los poderosos y en contra de las minorías. El neoliberalismo agudizó la concentración de la riqueza. Desmanteló el bienestar social. El traslado de enormes factorías a los países de mano de obra barata. La mortandad epidémica descarnó la profundidad del problema. Sociedad de contrastes, que prohijó el régimen Trumpiano. Cuyo discurso exhibió en su momento, matices Hitlerianos. La amenaza no cesa, se rumora que el veinte de enero cincuenta estados replicarán los sucesos del Capitolio.

La sobrevivencia del imperio financiero más fabuloso que haya conocido la historia del planeta, reclama profunda transformación filosófica-institucional, que origine nuevas formas sociales, consecuentes con el inmenso y diverso mosaico que dibuja esa nación de inmigrantes, en la cual el color de la piel se respete, pobreza y desempleo se desvanezcan y se respete la voluntad popular. Solo entonces podrá continuar su acenso histórico si es que así lo quieren. Porque pasmosa es la riqueza de los distritos financieros mundiales, como insultante la pobreza de los guetos negros. Erradique impunidad para los policías asesinos de la gente de color. Garantice asistencia médica para todos, educación universitaria. Estas carencias son caldo de cultivo para la inconformidad y la violencia en un país donde resulta más fácil comprar un arma automática de última generación, que un seguro de vida. Una “asociación nacional del rifle” tan poderosa, como si habláramos de una asociación religiosa. Clausuradas las vías institucionales para reformar, convencidos de que a la buena nada lograran, solo esperan la voz que prometa redención, aunque demagógica resulte.

Es un problema de fondo, de origen. Esas contradicciones están desde que nacieron independientes de Inglaterra. Los fundadores diseñaron una democracia que durante más de un siglo funcionó y aunque gradual, pero tuvieron que dar cabida a las minorías raciales y a la oleada de inmigrantes que llegó. Aunque asumieron el papel de policías mundiales, abriendo brecha para que las transnacionales explotaran los recursos naturales del orbe. Para esto, enmendaron varias veces su constitución. Pero ahora el sistema ya no resiste y deberá trabajar prioritariamente el gobierno entrante construyendo la estructura que sostenga de pie al imperio. Reformas que permitan la coexistencia de las diversas razas, que garanticen el acceso a salud, a la educación, al empleo, a la convivencia pacífica, que viabilice un sistema electoral de elección directa, pero, sobre todo, dé ejemplo al mundo, de respeto por la verdad, como discurso político desterrando mentira y demagogia. Impidiendo así que la irracionalidad se adueñe del poder. Transformaciones que no admiten demora incluso para los dueños del capital mundial y para los intereses de los cenáculos financieros de Wall Street.

Rehacer de fondo al sistema o sostenerse con la fuerza de la policía y la guardia nacional, permitiendo que se siga cultivando la posibilidad de una guerra civil. Por ahora en los salones de la casa Blanca deambula la paranoia, con el maletín de las decisiones nucleares en la mano. Pesadilla que esperamos concluya el veinte de enero.