/ sábado 16 de diciembre de 2023

Los avatares de nuestro tiempo | Ajedrez, espectáculo y combate a la corrupción

En los regímenes democráticos hay principios y valores asumidos al unísono. Ahí, el combate a la corrupción tiene centralidad por el sentido colectivo de la democracia. Dado que la corrupción es la utilización de asuntos, recursos o espacios de interés público con la finalidad de obtener beneficios indebidos para particulares, el combate a esta problemática es una exigencia democrática. El consenso sobre la necesidad de combatir la corrupción es innegable.


El acuerdo explícito para combatir la corrupción se ha logrado en diferentes niveles. Destaca que nivel internacional -los países con regímenes democráticos- conformaron un diseño institucional basado en la colaboración y la vigilancia multilateral. La creación de la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción (UNCAC) persigue ese propósito central, empero, también es una herramienta de confluencia con otros intereses políticos y económicos, es -como el resto de los mecanismos internacionales- resultado de la distribución de poder entre los Estados nacionales. Aunque los objetivos de la Convención están orientados a la protección internacional contra la corrupción, es cierto que existen gobiernos nacionales que -dada su experiencia institucional-cuentan con mejores previsiones, prácticas y mayores recursos para hacer frente a un problema complejo como la corrupción.


Justo en el listado de países que dirigen las cruzadas contra la corrupción está Estados Unidos de Norteamérica. El calificativa no significa que -en el país vecino- no existan casos de corrupción o falta de integridad y ética pública. Más bien es indicativo de que su capacidad de política exterior e influencia en la política internacional es -por decirlo de alguna manera- también elocuente en el ámbito del control de la corrupción. En el juego de ajedrez internacional, EUA también tiene piezas y estrategias valiosas en el combate a la corrupción. En este sentido, es comprensible que la Décima Conferencia de la UNCAC sea realizada en la ciudad de Atlanta y esto coincida con el posicionamiento de EUA sobre casos de corrupción en el exterior.


Existe una tendencia a opinar sobre -casi- cualquier tema por parte de los países con economías centrales y con mayor influencia política global. El caso de EUA en el caso de la coyuntura anticorrupción y escándalos políticos en el mundo es notable. La posición del gobierno estadounidense no solamente se limita a manifestarse en los espacios institucionales formales, como la UNCAC, también lo hace -como forma de presión política- en espacios estrictamente domésticos o locales como sus cuerpos legislativos y sus instituciones de cooperación internacional.


Bajo esta tesitura, esta semana fueron relevantes dos posicionamientos: el primero por parte del Partido Republicano en la Cámara de Representantes y el segundo por parte de la Embajada de EUA en China. En el legislativo estadounidense, los republicanos solicitaron al Presidente Biden la utilización de los instrumentos necesarios para lograr que Cristina Fernández de Kirchner rinda cuentas por presuntos actos de corrupción. Los señalamientos escalan al punto de que, identifican que los actos deliberados de Fernández permitieron transacciones financieras entre el gobierno argentino y China, Rusia y Venezuela. En segundo lugar, el posicionamiento de la Embajada estadounidense en China hace énfasis en la definición de la corrupción como un problema de seguridad nacional. Por tanto, remarca la necesidad de generar controles de las prácticas corruptas en el extranjero.


Ambos asuntos noticiosos tienen un punto de intersección: el juego de ajedrez por parte de EUA para mantener y recuperar espacios de influencia -en tanto actor geopolítico preponderante- sobre otros países. En el caso de los señalamientos a la élite política en Argentina, es comprensible que en un contexto de cambio -tras el arribo de Milei a la Presidencia- se pretenda tener incidencia directa en los primeros meses para definir una ruta de acercamiento entre EUA y el país sudamericano. Simultáneamente es un intento por frenar la expansión de la influencia de China en la región. En el caso del desplegado de la Embajada de EUA en China es una muestra del conflicto geopolítico y cómo se ha tomado la agenda anticorrupción para hacer frente a países antagónicos.


En términos prácticos, los EUA abordan la agenda anticorrupción para proteger intereses nacionales frente a la expansión china. No es previsible el resultado de esta política, pero sí genera expectativa, sobre todo por el anuncio de proyectos que -en todo sentido- intervienen en la administración de las políticas nacionales. La Agenda de Cooperación estadounidense -aún con ciertas dificultades para la distribución de competencias y facultades- creó una Comisión para el Combate de la Corrupción en el Extranjero. Esto es la confrontación y la espectacularización del combate a la corrupción en el mundo.


Este hecho no necesariamente tiene una connotación negativa. El espectáculo y el juego de ajedrez hacen que los casos de corrupción estén en el centro de la mirada pública y los actores internacionales (llámese gobierno, organizaciones de la sociedad civil y organismos multinacionales) se comprometan institucionalmente a implementar estrategias y políticas públicas para contar con mejores sistemas de prevención, detección, control y sanción de hechos de corrupción.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz

Twitter: @EnriqueBermC

Existe una tendencia a opinar sobre -casi- cualquier tema por parte de los países con economías centrales y con mayor influencia política global. El caso de EUA en el caso de la coyuntura anticorrupción y escándalos políticos en el mundo es notable.

En los regímenes democráticos hay principios y valores asumidos al unísono. Ahí, el combate a la corrupción tiene centralidad por el sentido colectivo de la democracia. Dado que la corrupción es la utilización de asuntos, recursos o espacios de interés público con la finalidad de obtener beneficios indebidos para particulares, el combate a esta problemática es una exigencia democrática. El consenso sobre la necesidad de combatir la corrupción es innegable.


El acuerdo explícito para combatir la corrupción se ha logrado en diferentes niveles. Destaca que nivel internacional -los países con regímenes democráticos- conformaron un diseño institucional basado en la colaboración y la vigilancia multilateral. La creación de la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción (UNCAC) persigue ese propósito central, empero, también es una herramienta de confluencia con otros intereses políticos y económicos, es -como el resto de los mecanismos internacionales- resultado de la distribución de poder entre los Estados nacionales. Aunque los objetivos de la Convención están orientados a la protección internacional contra la corrupción, es cierto que existen gobiernos nacionales que -dada su experiencia institucional-cuentan con mejores previsiones, prácticas y mayores recursos para hacer frente a un problema complejo como la corrupción.


Justo en el listado de países que dirigen las cruzadas contra la corrupción está Estados Unidos de Norteamérica. El calificativa no significa que -en el país vecino- no existan casos de corrupción o falta de integridad y ética pública. Más bien es indicativo de que su capacidad de política exterior e influencia en la política internacional es -por decirlo de alguna manera- también elocuente en el ámbito del control de la corrupción. En el juego de ajedrez internacional, EUA también tiene piezas y estrategias valiosas en el combate a la corrupción. En este sentido, es comprensible que la Décima Conferencia de la UNCAC sea realizada en la ciudad de Atlanta y esto coincida con el posicionamiento de EUA sobre casos de corrupción en el exterior.


Existe una tendencia a opinar sobre -casi- cualquier tema por parte de los países con economías centrales y con mayor influencia política global. El caso de EUA en el caso de la coyuntura anticorrupción y escándalos políticos en el mundo es notable. La posición del gobierno estadounidense no solamente se limita a manifestarse en los espacios institucionales formales, como la UNCAC, también lo hace -como forma de presión política- en espacios estrictamente domésticos o locales como sus cuerpos legislativos y sus instituciones de cooperación internacional.


Bajo esta tesitura, esta semana fueron relevantes dos posicionamientos: el primero por parte del Partido Republicano en la Cámara de Representantes y el segundo por parte de la Embajada de EUA en China. En el legislativo estadounidense, los republicanos solicitaron al Presidente Biden la utilización de los instrumentos necesarios para lograr que Cristina Fernández de Kirchner rinda cuentas por presuntos actos de corrupción. Los señalamientos escalan al punto de que, identifican que los actos deliberados de Fernández permitieron transacciones financieras entre el gobierno argentino y China, Rusia y Venezuela. En segundo lugar, el posicionamiento de la Embajada estadounidense en China hace énfasis en la definición de la corrupción como un problema de seguridad nacional. Por tanto, remarca la necesidad de generar controles de las prácticas corruptas en el extranjero.


Ambos asuntos noticiosos tienen un punto de intersección: el juego de ajedrez por parte de EUA para mantener y recuperar espacios de influencia -en tanto actor geopolítico preponderante- sobre otros países. En el caso de los señalamientos a la élite política en Argentina, es comprensible que en un contexto de cambio -tras el arribo de Milei a la Presidencia- se pretenda tener incidencia directa en los primeros meses para definir una ruta de acercamiento entre EUA y el país sudamericano. Simultáneamente es un intento por frenar la expansión de la influencia de China en la región. En el caso del desplegado de la Embajada de EUA en China es una muestra del conflicto geopolítico y cómo se ha tomado la agenda anticorrupción para hacer frente a países antagónicos.


En términos prácticos, los EUA abordan la agenda anticorrupción para proteger intereses nacionales frente a la expansión china. No es previsible el resultado de esta política, pero sí genera expectativa, sobre todo por el anuncio de proyectos que -en todo sentido- intervienen en la administración de las políticas nacionales. La Agenda de Cooperación estadounidense -aún con ciertas dificultades para la distribución de competencias y facultades- creó una Comisión para el Combate de la Corrupción en el Extranjero. Esto es la confrontación y la espectacularización del combate a la corrupción en el mundo.


Este hecho no necesariamente tiene una connotación negativa. El espectáculo y el juego de ajedrez hacen que los casos de corrupción estén en el centro de la mirada pública y los actores internacionales (llámese gobierno, organizaciones de la sociedad civil y organismos multinacionales) se comprometan institucionalmente a implementar estrategias y políticas públicas para contar con mejores sistemas de prevención, detección, control y sanción de hechos de corrupción.

Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz

Twitter: @EnriqueBermC

Existe una tendencia a opinar sobre -casi- cualquier tema por parte de los países con economías centrales y con mayor influencia política global. El caso de EUA en el caso de la coyuntura anticorrupción y escándalos políticos en el mundo es notable.