/ viernes 19 de febrero de 2021

¡Por fin la vacuna…!

Son de la tercera edad, fueron vacunados en La Magdalena Contreras, D.F. y lloraron felicidad, porque entienden que, con todo y sus defectos, una vacuna es expectativa de vida. Que esta demoniaca plaga no causará nuestra muerte. Son de ellos, 80 años de vida y resguardo del tesoro más preciado.

Un año confinados por la amenaza de la parca que, malignamente, ha acarreado muertes vecinales y fraternas. Encierro de angustias por que los nuestros no enfermaran y murieran. Equilibristas de improviso, aprendimos a caminar en el filo del cuchillo de la muerte. Voluntarios prisioneros del hogar, víctimas de estragos físicos, económicos y psicológicos, hasta la desesperación. Agobiados, en diciembre decidimos “fugarnos” y “que sea lo que Dios quiera” o “de algo me he de morir”. Abarrotamos calles y centros comerciales. Celebraciones, reuniones, playas, “porque no se mañana si viviré”. Las funestas consecuencias las vivimos en estas semanas. De la historia se aprende. Los españoles invasores nos trajeron la viruela que mató por cientos de miles y les ayudó a subyugarnos. Cataclismicas pandemias y la raza humana está aquí. Nos aferramos a la vida, ese es nuestro instinto natural. Buscamos “continuar” en nuestros hijos y nietos. “Sí yo muero, que mi estirpe continúe”. Ese sueño de sobrevivir, le da viabilidad a la existencia humana. Su momento cumbre es el placer sexual. La reproducción por la cual nacemos. Soledades y aislamientos, cercanía de la muerte. Trajeron como fruto en el país más de 145 mil embarazos no deseados. “La vida se abre paso”. Asegura su continuidad. Por eso los abuelos lloran de emoción al recibir la vacuna. Por tradición oral recuerdan la gripe española del 18, atacada con remedios caseros, sin vacunas, sin apoyos del Gobierno ni medicinas de patente, dejó un rastro de millones de duelos y tristezas. Se resolvió con la inmunidad de rebaño y a la buena de Dios. Esa generación, de tanto fraternizar con la muerte, la veían como hermana y procrearon descendientes por docenas “por los que se murieran”. Así ocurrió con mis abuelos y solo eso les aseguró su continuidad en el tiempo. Entonces, no tuvieron ni una alcayata ardiente de la cual sujetarse. Nuestra generación en septiembre no tenía soluciones a la vista, navegábamos en aguas procelosas de tenebroso túnel, sin mirar la luz al frente. Las vacunas que en desenfrenada carrera las farmacéuticas encontraron y producen, son por ahora la única ilusión. En el pasado, enfermedades como polio, tosferina, viruela y muchas más han desaparecido por medio de vacunas. Pero algunas regresan. El cáncer no, porque es enfermedad que deja exorbitantes ganancias para médicos y laboratorios, de costosos protocolos. Ese es el “negó”. En tan corto tiempo de desarrollo a estas vacunas, imposible exigirles perfección, se requeriría para ello, años, tiempo del que la humanidad por ahora no dispone. Pero el momento de la vacuna llegó. El turno es de los adultos mayores y los pobres. Es gratuita, ahora los ambiciosos del poder y del dinero público se revuelcan y envenenan en sus propios ácidos. Costean asquerosas campañas desinformativas. Para ellos todo es imperfecto, hasta las estrategias, como si experiencia tuviésemos porque pandemias hubiera cada año. Estas acciones gubernamentales para ellos no significan posibilidad de trastupije millonario alguno, pero su dinero está seguro en dólares y en Andorra. Y como miran desde la barrera, sin echar su “gato a retozar”, ahora aconsejan malévolamente no vacunarse, porque es vacuna “chafa”, “te causará la muerte”, “te dañará”. Socaban con ello la credibilidad del régimen, a ver si lo destruyen. Increíblemente encuentran resonancia. Millones hay renuentes, descreídos, desinformados. Para que la estrategia sea exitosa, se requiere un alto porcentaje de vacunados, de otra forma la mortandad continuara y aún quienes lo estén pueden seguir siendo portadores. Pero aquellos, apuestan en la ruleta necrófila y perversa, lo más preciado que es la vida y salud del mexicano.

Por de pronto, defectuosa y todo, pero arrancó la campaña de vacunación para adultos mayores. No esperemos resultados ni estrategias perfectas. En cien años no había habido pandemias, se lucha contra lo insólito y desconocido. Pero era la única esperanza. Eso o la inmunidad de rebaño, donde morirían quizá millones.

La canallesca desinformación de los demonios de siempre, es un acto de traición al pueblo de México. No merecen nuestra mirada ni consideración más mínima.

Son de la tercera edad, fueron vacunados en La Magdalena Contreras, D.F. y lloraron felicidad, porque entienden que, con todo y sus defectos, una vacuna es expectativa de vida. Que esta demoniaca plaga no causará nuestra muerte. Son de ellos, 80 años de vida y resguardo del tesoro más preciado.

Un año confinados por la amenaza de la parca que, malignamente, ha acarreado muertes vecinales y fraternas. Encierro de angustias por que los nuestros no enfermaran y murieran. Equilibristas de improviso, aprendimos a caminar en el filo del cuchillo de la muerte. Voluntarios prisioneros del hogar, víctimas de estragos físicos, económicos y psicológicos, hasta la desesperación. Agobiados, en diciembre decidimos “fugarnos” y “que sea lo que Dios quiera” o “de algo me he de morir”. Abarrotamos calles y centros comerciales. Celebraciones, reuniones, playas, “porque no se mañana si viviré”. Las funestas consecuencias las vivimos en estas semanas. De la historia se aprende. Los españoles invasores nos trajeron la viruela que mató por cientos de miles y les ayudó a subyugarnos. Cataclismicas pandemias y la raza humana está aquí. Nos aferramos a la vida, ese es nuestro instinto natural. Buscamos “continuar” en nuestros hijos y nietos. “Sí yo muero, que mi estirpe continúe”. Ese sueño de sobrevivir, le da viabilidad a la existencia humana. Su momento cumbre es el placer sexual. La reproducción por la cual nacemos. Soledades y aislamientos, cercanía de la muerte. Trajeron como fruto en el país más de 145 mil embarazos no deseados. “La vida se abre paso”. Asegura su continuidad. Por eso los abuelos lloran de emoción al recibir la vacuna. Por tradición oral recuerdan la gripe española del 18, atacada con remedios caseros, sin vacunas, sin apoyos del Gobierno ni medicinas de patente, dejó un rastro de millones de duelos y tristezas. Se resolvió con la inmunidad de rebaño y a la buena de Dios. Esa generación, de tanto fraternizar con la muerte, la veían como hermana y procrearon descendientes por docenas “por los que se murieran”. Así ocurrió con mis abuelos y solo eso les aseguró su continuidad en el tiempo. Entonces, no tuvieron ni una alcayata ardiente de la cual sujetarse. Nuestra generación en septiembre no tenía soluciones a la vista, navegábamos en aguas procelosas de tenebroso túnel, sin mirar la luz al frente. Las vacunas que en desenfrenada carrera las farmacéuticas encontraron y producen, son por ahora la única ilusión. En el pasado, enfermedades como polio, tosferina, viruela y muchas más han desaparecido por medio de vacunas. Pero algunas regresan. El cáncer no, porque es enfermedad que deja exorbitantes ganancias para médicos y laboratorios, de costosos protocolos. Ese es el “negó”. En tan corto tiempo de desarrollo a estas vacunas, imposible exigirles perfección, se requeriría para ello, años, tiempo del que la humanidad por ahora no dispone. Pero el momento de la vacuna llegó. El turno es de los adultos mayores y los pobres. Es gratuita, ahora los ambiciosos del poder y del dinero público se revuelcan y envenenan en sus propios ácidos. Costean asquerosas campañas desinformativas. Para ellos todo es imperfecto, hasta las estrategias, como si experiencia tuviésemos porque pandemias hubiera cada año. Estas acciones gubernamentales para ellos no significan posibilidad de trastupije millonario alguno, pero su dinero está seguro en dólares y en Andorra. Y como miran desde la barrera, sin echar su “gato a retozar”, ahora aconsejan malévolamente no vacunarse, porque es vacuna “chafa”, “te causará la muerte”, “te dañará”. Socaban con ello la credibilidad del régimen, a ver si lo destruyen. Increíblemente encuentran resonancia. Millones hay renuentes, descreídos, desinformados. Para que la estrategia sea exitosa, se requiere un alto porcentaje de vacunados, de otra forma la mortandad continuara y aún quienes lo estén pueden seguir siendo portadores. Pero aquellos, apuestan en la ruleta necrófila y perversa, lo más preciado que es la vida y salud del mexicano.

Por de pronto, defectuosa y todo, pero arrancó la campaña de vacunación para adultos mayores. No esperemos resultados ni estrategias perfectas. En cien años no había habido pandemias, se lucha contra lo insólito y desconocido. Pero era la única esperanza. Eso o la inmunidad de rebaño, donde morirían quizá millones.

La canallesca desinformación de los demonios de siempre, es un acto de traición al pueblo de México. No merecen nuestra mirada ni consideración más mínima.