/ viernes 4 de diciembre de 2020

¡Se acerca Navidad!

Etapa anual que en otra circunstancia siempre suena maravillosa. Las calendas decembrinas, con alegría son esperadas. Posadas, reuniones familiares, vacaciones, celebración del advenimiento de aquel en cuyo nombre se fundó la ecuménica iglesia católica. Dan paso a jubilosas celebraciones y algarabías familiares. Fin de año, puerta de entrada a días nuevos con el compromiso personal de un renovado porvenir.

Esta será una Navidad diferente a todas. En lo personal, este “escribidor” admite que ni en la peor pesadilla imaginó lo que hoy vivimos: confinamiento obligado. Distancia espacial con los seres queridos. Cubrebocas y careta para salir a la calle. Temor al contagio, que acecha por doquier. Fallecimientos que nos duelen y orfandades. Las fúnebres campanas de los templos cesaron de tocar para no incrementar alarma. Las sirenas de las ambulancias igual. Se desató un alarmante encarecimiento de la vida. Los chacales de la medicina están haciendo su agosto, sin freno alguno. La atención privada para la Covid-19 llega a costar hasta millones de pesos y de todas formas entregan una urna con cenizas. El empleo escasea. Una generalizada pobreza social amenaza. Se incrementa la delincuencia. La imaginación de los pillos trabaja horas extra, encontrando formas de como apoderarse de lo ajeno. Los opositores al régimen hoy clandestinamente se arrinconan en aquelarres conspiratorios. Los opinadores no encuentran como regresar a sus anteriores privilegios y siguen a favor de nada y en contra de todo. La gente ya se cansó de vivir encerrada, salen y con su irresponsabilidad rebrota la epidemia. Campea un manifiesto egoísmo social: “me importo yo y solo yo”, “los demás que se salven como puedan”. Pero diputados y senadores, gobernadores, funcionarios y munícipes disfrutan en “jauja”, hasta la puerta de sus casas no toca la desgracia. ¡Maldición bíblica nos está tocando vivir! Los niños están cansados del encierro. Los ancianos, encerrados a piedra y lodo. Los jóvenes, posibles transmisores no se cuidan. ¡De verdad que es una etapa de catástrofes!

Insospechados problemas sociales asomaron la cabeza: la herencia de un sistema de salud en bancarrota. El latrocinio de combustible como forma de enriquecimiento por las mafias. Los asesinatos en el bajío que no cesan. La malquerencia en muchos estados, de la ciudadanía con sus gobernantes. El hallazgo de fosas comunes clandestinas, evidencia de múltiples crímenes en el anonimato. Se multiplican los feminicidios. Siguen desapareciendo infinidad de jovencitas que seguramente son víctimas de los lenones. Esto no es combatido con eficacia ni a profundidad. El cáncer de la corrupción está diseminado y subterráneamente vertebra infinidad de instituciones. Donde quiera que indagan los órganos investigadores federales, encuentran a quien perseguir. La estafa maestra, hidra de lerna con múltiples cabezas, ya es una “histórica estafa”. Hasta la virgen guadalupana salió maltrecha, sus fiestas se suspendieron. Para colmo de desgracias, el sureste del país es un desastre, está inundado y sigue lloviendo.

Ya no son “prietos” en el arroz, ya es arroz de prietos con algunos “blancos”. Es una retahíla de males que estamos padeciendo. Al salir de la emergencia, la salud pública deberá ser atendida prioritariamente, así como la educación. Deberán formarse profesionistas de conciencia social, porque los actuales médicos no obstante de haber ido a las universidades públicas costeadas por el pueblo, no la tienen, solo sueñan con la riqueza y los lujos. Ellos, al igual que los abogados, ya no tienen maestros que les inculquen la ética, la conciencia social y la solidaridad con los desposeídos y menesterosos. ¡Pero se acerca la Navidad! Vivámosla con los cercanos familiares, respetando los protocolos de salud que ya sabemos. Disfrutemos del amor de los nuestros, porque mañana nadie sabe. Esperamos que la salvadora vacuna se disemine por el planeta cuanto antes y en México sea para todos. Esa será la esperanza para la normalidad, aunque la sabandija maligna de la Covid-19 permanezca. Amarga lección que la naturaleza endilgó a la soberbia humana. Nos recordó lo frágiles, breves y dolientes que somos. Este año ha sido insospechado, sufriente, de “prisión”, contagioso y maligno. Entre los males, lo bueno: en Tlaxcala el Gobierno del Estado está atendiendo con éxito la salud pública, con un paquete que merece nuestros aplausos.

La historia de la raza humana es de acechanzas, epidemias, guerras, luchas entre hermanos. De padecer gobiernos crueles y deshumanizados. Pero con todo hemos de persistir. ¡Se acerca la Navidad! Horas de serena felicidad nos aguardan. De amorosa convivencia con los nuestros. El fin de año nos permitirá renovar propósitos, que yo espero, pasando la pandémica situación, se vuelvan de propósito diario entre nosotros.

Etapa anual que en otra circunstancia siempre suena maravillosa. Las calendas decembrinas, con alegría son esperadas. Posadas, reuniones familiares, vacaciones, celebración del advenimiento de aquel en cuyo nombre se fundó la ecuménica iglesia católica. Dan paso a jubilosas celebraciones y algarabías familiares. Fin de año, puerta de entrada a días nuevos con el compromiso personal de un renovado porvenir.

Esta será una Navidad diferente a todas. En lo personal, este “escribidor” admite que ni en la peor pesadilla imaginó lo que hoy vivimos: confinamiento obligado. Distancia espacial con los seres queridos. Cubrebocas y careta para salir a la calle. Temor al contagio, que acecha por doquier. Fallecimientos que nos duelen y orfandades. Las fúnebres campanas de los templos cesaron de tocar para no incrementar alarma. Las sirenas de las ambulancias igual. Se desató un alarmante encarecimiento de la vida. Los chacales de la medicina están haciendo su agosto, sin freno alguno. La atención privada para la Covid-19 llega a costar hasta millones de pesos y de todas formas entregan una urna con cenizas. El empleo escasea. Una generalizada pobreza social amenaza. Se incrementa la delincuencia. La imaginación de los pillos trabaja horas extra, encontrando formas de como apoderarse de lo ajeno. Los opositores al régimen hoy clandestinamente se arrinconan en aquelarres conspiratorios. Los opinadores no encuentran como regresar a sus anteriores privilegios y siguen a favor de nada y en contra de todo. La gente ya se cansó de vivir encerrada, salen y con su irresponsabilidad rebrota la epidemia. Campea un manifiesto egoísmo social: “me importo yo y solo yo”, “los demás que se salven como puedan”. Pero diputados y senadores, gobernadores, funcionarios y munícipes disfrutan en “jauja”, hasta la puerta de sus casas no toca la desgracia. ¡Maldición bíblica nos está tocando vivir! Los niños están cansados del encierro. Los ancianos, encerrados a piedra y lodo. Los jóvenes, posibles transmisores no se cuidan. ¡De verdad que es una etapa de catástrofes!

Insospechados problemas sociales asomaron la cabeza: la herencia de un sistema de salud en bancarrota. El latrocinio de combustible como forma de enriquecimiento por las mafias. Los asesinatos en el bajío que no cesan. La malquerencia en muchos estados, de la ciudadanía con sus gobernantes. El hallazgo de fosas comunes clandestinas, evidencia de múltiples crímenes en el anonimato. Se multiplican los feminicidios. Siguen desapareciendo infinidad de jovencitas que seguramente son víctimas de los lenones. Esto no es combatido con eficacia ni a profundidad. El cáncer de la corrupción está diseminado y subterráneamente vertebra infinidad de instituciones. Donde quiera que indagan los órganos investigadores federales, encuentran a quien perseguir. La estafa maestra, hidra de lerna con múltiples cabezas, ya es una “histórica estafa”. Hasta la virgen guadalupana salió maltrecha, sus fiestas se suspendieron. Para colmo de desgracias, el sureste del país es un desastre, está inundado y sigue lloviendo.

Ya no son “prietos” en el arroz, ya es arroz de prietos con algunos “blancos”. Es una retahíla de males que estamos padeciendo. Al salir de la emergencia, la salud pública deberá ser atendida prioritariamente, así como la educación. Deberán formarse profesionistas de conciencia social, porque los actuales médicos no obstante de haber ido a las universidades públicas costeadas por el pueblo, no la tienen, solo sueñan con la riqueza y los lujos. Ellos, al igual que los abogados, ya no tienen maestros que les inculquen la ética, la conciencia social y la solidaridad con los desposeídos y menesterosos. ¡Pero se acerca la Navidad! Vivámosla con los cercanos familiares, respetando los protocolos de salud que ya sabemos. Disfrutemos del amor de los nuestros, porque mañana nadie sabe. Esperamos que la salvadora vacuna se disemine por el planeta cuanto antes y en México sea para todos. Esa será la esperanza para la normalidad, aunque la sabandija maligna de la Covid-19 permanezca. Amarga lección que la naturaleza endilgó a la soberbia humana. Nos recordó lo frágiles, breves y dolientes que somos. Este año ha sido insospechado, sufriente, de “prisión”, contagioso y maligno. Entre los males, lo bueno: en Tlaxcala el Gobierno del Estado está atendiendo con éxito la salud pública, con un paquete que merece nuestros aplausos.

La historia de la raza humana es de acechanzas, epidemias, guerras, luchas entre hermanos. De padecer gobiernos crueles y deshumanizados. Pero con todo hemos de persistir. ¡Se acerca la Navidad! Horas de serena felicidad nos aguardan. De amorosa convivencia con los nuestros. El fin de año nos permitirá renovar propósitos, que yo espero, pasando la pandémica situación, se vuelvan de propósito diario entre nosotros.