/ lunes 12 de octubre de 2020

Tiempos de Democracia | Todo apunta a Ana Lilia

Si la congruencia que sus seguidores atribuyen al gobierno de López Obrador es auténtica, la senadora Ana Lilia Rivera será la candidata del Movimiento de Regeneración Nacional en la contienda por la gubernatura de Tlaxcala

Del breve análisis que realicé el pasado lunes sobre los múltiples y aparentemente insalvables obstáculos que para constituirse ha de salvar una coalición en Tlaxcala -opositora a Morena en tanto partido electoralmente dominante-, puede concluirse que el Movimiento de Regeneración Nacional irá a la elección sin adversario de consideración al frente. La conjetura tiene fundamento, pues si la hipotética entente llegara a integrarse tendría que ser abanderada por un panista o un priísta cuya selección -cualquiera que sea el método para designarlo- provocará divisiones incluso en sus propios partidos. Así pues, el escenario probable es que a la competencia acaben acudiendo, por una parte, Morena y sus socios -PT, PES en su versión local, el Verde y grupos menores- y, por la otra, dos alianzas, una encabezada por el PAN, el PRD y quizá el PAC y Movimiento Ciudadano-, y otra liderada por el PRI al que se sumarían las formaciones políticas no incluidas en las anteriores. De concretarse este cartel, los comicios para ocupar la silla en la que hoy se sienta Marco Mena serán un paseo dominical para aquel o aquella que decida López Obrador.

La de Morena, una candidatura de fácil definición

Si los supuestos de este opinador se concretan en los términos arriba explicados, el interés se reducirá a saber quien representará a Morena en el 2021. A ese respecto refrendo el criterio que ya expuse en anteriores artículos en el sentido de que, si López Obrador aprovecha la mayoritaria inclinación que le tiene el electorado tlaxcalteca y -en menor grado- también a su partido, podrá tomar la decisión sin mirar más argumento que el perfil de la elegida o el elegido. En esta entidad no tendrá necesidad de atender compromisos con gente que sin disimulo hace ostentación de la cercanía a sus afectos ni tampoco a encuestas fabricadas a base de dinero; esta vez podrá normar su criterio con arreglo a la idoneidad del o la seleccionada con su liderazgo, con sus políticas y con su movimiento. Si el hoy presidente de la República mantiene que las cosas “…ya no son como antes…”, la solución tlaxcalteca es sencilla.

¿Por qué no debe ser Lorena?

Porque su adhesión a Morena atiende a su conveniencia particular y no a la convicción de una mujer de izquierda; porque fue educada en la escuela priísta y porque su conducta se corresponde fielmente con aquel estilo caduco de hacer política; porque la parte formativa de su carrera la realizó al amparo de apellidos de reconocido abolengo tricolor; porque su divagante trayectoria partidista prueba que su adhesión al progresismo obedece más a sus ambiciones personales que a la profesión convencida de la doctrina lopezobradorista y, finalmente, porque con ella recobrarían espacios de control y poder personajes conocidos por su aversión a las causas sociales de avanzada. Si es verdad que la Cuarta Transformación busca el cambio verdadero para el país, la candidata no puede ni debe ser Lorena.

¿Por qué de ninguna manera sería Dulce María?

Porque sus únicas credenciales partidistas son las de ser esposa de un antiguo ayuda de cámara de López Obrador, personaje gris que hoy deambula sin función definida por los pasillos de las oficinas presidenciales tras ser degradado al permitir que, en la crónica de su suntuosa boda, se exhibiera al mandatario en una revista del jet-set; porque no hallé ningún antecedente en la biografía de Dulce María que diera cuenta de tener alguna experiencia política. Porque no hay más, de verdad ¡no hay nada más! Porque si, como dice el presidente “…no somos iguales…”, no se explicaría que el amiguismo del viejo sistema se reeditara aquí, regalando la candidatura y el gobierno mismo de Tlaxcala a una aspirante improvisada y, por último, porque tal acción se vería como un regalo de bodas del todopoderoso padrino.

¿Por qué podría ser Joel?

Porque cuando Joel presidente y este opinador consejero del primer consejo electoral ciudadanizado de Tlaxcala, conocí de su capacidad organizativa, de su disciplina y laboriosidad y de su conocimiento de las fuerzas reales que mueven cada comunidad del estado; porque a esas cualidades se debe en buena parte la arrolladora victoria del 2018 de Andrés Manuel en nuestra entidad; porque es un experto en asuntos interiores de la política tlaxcalteca y porque posee una gran experiencia captada a su paso por importantes cargos de la administración pública. Suficiente… ¿no?

¿Por qué sí puede y debe ser Ana Lilia?

Porque es una abogada de origen campesino, porque se abrió paso merced a su esfuerzo y al apoyo de sus mayores; porque no heredó apellidos de alcurnia ni más riqueza que el ejemplo tenaz y honrado de su gente; porque sabe labrar la tierra con sus manos; porque litigó siempre a favor de los desfavorecidos; porque se curtió en la lucha social; porque su condición de mujer de clase humilde hace doblemente meritorio sus logros; porque es defensora enérgica de costumbres y tradiciones de su pueblo; porque es un baluarte contra la invasión del maiz trangénico; porque supo desempeñarse con decoro en los cargos de representación que ha tenido; porque su evolución ha sido sorprendente y su desenvolvimiento también; porque en el Senado de la República nos ha representado con dignidad y acierto; porque es la candidata que mejor representa el “ideal lopezobradorista” y, finalmente, porque “…Ana Lilia posee la sencillez, la autenticidad, la discreción y la belleza del color de esta tierra…”. Por eso, nada más por eso.

Si la congruencia que sus seguidores atribuyen al gobierno de López Obrador es auténtica, la senadora Ana Lilia Rivera será la candidata del Movimiento de Regeneración Nacional en la contienda por la gubernatura de Tlaxcala

Del breve análisis que realicé el pasado lunes sobre los múltiples y aparentemente insalvables obstáculos que para constituirse ha de salvar una coalición en Tlaxcala -opositora a Morena en tanto partido electoralmente dominante-, puede concluirse que el Movimiento de Regeneración Nacional irá a la elección sin adversario de consideración al frente. La conjetura tiene fundamento, pues si la hipotética entente llegara a integrarse tendría que ser abanderada por un panista o un priísta cuya selección -cualquiera que sea el método para designarlo- provocará divisiones incluso en sus propios partidos. Así pues, el escenario probable es que a la competencia acaben acudiendo, por una parte, Morena y sus socios -PT, PES en su versión local, el Verde y grupos menores- y, por la otra, dos alianzas, una encabezada por el PAN, el PRD y quizá el PAC y Movimiento Ciudadano-, y otra liderada por el PRI al que se sumarían las formaciones políticas no incluidas en las anteriores. De concretarse este cartel, los comicios para ocupar la silla en la que hoy se sienta Marco Mena serán un paseo dominical para aquel o aquella que decida López Obrador.

La de Morena, una candidatura de fácil definición

Si los supuestos de este opinador se concretan en los términos arriba explicados, el interés se reducirá a saber quien representará a Morena en el 2021. A ese respecto refrendo el criterio que ya expuse en anteriores artículos en el sentido de que, si López Obrador aprovecha la mayoritaria inclinación que le tiene el electorado tlaxcalteca y -en menor grado- también a su partido, podrá tomar la decisión sin mirar más argumento que el perfil de la elegida o el elegido. En esta entidad no tendrá necesidad de atender compromisos con gente que sin disimulo hace ostentación de la cercanía a sus afectos ni tampoco a encuestas fabricadas a base de dinero; esta vez podrá normar su criterio con arreglo a la idoneidad del o la seleccionada con su liderazgo, con sus políticas y con su movimiento. Si el hoy presidente de la República mantiene que las cosas “…ya no son como antes…”, la solución tlaxcalteca es sencilla.

¿Por qué no debe ser Lorena?

Porque su adhesión a Morena atiende a su conveniencia particular y no a la convicción de una mujer de izquierda; porque fue educada en la escuela priísta y porque su conducta se corresponde fielmente con aquel estilo caduco de hacer política; porque la parte formativa de su carrera la realizó al amparo de apellidos de reconocido abolengo tricolor; porque su divagante trayectoria partidista prueba que su adhesión al progresismo obedece más a sus ambiciones personales que a la profesión convencida de la doctrina lopezobradorista y, finalmente, porque con ella recobrarían espacios de control y poder personajes conocidos por su aversión a las causas sociales de avanzada. Si es verdad que la Cuarta Transformación busca el cambio verdadero para el país, la candidata no puede ni debe ser Lorena.

¿Por qué de ninguna manera sería Dulce María?

Porque sus únicas credenciales partidistas son las de ser esposa de un antiguo ayuda de cámara de López Obrador, personaje gris que hoy deambula sin función definida por los pasillos de las oficinas presidenciales tras ser degradado al permitir que, en la crónica de su suntuosa boda, se exhibiera al mandatario en una revista del jet-set; porque no hallé ningún antecedente en la biografía de Dulce María que diera cuenta de tener alguna experiencia política. Porque no hay más, de verdad ¡no hay nada más! Porque si, como dice el presidente “…no somos iguales…”, no se explicaría que el amiguismo del viejo sistema se reeditara aquí, regalando la candidatura y el gobierno mismo de Tlaxcala a una aspirante improvisada y, por último, porque tal acción se vería como un regalo de bodas del todopoderoso padrino.

¿Por qué podría ser Joel?

Porque cuando Joel presidente y este opinador consejero del primer consejo electoral ciudadanizado de Tlaxcala, conocí de su capacidad organizativa, de su disciplina y laboriosidad y de su conocimiento de las fuerzas reales que mueven cada comunidad del estado; porque a esas cualidades se debe en buena parte la arrolladora victoria del 2018 de Andrés Manuel en nuestra entidad; porque es un experto en asuntos interiores de la política tlaxcalteca y porque posee una gran experiencia captada a su paso por importantes cargos de la administración pública. Suficiente… ¿no?

¿Por qué sí puede y debe ser Ana Lilia?

Porque es una abogada de origen campesino, porque se abrió paso merced a su esfuerzo y al apoyo de sus mayores; porque no heredó apellidos de alcurnia ni más riqueza que el ejemplo tenaz y honrado de su gente; porque sabe labrar la tierra con sus manos; porque litigó siempre a favor de los desfavorecidos; porque se curtió en la lucha social; porque su condición de mujer de clase humilde hace doblemente meritorio sus logros; porque es defensora enérgica de costumbres y tradiciones de su pueblo; porque es un baluarte contra la invasión del maiz trangénico; porque supo desempeñarse con decoro en los cargos de representación que ha tenido; porque su evolución ha sido sorprendente y su desenvolvimiento también; porque en el Senado de la República nos ha representado con dignidad y acierto; porque es la candidata que mejor representa el “ideal lopezobradorista” y, finalmente, porque “…Ana Lilia posee la sencillez, la autenticidad, la discreción y la belleza del color de esta tierra…”. Por eso, nada más por eso.