/ martes 3 de mayo de 2022

Tintero | El gran error

La llamada “cuarta transformación” tiene como una de sus cartas fuertes de poder en la Comisión Federal de Electricidad a Manuel Bartlett Díaz, considerado el mayor defraudador electoral de este país.

En 1988, cuando el priista Carlos Salinas de Gortari había perdido las votaciones ante el perredista Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Bartlett Díaz, entonces secretario de Gobernación y responsable de la comisión electoral manipuló todo lo que estuvo a su alcance, y declaró que Salinas era el ganador. Nadie le creyó, fue el gran fraude electoral de la historia de México.

Solo que el hoy presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, padece el “síndrome de Estocolmo”: fenómeno paradójico en el cual la víctima desarrolla un vínculo positivo hacia su captor como respuesta al trauma del cautiverio, es observado en casos de secuestro, esclavitud, abuso sexual, violencia de pareja, miembros de cultos y hasta actos terroristas

O como dicen los católicos: Dios lo castigó y lo convirtió en lo que tanto odió. Tiene en su gobierno a “salinistas”, que representan, según él, al jefe de la “mafia del poder”. Pero en el fondo, admira y respeta a Salinas, tan es así que nunca, aun teniendo la fuerza del Estado, ha podido proceder penalmente contra él.

Cuando quiso gobernar Tabasco, su estado natal, López Obrador fue víctima del fraude con Roberto Madrazo y, en 2006, perdió las votaciones presidenciales por un escaso margen ante Felipe Calderón Hinojosa quien, por cierto, se lo dijo burlonamente muchas veces, que lo “rebasaría por la derecha”. Y así fue.

Cierto, los organismos electorales -que operan en dos etapas- no muchas veces han actuado con responsabilidad. En la primera, en 2006, el Instituto Federal Electoral, presidido por Juan Carlos Ugalde Ramírez no fue preciso para definir quién había ganado, generó dudas y el segundo, última instancia, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, tuvo miedo para declarar la invalidez de la elección aun cuando tenía información de que el presidente de México, Vicente Fox Quesada, en forma ilegal, había hecho todo a su alcance para que ganara Calderón.

Pero la historia no debe ser la misma. Enojado porque casi todo le sale mal, López Obrador quiere desaparecer los organismos locales electorales. Inaceptable. México no debe ir en retroceso. En el pasado inmediato, Manuel Bartlett y Emilio Chuayfett (+) decidían quién ganaba y no.

Con entes como el que quieren “enterrar”, por primera vez en la historia, el país conoció que el poderoso Partido Revolucionario Institucional perdió la presidencia de la República con su candidato Francisco Labastida Ochoa.Vamos a Tlaxcala. En 1993, José Antonio Álvarez Lima fue declarado gobernador por César Bécker Cuéllar (+) encargado de la Comisión Estatal Electoral y quien después fue premiado (pago de factura) como titular de la Unidad de Servicios Educativos del Estado de Tlaxcala.

Como una forma de validarse, Álvarez creó el Instituto Electoral de Tlaxcala (IET) conformado por consejeros, representantes de alcaldes y hasta de miembros de la iniciativa privada. No funcionó, el primer presidente Joel Molina Ramírez (+) cayó -por presiones del consejero José Vicente Saiz Tejero- cuando, por órdenes del gobernador, quiso dar una diputación plurinominal a Samuel Quiroz de la Vega. No la merecía.

Las tentaciones contra el ahora llamado Instituto Tlaxcalteca de Elecciones (ITE) han sido muchas. Explico. Margarita Zavala, esposa del presidente Felipe Calderón, llamó al titular del organismo, Salvador Cuauhtencos, para que cambiara el resultado a favor de Adriana Dávila Fernández cuando el triunfo era de Mariano González Zarur. Se le dijo que no es no.

Seis años antes, cuando el Consejo general había tomado la decisión de anular el triunfo de Héctor Ortiz Ortiz, el presidente Jesús Ortiz Xilotl dio su voto de calidad para entregarle la constancia de mayoría.

Hoy el ITE vive una etapa fortalecida. Su titular Elizabeth Piedras Martínez no permite un solo margen de negociación política. Ya demostró que con mujeres no hay chantajes, aunque hay excepciones como el caso de la ahora exconsejera Dora Ramírez, doctora en Sociología con especialidad en estudios de Genero quien vive del escándalo y de los reflectores. Se pelea con mujeres y con quien quiere.

En fin, desaparecer a un organismo electoral, será el gran error de quienes ostentan el poder. Cierto, se debe mejorar la forma de operar y de malgastar el dinero público. Lo ideal sería establecer límites a la creación indiscriminada de partidos (que permite la ley). El negocio puro. Al tiempo.

La llamada “cuarta transformación” tiene como una de sus cartas fuertes de poder en la Comisión Federal de Electricidad a Manuel Bartlett Díaz, considerado el mayor defraudador electoral de este país.

En 1988, cuando el priista Carlos Salinas de Gortari había perdido las votaciones ante el perredista Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Bartlett Díaz, entonces secretario de Gobernación y responsable de la comisión electoral manipuló todo lo que estuvo a su alcance, y declaró que Salinas era el ganador. Nadie le creyó, fue el gran fraude electoral de la historia de México.

Solo que el hoy presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, padece el “síndrome de Estocolmo”: fenómeno paradójico en el cual la víctima desarrolla un vínculo positivo hacia su captor como respuesta al trauma del cautiverio, es observado en casos de secuestro, esclavitud, abuso sexual, violencia de pareja, miembros de cultos y hasta actos terroristas

O como dicen los católicos: Dios lo castigó y lo convirtió en lo que tanto odió. Tiene en su gobierno a “salinistas”, que representan, según él, al jefe de la “mafia del poder”. Pero en el fondo, admira y respeta a Salinas, tan es así que nunca, aun teniendo la fuerza del Estado, ha podido proceder penalmente contra él.

Cuando quiso gobernar Tabasco, su estado natal, López Obrador fue víctima del fraude con Roberto Madrazo y, en 2006, perdió las votaciones presidenciales por un escaso margen ante Felipe Calderón Hinojosa quien, por cierto, se lo dijo burlonamente muchas veces, que lo “rebasaría por la derecha”. Y así fue.

Cierto, los organismos electorales -que operan en dos etapas- no muchas veces han actuado con responsabilidad. En la primera, en 2006, el Instituto Federal Electoral, presidido por Juan Carlos Ugalde Ramírez no fue preciso para definir quién había ganado, generó dudas y el segundo, última instancia, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, tuvo miedo para declarar la invalidez de la elección aun cuando tenía información de que el presidente de México, Vicente Fox Quesada, en forma ilegal, había hecho todo a su alcance para que ganara Calderón.

Pero la historia no debe ser la misma. Enojado porque casi todo le sale mal, López Obrador quiere desaparecer los organismos locales electorales. Inaceptable. México no debe ir en retroceso. En el pasado inmediato, Manuel Bartlett y Emilio Chuayfett (+) decidían quién ganaba y no.

Con entes como el que quieren “enterrar”, por primera vez en la historia, el país conoció que el poderoso Partido Revolucionario Institucional perdió la presidencia de la República con su candidato Francisco Labastida Ochoa.Vamos a Tlaxcala. En 1993, José Antonio Álvarez Lima fue declarado gobernador por César Bécker Cuéllar (+) encargado de la Comisión Estatal Electoral y quien después fue premiado (pago de factura) como titular de la Unidad de Servicios Educativos del Estado de Tlaxcala.

Como una forma de validarse, Álvarez creó el Instituto Electoral de Tlaxcala (IET) conformado por consejeros, representantes de alcaldes y hasta de miembros de la iniciativa privada. No funcionó, el primer presidente Joel Molina Ramírez (+) cayó -por presiones del consejero José Vicente Saiz Tejero- cuando, por órdenes del gobernador, quiso dar una diputación plurinominal a Samuel Quiroz de la Vega. No la merecía.

Las tentaciones contra el ahora llamado Instituto Tlaxcalteca de Elecciones (ITE) han sido muchas. Explico. Margarita Zavala, esposa del presidente Felipe Calderón, llamó al titular del organismo, Salvador Cuauhtencos, para que cambiara el resultado a favor de Adriana Dávila Fernández cuando el triunfo era de Mariano González Zarur. Se le dijo que no es no.

Seis años antes, cuando el Consejo general había tomado la decisión de anular el triunfo de Héctor Ortiz Ortiz, el presidente Jesús Ortiz Xilotl dio su voto de calidad para entregarle la constancia de mayoría.

Hoy el ITE vive una etapa fortalecida. Su titular Elizabeth Piedras Martínez no permite un solo margen de negociación política. Ya demostró que con mujeres no hay chantajes, aunque hay excepciones como el caso de la ahora exconsejera Dora Ramírez, doctora en Sociología con especialidad en estudios de Genero quien vive del escándalo y de los reflectores. Se pelea con mujeres y con quien quiere.

En fin, desaparecer a un organismo electoral, será el gran error de quienes ostentan el poder. Cierto, se debe mejorar la forma de operar y de malgastar el dinero público. Lo ideal sería establecer límites a la creación indiscriminada de partidos (que permite la ley). El negocio puro. Al tiempo.