/ martes 19 de enero de 2021

Tintero | Joe Biden, ¿esperanza de los migrantes?

A sus 78 años de edad, Joe Joseph Robinette Biden Jr. asumirá este 20 de enero la presidencia de Estados Unidos de América (EE.UU.) y se ha convertido, cuando menos en el discurso, tras cuatro años de racismo del gobierno de Donald Trump, en la esperanza de millones de indocumentados sobre todo porque, en campaña, el demócrata se comprometió a cambiar la política migratoria abusiva y agresiva que, por muchos años, ha manejado ese país.

Eso sí, no será fácil, primero porque el ya casi titular del Ejecutivo de esa Nación no tendrá el control del Congreso y segundo porque, si bien es un problema serio que afecta al vecino país del norte nunca ha sido su prioridad, como en México donde también no es un asunto que importe. Es claro que nunca llamó la atención de los mandatarios priistas, de los panistas y tampoco del hoy morenista Andrés Manuel López Obrador quien, en su única visita oficial a EE.UU. no solo olvidó las ofensas que Trump espetó en campaña hacia los mexicanos (a quienes llamó delincuentes, asesinos y drogadictos) sino que se aventó la puntada de decirle cara a cara que “siempre nos ha tratado con respeto”.

Pero lo cierto es que el relevo presidencial de EE.UU. abre, como cada cuatro u ocho años, nuevas expectativas para quienes siguen entrando ilegalmente a ese país intentando llenarse las bolsas de “billetes verdes”, a pesar de que sigan padeciendo humillaciones, discriminación y racismo.

Prometer no empobrece, y ahora ya se sabe que no es exclusivo de los políticos mexicanos pues también en EE.UU. se cuecen habas. En su momento, el demócrata Barack Obama prometió una reforma migratoria y no cumplió. Pero no solo eso, fue el que más latinos –entre ellos mexicanos- expulsó de la Unión Americana, de hecho superó las cifras de Trump. Cierto, nunca con el aval de su entonces vicepresidente Joe Biden, el ya casi “mandamás” de la Nación más poderosa del mundo.

Es evidente que las cosas nunca cambiarán. Biden llega bien posicionado, pero no tiene -hasta ahora- la fuerza política para cumplir lo que prometió así que, en los próximos años, seguramente el racismo seguirá siendo el pan de todos los días. La historia de nunca acabar. Sin duda que es urgente concretar un reforma migratoria que, entre otras cosas, rescate del anonimato a millones de indocumentados, la gran mayoría mexicano. Cuando Obama ganó la presidencia en 2009 ofreció concretarla en los primeros 100 días de su mandato, pero ya con los pies en la Casa Blanca, el entonces senador por Illinois olvidó lo dicho y centró sus “esfuerzos” en las guerras contra Irak y Afganistán.

En el ámbito nacional, Tlaxcala se ha convertido en un gran “expulsor” de ilegales quienes, animados por mejorar sus niveles de vida, buscan a toda costa llegar a EE.UU. Ni siquiera el coronavirus los detiene. El problema es que muchos de ellos regresan fracasados, sin ahorros y hasta pierden a la familia. En México, las políticas públicas federales y estatales para frenar la migración siguen siendo un verdadero fracaso. A dónde quedó la promesa de López Obrador de que respondería de “igual a igual” las ofensas de Trump hacia los indocumentados y que haría todo para que los respetaran. Puro “choro mareador”. La vida es difícil en la Unión Americana y, en México, las autoridades han sido incapaces de garantizar el bienestar de las familias con más empleos y bien pagados para evitar el éxodo.

Los migrantes, y eso es lo único que aquí presumen los gobiernos, son quienes soportan buena parte de la economía del país y, sin ellos, estaría en el piso. Luego entonces, ¿desistirá Biden de la idea de seguir alzando el gran muro que impida el paso de indocumentados? ¿Mantendrá el “loco afán” de Trump? No hay de otra, el flujo migratorio debe ser visto como un asunto prioritario, pero hasta ahora, sigue siendo un tema que solo adorna los discursos gubernamentales. Urge, y es en serio, emprender acciones para evitar que la gente abandone el país y, en ello, el gobierno de López Obrador tiene una gran responsabilidad y, Biden, un compromiso que cumplir. Al tiempo.



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A sus 78 años de edad, Joe Joseph Robinette Biden Jr. asumirá este 20 de enero la presidencia de Estados Unidos de América (EE.UU.) y se ha convertido, cuando menos en el discurso, tras cuatro años de racismo del gobierno de Donald Trump, en la esperanza de millones de indocumentados sobre todo porque, en campaña, el demócrata se comprometió a cambiar la política migratoria abusiva y agresiva que, por muchos años, ha manejado ese país.

Eso sí, no será fácil, primero porque el ya casi titular del Ejecutivo de esa Nación no tendrá el control del Congreso y segundo porque, si bien es un problema serio que afecta al vecino país del norte nunca ha sido su prioridad, como en México donde también no es un asunto que importe. Es claro que nunca llamó la atención de los mandatarios priistas, de los panistas y tampoco del hoy morenista Andrés Manuel López Obrador quien, en su única visita oficial a EE.UU. no solo olvidó las ofensas que Trump espetó en campaña hacia los mexicanos (a quienes llamó delincuentes, asesinos y drogadictos) sino que se aventó la puntada de decirle cara a cara que “siempre nos ha tratado con respeto”.

Pero lo cierto es que el relevo presidencial de EE.UU. abre, como cada cuatro u ocho años, nuevas expectativas para quienes siguen entrando ilegalmente a ese país intentando llenarse las bolsas de “billetes verdes”, a pesar de que sigan padeciendo humillaciones, discriminación y racismo.

Prometer no empobrece, y ahora ya se sabe que no es exclusivo de los políticos mexicanos pues también en EE.UU. se cuecen habas. En su momento, el demócrata Barack Obama prometió una reforma migratoria y no cumplió. Pero no solo eso, fue el que más latinos –entre ellos mexicanos- expulsó de la Unión Americana, de hecho superó las cifras de Trump. Cierto, nunca con el aval de su entonces vicepresidente Joe Biden, el ya casi “mandamás” de la Nación más poderosa del mundo.

Es evidente que las cosas nunca cambiarán. Biden llega bien posicionado, pero no tiene -hasta ahora- la fuerza política para cumplir lo que prometió así que, en los próximos años, seguramente el racismo seguirá siendo el pan de todos los días. La historia de nunca acabar. Sin duda que es urgente concretar un reforma migratoria que, entre otras cosas, rescate del anonimato a millones de indocumentados, la gran mayoría mexicano. Cuando Obama ganó la presidencia en 2009 ofreció concretarla en los primeros 100 días de su mandato, pero ya con los pies en la Casa Blanca, el entonces senador por Illinois olvidó lo dicho y centró sus “esfuerzos” en las guerras contra Irak y Afganistán.

En el ámbito nacional, Tlaxcala se ha convertido en un gran “expulsor” de ilegales quienes, animados por mejorar sus niveles de vida, buscan a toda costa llegar a EE.UU. Ni siquiera el coronavirus los detiene. El problema es que muchos de ellos regresan fracasados, sin ahorros y hasta pierden a la familia. En México, las políticas públicas federales y estatales para frenar la migración siguen siendo un verdadero fracaso. A dónde quedó la promesa de López Obrador de que respondería de “igual a igual” las ofensas de Trump hacia los indocumentados y que haría todo para que los respetaran. Puro “choro mareador”. La vida es difícil en la Unión Americana y, en México, las autoridades han sido incapaces de garantizar el bienestar de las familias con más empleos y bien pagados para evitar el éxodo.

Los migrantes, y eso es lo único que aquí presumen los gobiernos, son quienes soportan buena parte de la economía del país y, sin ellos, estaría en el piso. Luego entonces, ¿desistirá Biden de la idea de seguir alzando el gran muro que impida el paso de indocumentados? ¿Mantendrá el “loco afán” de Trump? No hay de otra, el flujo migratorio debe ser visto como un asunto prioritario, pero hasta ahora, sigue siendo un tema que solo adorna los discursos gubernamentales. Urge, y es en serio, emprender acciones para evitar que la gente abandone el país y, en ello, el gobierno de López Obrador tiene una gran responsabilidad y, Biden, un compromiso que cumplir. Al tiempo.



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