/ martes 10 de marzo de 2020

Tintero | La revolución femenil

  • El 6 de agosto de 2004 tuve la oportunidad de presenciar el estreno de la película “Un día sin mexicanos”, filme de Sergio Arau que se refiere a la “misteriosa” desaparición de todos los latinos o hispanos de California en Estados Unidos de América, y que técnicamente paralizó social, comercial y productivamente a la Unión Americana.

Sonaba imposible, pero 16 años después, este movimiento social creado hipotéticamente para la pantalla grande, si bien no fue arropado por los indocumentados, sí fue acogido por las mujeres quienes, cansadas de tantos abusos, levantaron la voz por sus libertades y derechos. Bien por ellas.

Desde el domingo ocho de marzo decidieron, con marchas y protestas, conmemorar el “Día Internacional de la Mujer”, lo que terminó ayer lunes en el movimiento denominado “Un día sin nosotras”.

Por primera vez en la historia moderna de México, las mujeres se ven decididas a poner fin a los acosos sexuales y laborales, a buscar la igualdad de remuneraciones, poner fin a los feminicidios y a la violencia doméstica, política e institucional.

Este movimiento, sin duda, es del agrado de la gran mayoría de los mexicanos, pero no de algunas autoridades que siguen creyendo que las mujeres son manipuladas por grupos de poder y que no son capaces de tomar decisiones.

Afortunadamente son los menos. Los principales sectores productivos de la sociedad mexicana están conscientes de que es necesario lograr una sociedad igualitaria en los hechos y no solo en la palabrería.

La condición de género tiene que ver con factores, mecanismos sociales, económicos y culturales en que desarrollan su existencia las mujeres en comparación con los hombres, que determinan la situación de desventaja y subordinación en la que se encuentran.

De acuerdo con los tratados internacionales, las mujeres tienen derecho al acceso igualitario y a participar en los asuntos públicos, incluyendo la toma de decisiones.

Pero todavía falta mucho para alcanzarlo. Diariamente leemos noticias de que en dependencias públicas, organismos independientes y comunas, las mujeres son víctimas de violación a sus derechos humanos.

Peor aún, la ligereza con que se ha tratado este tema, ha permitido que la violencia de género siga creciendo sin control y que los feminicidios sigan siendo parte de la vida cotidiana de los mexicanos. Lamentable.

Según lo publicado por El Sol de Tlaxcala, la violencia contra la mujer, especialmente la ejercida por su pareja y la sexual, constituyen un grave problema de salud pública.

Los datos oficiales siguen siendo los mismos: una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física y/o sexual de pareja.

Y las estadísticas no son halagadoras. Un 38 % de los asesinatos de mujeres que se produce en el mundo es cometido por la pareja masculina y, por ese motivo, la violencia puede afectar negativamente la salud física, mental, sexual y reproductiva de las mujeres.

Aplaudo el movimiento y lo apoyo, pero hay otro problema que no debe pasarse por alto. En Tlaxcala, como en todo el país, muchas mujeres que ocupan importantes posiciones públicas usan la condición de género para ocultar sus errores, excesos y abusos contra los hombres.

La ley debe ser pareja para todos, sobre todo porque el empoderamiento de las mujeres tiene que ver con el proceso por el cual adquieren o refuerzan sus capacidades y estrategias, tanto en el plano individual como colectivo, para alcanzar una vida autónoma.

  • El 6 de agosto de 2004 tuve la oportunidad de presenciar el estreno de la película “Un día sin mexicanos”, filme de Sergio Arau que se refiere a la “misteriosa” desaparición de todos los latinos o hispanos de California en Estados Unidos de América, y que técnicamente paralizó social, comercial y productivamente a la Unión Americana.

Sonaba imposible, pero 16 años después, este movimiento social creado hipotéticamente para la pantalla grande, si bien no fue arropado por los indocumentados, sí fue acogido por las mujeres quienes, cansadas de tantos abusos, levantaron la voz por sus libertades y derechos. Bien por ellas.

Desde el domingo ocho de marzo decidieron, con marchas y protestas, conmemorar el “Día Internacional de la Mujer”, lo que terminó ayer lunes en el movimiento denominado “Un día sin nosotras”.

Por primera vez en la historia moderna de México, las mujeres se ven decididas a poner fin a los acosos sexuales y laborales, a buscar la igualdad de remuneraciones, poner fin a los feminicidios y a la violencia doméstica, política e institucional.

Este movimiento, sin duda, es del agrado de la gran mayoría de los mexicanos, pero no de algunas autoridades que siguen creyendo que las mujeres son manipuladas por grupos de poder y que no son capaces de tomar decisiones.

Afortunadamente son los menos. Los principales sectores productivos de la sociedad mexicana están conscientes de que es necesario lograr una sociedad igualitaria en los hechos y no solo en la palabrería.

La condición de género tiene que ver con factores, mecanismos sociales, económicos y culturales en que desarrollan su existencia las mujeres en comparación con los hombres, que determinan la situación de desventaja y subordinación en la que se encuentran.

De acuerdo con los tratados internacionales, las mujeres tienen derecho al acceso igualitario y a participar en los asuntos públicos, incluyendo la toma de decisiones.

Pero todavía falta mucho para alcanzarlo. Diariamente leemos noticias de que en dependencias públicas, organismos independientes y comunas, las mujeres son víctimas de violación a sus derechos humanos.

Peor aún, la ligereza con que se ha tratado este tema, ha permitido que la violencia de género siga creciendo sin control y que los feminicidios sigan siendo parte de la vida cotidiana de los mexicanos. Lamentable.

Según lo publicado por El Sol de Tlaxcala, la violencia contra la mujer, especialmente la ejercida por su pareja y la sexual, constituyen un grave problema de salud pública.

Los datos oficiales siguen siendo los mismos: una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física y/o sexual de pareja.

Y las estadísticas no son halagadoras. Un 38 % de los asesinatos de mujeres que se produce en el mundo es cometido por la pareja masculina y, por ese motivo, la violencia puede afectar negativamente la salud física, mental, sexual y reproductiva de las mujeres.

Aplaudo el movimiento y lo apoyo, pero hay otro problema que no debe pasarse por alto. En Tlaxcala, como en todo el país, muchas mujeres que ocupan importantes posiciones públicas usan la condición de género para ocultar sus errores, excesos y abusos contra los hombres.

La ley debe ser pareja para todos, sobre todo porque el empoderamiento de las mujeres tiene que ver con el proceso por el cual adquieren o refuerzan sus capacidades y estrategias, tanto en el plano individual como colectivo, para alcanzar una vida autónoma.