/ martes 18 de febrero de 2020

Tintero | Los “modernos bandoleros”

Bandolero: Persona que antiguamente asaltaba o robaba en caminos o lugares despoblados y que, generalmente, formaba parte de una banda de delincuentes. Así lo define el diccionario.

Y de esos, pero con un “toque moderno”, ya hay muchos en Tlaxcala. Explico: El asalto de trenes se ha convertido en un grave problema en la entidad. Los grupos dedicados a esta actividad no solo siguen los patrones de los bandoleros del Viejo Oeste sino que han mejorado sus técnicas y formas de operación.

Y es que, ahora, no solo forman bandas, sino que han hecho de algunos sectores de la población (sobre todo personas de bajos recursos económicos) sus aliados para cometer este tipo de fechorías, que cada año dejan pérdidas a las empresas por más de 2 mil 500 millones de pesos.

Más claro ni el agua. Lo sucedido en días pasados en Lázaro Cárdenas, municipio de Huamantla, es la mejor muestra de ello. Molestos porque no les dejaron robar al tren, los pobladores quemaron una patrulla y enfrentaron a los elementos de la Guardia Nacional y estatales que, sabían, no los reprimirían gracias a la política de “abrazos y no balazos” del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

La estrategia es más o menos así. Los “modernos bandoleros”, con el apoyo de la gente, colocan barricadas para detener al tren, someten al operador y a los guardias de seguridad, sustraen la mercancía y después reparten entre sus “aliados” parte de las ganancias con la única intención de que no sean delatados.

El botín es “jugoso”. Bueno, cómo estarán las cosas que en algunos pueblos de Huamantla, Yauhquemehcan, Apizaco, Domingo Arenas e Ixtenco, donde más se cometen estos delitos, algunos tendejones se dan el lujo de vender bebidas caras (whisky y hasta coñac), perfumes y ropa de marca y electrodomésticos a precios bajos.

La gente sabe dónde hallar mercancía barata y los “vendedores” saben también que tampoco serán delatados a la autoridad porque, en cada operación de compra-venta, dan a la gente muchas facilidades de pago.

La situación es grave. De acuerdo con lo publicado por El Sol de Tlaxcala, al cierre del segundo trimestre del año pasado, Tlaxcala ocupaba el primer lugar nacional en robo al tren de carga y cerró 2019 en la segunda posición. Es evidente que para la autoridad ha sido más que difícil frenar este tipo de ilícitos.

Pero el robo violento de trenes en Tlaxcala no es algo nuevo pues data de la Revolución, precisamente cuando se dio el auge ferroviario en el país.

En su momento, fueron difundidos documentos de la Hemeroteca Nacional y del Archivo Histórico del Museo de los Ferrocarriles Nacionales, sobre notas de El Imparcial y La Opinión, que decían que, en 1913, en Panzacola, unos 40 delincuentes tomaron por asalto la estación, quebraron los aparatos telegráficos y cuando arribó el tren número 4, proveniente de Puebla, mataron al maquinista e hirieron al fogonero. Después, despojaron de sus pertenencias –también con violencia- a los pasajeros, la mayoría era miembro de la Mesa Directiva de la Asociación de Periodistas de México. El Imparcial calificó el hecho como “un salvaje y sangriento atentado zapatista”.

Las cosas estaban tan “calientes” que el gobierno de la época suspendió las garantías de los estados por donde pasaban las vías férreas y aplicó la pena de muerte a los asaltantes.

Pero todo cambió. Hoy no hay “mano dura” contra los “modernos bandoleros”. Tan solo de 2015 a 2019 hubo más de 300 atracos en lo que las autoridades federales identifican como el “Triángulo Rojo” y que conforman Puebla, Tlaxcala y Veracruz.

Y ¿sabe qué?, de acuerdo con la Fiscalía General de la República, hay un solo procesado y consignado a pesar de que decenas de hampones se han llevado muchas toneladas de maíz, cientos de cajas de licores y otros productos.

A nivel nacional, la entidad se ha convertido en la más idónea para este tipo de delitos porque, por donde cruzan los trenes, son poblaciones solitarias donde operan escasos policías incapaces de enfrentarse a delincuentes que portan armas de grueso calibre.

Pero lo cierto es que las autoridades deben de cambiar sus estrategias para reducir las cifras de este ilícito. Ya veremos si el tan anunciado Centro de Mando para la atención al robo de trenes y autotransporte, que todavía no opera al 100 %, ayuda en algo para contener el problema. Al tiempo.

Hasta pronto

Bandolero: Persona que antiguamente asaltaba o robaba en caminos o lugares despoblados y que, generalmente, formaba parte de una banda de delincuentes. Así lo define el diccionario.

Y de esos, pero con un “toque moderno”, ya hay muchos en Tlaxcala. Explico: El asalto de trenes se ha convertido en un grave problema en la entidad. Los grupos dedicados a esta actividad no solo siguen los patrones de los bandoleros del Viejo Oeste sino que han mejorado sus técnicas y formas de operación.

Y es que, ahora, no solo forman bandas, sino que han hecho de algunos sectores de la población (sobre todo personas de bajos recursos económicos) sus aliados para cometer este tipo de fechorías, que cada año dejan pérdidas a las empresas por más de 2 mil 500 millones de pesos.

Más claro ni el agua. Lo sucedido en días pasados en Lázaro Cárdenas, municipio de Huamantla, es la mejor muestra de ello. Molestos porque no les dejaron robar al tren, los pobladores quemaron una patrulla y enfrentaron a los elementos de la Guardia Nacional y estatales que, sabían, no los reprimirían gracias a la política de “abrazos y no balazos” del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

La estrategia es más o menos así. Los “modernos bandoleros”, con el apoyo de la gente, colocan barricadas para detener al tren, someten al operador y a los guardias de seguridad, sustraen la mercancía y después reparten entre sus “aliados” parte de las ganancias con la única intención de que no sean delatados.

El botín es “jugoso”. Bueno, cómo estarán las cosas que en algunos pueblos de Huamantla, Yauhquemehcan, Apizaco, Domingo Arenas e Ixtenco, donde más se cometen estos delitos, algunos tendejones se dan el lujo de vender bebidas caras (whisky y hasta coñac), perfumes y ropa de marca y electrodomésticos a precios bajos.

La gente sabe dónde hallar mercancía barata y los “vendedores” saben también que tampoco serán delatados a la autoridad porque, en cada operación de compra-venta, dan a la gente muchas facilidades de pago.

La situación es grave. De acuerdo con lo publicado por El Sol de Tlaxcala, al cierre del segundo trimestre del año pasado, Tlaxcala ocupaba el primer lugar nacional en robo al tren de carga y cerró 2019 en la segunda posición. Es evidente que para la autoridad ha sido más que difícil frenar este tipo de ilícitos.

Pero el robo violento de trenes en Tlaxcala no es algo nuevo pues data de la Revolución, precisamente cuando se dio el auge ferroviario en el país.

En su momento, fueron difundidos documentos de la Hemeroteca Nacional y del Archivo Histórico del Museo de los Ferrocarriles Nacionales, sobre notas de El Imparcial y La Opinión, que decían que, en 1913, en Panzacola, unos 40 delincuentes tomaron por asalto la estación, quebraron los aparatos telegráficos y cuando arribó el tren número 4, proveniente de Puebla, mataron al maquinista e hirieron al fogonero. Después, despojaron de sus pertenencias –también con violencia- a los pasajeros, la mayoría era miembro de la Mesa Directiva de la Asociación de Periodistas de México. El Imparcial calificó el hecho como “un salvaje y sangriento atentado zapatista”.

Las cosas estaban tan “calientes” que el gobierno de la época suspendió las garantías de los estados por donde pasaban las vías férreas y aplicó la pena de muerte a los asaltantes.

Pero todo cambió. Hoy no hay “mano dura” contra los “modernos bandoleros”. Tan solo de 2015 a 2019 hubo más de 300 atracos en lo que las autoridades federales identifican como el “Triángulo Rojo” y que conforman Puebla, Tlaxcala y Veracruz.

Y ¿sabe qué?, de acuerdo con la Fiscalía General de la República, hay un solo procesado y consignado a pesar de que decenas de hampones se han llevado muchas toneladas de maíz, cientos de cajas de licores y otros productos.

A nivel nacional, la entidad se ha convertido en la más idónea para este tipo de delitos porque, por donde cruzan los trenes, son poblaciones solitarias donde operan escasos policías incapaces de enfrentarse a delincuentes que portan armas de grueso calibre.

Pero lo cierto es que las autoridades deben de cambiar sus estrategias para reducir las cifras de este ilícito. Ya veremos si el tan anunciado Centro de Mando para la atención al robo de trenes y autotransporte, que todavía no opera al 100 %, ayuda en algo para contener el problema. Al tiempo.

Hasta pronto