/ martes 1 de diciembre de 2020

Tintero | Redes sociales, arma de dos filos

Y como no hay fecha que no se cumpla llegó la hora de la verdad: arrancó el proceso electoral en la entidad donde, como en forma muy precisa tituló El Sol de Tlaxcala: Paridad y pandemia marcarán la renovación de 795 cargos de elección popular.

Pero a ello se suma la era cúspide del internet y nadie, hasta ahora, ha podido callar o silenciar a los cibernaturas. En estos comicios, pueden ser arma de dos filos: una vía de comunicación entre la gente y los políticos o mantenerse como una estrategia de "linchamiento" social.

El problema es que, así como se ven las cosas, los cibernautas dicen lo que quieren, como quieren y a la hora que quieren. Usan sus espacios como escaparate perfecto para apoyar o impulsar y no les importa si sus comentarios son agresivos, violentos, despectivos y llenos de acusaciones falsas.

Es evidente que Twitter, Facebook, YouTube y otros terminaron siendo el destape de la "olla exprés social", pero también son riesgosos para los candidatos y los propios ciudadanos que son sometidos casi a diario a "linchamientos" sociales y políticos.

A la hora que sea exhiben a cualquier persona aún con las consecuencias públicas y mediáticas que ello conlleva, porque las leyes simplemente –para ellos- no funcionan.

México es un país en donde la confianza en los procesos electorales pende de un ‘delgadísimo’ hilo.

Las autoridades federales y estatales "ahorcan" a los entes autónomos con un solo propósito: tratar de controlar, hasta donde se pueda, el resultado de los comicios.

La limitación financiera provoca entonces que los organismos pierdan autoridad –cuando menos mediáticamente- y eso genera un ambiente de desconfianza entre los electorales y también aumenta el "linchamiento" –la mayoría de veces sin fundamento- por parte de quienes navegan en internet.

En este proceso, el proselitismo y propaganda (positiva o negativa) alcanzarán el máximo nivel de euforia, simple y sencillamente porque las redes sociales no están reguladas ni en lo general ni en lo particular.

En este punto, el Consejo General del Instituto Tlaxcalteca de Elecciones será sin duda limitado porque no podría –aunque quisiera- monitorear a todos los medios, en especial a los digitales, pues son decenas los que operan en la entidad.

Y es que ya no hay seriedad en muchos de ellos porque, cualquier persona que maneja una página de facebook, cree que puede asumirse como periodista o director y lo hace. Pero no solo eso, hábilmente maneja convenios de publicidad con instituciones públicas y le entra –en cualquier campo- al juego político.

No vamos lejos. En los últimos días ha habido –sin control oficial- una "cascada" de supuestas encuestas que ni metodología presentan, pero cada una da a sus favoritos como ganadores con porcentajes "altísimos". Otros de plano realizan encuestas en sus redes sociales y, con 10 y 15 menciones, ya dan por triunfador a cualquier político aunque ni en su pueblo lo conozcan.

El tema es que muchos políticos le apuestan a ellos y se prestan a esos juegos. Otros más abusivos, se creen sus propias mentiras y presentan encuestas falsas que ellos mismos elaboran en sus casas.

Eso sí, los partidos políticos han encontrado en las redes sociales la mejor forma de conectarse con los jóvenes, sector que en el pasado de alguna forma había sido olvidado. A ellos no les importan los medios de comunicación, sino que siguen las actividades políticas de este país y del mundo a partir de lo que hallan o buscan en sus teléfonos y, muchas veces, opinan sin haber confirmado si los hechos son reales.

Pero lo peor que le puede pasar a la entidad es que el día de las votaciones, candidatos y partidos utilicen las redes sociales para intimidar a los votantes a que no ejerzan su voto.

Esperemos que la pandemia y las redes sociales no sean las que ayuden a regresar al abstencionismo electoral superado desde hace muchos años.

Eso sí, se antoja imposible la prudencia en los cibernaustas –hay pasivos, activos y extremos-, pero lo peor que le puede pasar a este país es que las redes sociales terminen por convertirse en la moderna "caza de brujas". Al tiempo.



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Y como no hay fecha que no se cumpla llegó la hora de la verdad: arrancó el proceso electoral en la entidad donde, como en forma muy precisa tituló El Sol de Tlaxcala: Paridad y pandemia marcarán la renovación de 795 cargos de elección popular.

Pero a ello se suma la era cúspide del internet y nadie, hasta ahora, ha podido callar o silenciar a los cibernaturas. En estos comicios, pueden ser arma de dos filos: una vía de comunicación entre la gente y los políticos o mantenerse como una estrategia de "linchamiento" social.

El problema es que, así como se ven las cosas, los cibernautas dicen lo que quieren, como quieren y a la hora que quieren. Usan sus espacios como escaparate perfecto para apoyar o impulsar y no les importa si sus comentarios son agresivos, violentos, despectivos y llenos de acusaciones falsas.

Es evidente que Twitter, Facebook, YouTube y otros terminaron siendo el destape de la "olla exprés social", pero también son riesgosos para los candidatos y los propios ciudadanos que son sometidos casi a diario a "linchamientos" sociales y políticos.

A la hora que sea exhiben a cualquier persona aún con las consecuencias públicas y mediáticas que ello conlleva, porque las leyes simplemente –para ellos- no funcionan.

México es un país en donde la confianza en los procesos electorales pende de un ‘delgadísimo’ hilo.

Las autoridades federales y estatales "ahorcan" a los entes autónomos con un solo propósito: tratar de controlar, hasta donde se pueda, el resultado de los comicios.

La limitación financiera provoca entonces que los organismos pierdan autoridad –cuando menos mediáticamente- y eso genera un ambiente de desconfianza entre los electorales y también aumenta el "linchamiento" –la mayoría de veces sin fundamento- por parte de quienes navegan en internet.

En este proceso, el proselitismo y propaganda (positiva o negativa) alcanzarán el máximo nivel de euforia, simple y sencillamente porque las redes sociales no están reguladas ni en lo general ni en lo particular.

En este punto, el Consejo General del Instituto Tlaxcalteca de Elecciones será sin duda limitado porque no podría –aunque quisiera- monitorear a todos los medios, en especial a los digitales, pues son decenas los que operan en la entidad.

Y es que ya no hay seriedad en muchos de ellos porque, cualquier persona que maneja una página de facebook, cree que puede asumirse como periodista o director y lo hace. Pero no solo eso, hábilmente maneja convenios de publicidad con instituciones públicas y le entra –en cualquier campo- al juego político.

No vamos lejos. En los últimos días ha habido –sin control oficial- una "cascada" de supuestas encuestas que ni metodología presentan, pero cada una da a sus favoritos como ganadores con porcentajes "altísimos". Otros de plano realizan encuestas en sus redes sociales y, con 10 y 15 menciones, ya dan por triunfador a cualquier político aunque ni en su pueblo lo conozcan.

El tema es que muchos políticos le apuestan a ellos y se prestan a esos juegos. Otros más abusivos, se creen sus propias mentiras y presentan encuestas falsas que ellos mismos elaboran en sus casas.

Eso sí, los partidos políticos han encontrado en las redes sociales la mejor forma de conectarse con los jóvenes, sector que en el pasado de alguna forma había sido olvidado. A ellos no les importan los medios de comunicación, sino que siguen las actividades políticas de este país y del mundo a partir de lo que hallan o buscan en sus teléfonos y, muchas veces, opinan sin haber confirmado si los hechos son reales.

Pero lo peor que le puede pasar a la entidad es que el día de las votaciones, candidatos y partidos utilicen las redes sociales para intimidar a los votantes a que no ejerzan su voto.

Esperemos que la pandemia y las redes sociales no sean las que ayuden a regresar al abstencionismo electoral superado desde hace muchos años.

Eso sí, se antoja imposible la prudencia en los cibernaustas –hay pasivos, activos y extremos-, pero lo peor que le puede pasar a este país es que las redes sociales terminen por convertirse en la moderna "caza de brujas". Al tiempo.



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