/ martes 26 de abril de 2022

Tintero | Seguridad, el fracaso oficial

Los altos niveles de violencia registrados en los últimos días en todo el país, solo muestran que el sistema de seguridad ha sido para los gobiernos federal, estatales y municipales, del partido que sean, el gran fracaso oficial, sobre todo porque, desde siempre, ha sido manejado por venganza, abusos, excesos y hasta ocurrencias.

Es más que evidente que los titulares del Poder Ejecutivo de la nación en turno siempre han tenido el apoyo de jueces federales y hasta del aval de algunos ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para llevar a prisión a quienes se les pegue la gana.

Que las autoridades negociaban con delincuentes e inventaban delitos a sus detractores, dejó de ser el mito que la oposición manejaba –en su momento- para descalificar a las administraciones del Partido Revolucionario Institucional que gobernó por más de 70 años en forma consecutiva, pues siempre ha sido una realidad.

A los gobiernos priistas, pactar con el hampa les había dado –por así decirlo- resultados para que las cosas no se salieran de control.

Lo cierto es que desde la presidencia de la República se han cometido abusos impensables.

Por ejemplo, José López Portillo no solo nombró a su amigo Arturo "el negro" Durazo Moreno –un comandante corrupto- como jefe del Departamento de Policía y Tránsito del entonces Distrito Federal, sino que hasta lo hizo general, en su uniforme portaba cuatro estrellas sin ser militar.

"El negro" traía a "raya" a los hampones con un supuesto pacto de complicidad, es decir, si robaban tenían que informarle con anticipación y luego compartir el botín. Los policías de tránsito sabían de ese acuerdo y lo acataban.

Hasta Tlaxcala figuró en los excesos de Durazo. A finales de los años 70, en Cuapiaxtla, el gobierno municipal anunció un baile de feria que sería amenizado por Rigo Tovar (+). El problema es que el entonces popular cantante estaba preso en el Reclusorio Oriente por posesión de cocaína. Fuera de control, ante la no llegada del originario de Matamoros, Tamaulipas, la gente se lió a golpes y destrozó el escenario. "Alguien" poderoso pidió el apoyo de Durazo, quien ordenó –así, sin más- "sacar" de la cárcel a Tovar y trasladarlo vía helicóptero a ese municipio para que cantara, lo hizo, sí, pero desaliñado y con la vestimenta de reo.

Carlos Salinas de Gortari ordenó detener al líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, alias "la quina", porque como candidato no lo apoyó para la Presidencia y lo acusó de poseer y comerciar armas de alto poder.

Ernesto Zedillo, con el apoyo del fiscal Pablo Chapa Bezanilla, de quien después de supo tenía problemas mentales, capturó a Raúl Salinas por su probable responsabilidad en el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI. Pero no solo eso, también puso tras las rejas al general José de Jesús Gutiérrez Rebollo para "lograr" la certificación –así funcionaba- de Estados Unidos de América en la lucha contra el narcotráfico.

El panista Vicente Fox orquestó –apoyado en un débil desacato judicial- el desafuero de Andrés Manuel López Obrador de la jefatura del gobierno del Distrito Federal y Felipe Calderón Hinojosa, para legitimar su triunfo, declaró, sin estrategia alguna, la guerra al narcotráfico al que nunca pudo ganar la batalla.

El priista Enrique Peña Nieto llevó a la cárcel a la lideresa del SNTE, Elba Esther Gordillo Morales, porque no apoyó su Reforma Educativa, la acusó de enriquecimiento ilícito, mientras que López Obrador, siguiendo los tradicionales excesos y errores, mantiene viva su sed de venganza contra sus opositores y quiere pacificar al país, pero enviando signos equivocados. Su gran error: liberar –cuando ya lo tenían en sus manos los militares- al hijo del "chapo" Guzmán.

El país, resultado de malas decisiones –no solamente de ahora- vive un grave proceso de descomposición social que nadie sabe cómo frenarlo.

Ahora, con estadísticas a diario en las "mañaneras" quieren presumir que en materia de seguridad el país va en el camino correcto cuando, en los hechos, se vive todo lo contrario. Seguir todo el tiempo con el mismo falso discurso es vivir en el error. No reconocer que las cosas están mal solo aumenta el enojo de la gente. No hay de otra, es tiempo de cambiar la estrategia. Al tiempo.

Los altos niveles de violencia registrados en los últimos días en todo el país, solo muestran que el sistema de seguridad ha sido para los gobiernos federal, estatales y municipales, del partido que sean, el gran fracaso oficial, sobre todo porque, desde siempre, ha sido manejado por venganza, abusos, excesos y hasta ocurrencias.

Es más que evidente que los titulares del Poder Ejecutivo de la nación en turno siempre han tenido el apoyo de jueces federales y hasta del aval de algunos ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para llevar a prisión a quienes se les pegue la gana.

Que las autoridades negociaban con delincuentes e inventaban delitos a sus detractores, dejó de ser el mito que la oposición manejaba –en su momento- para descalificar a las administraciones del Partido Revolucionario Institucional que gobernó por más de 70 años en forma consecutiva, pues siempre ha sido una realidad.

A los gobiernos priistas, pactar con el hampa les había dado –por así decirlo- resultados para que las cosas no se salieran de control.

Lo cierto es que desde la presidencia de la República se han cometido abusos impensables.

Por ejemplo, José López Portillo no solo nombró a su amigo Arturo "el negro" Durazo Moreno –un comandante corrupto- como jefe del Departamento de Policía y Tránsito del entonces Distrito Federal, sino que hasta lo hizo general, en su uniforme portaba cuatro estrellas sin ser militar.

"El negro" traía a "raya" a los hampones con un supuesto pacto de complicidad, es decir, si robaban tenían que informarle con anticipación y luego compartir el botín. Los policías de tránsito sabían de ese acuerdo y lo acataban.

Hasta Tlaxcala figuró en los excesos de Durazo. A finales de los años 70, en Cuapiaxtla, el gobierno municipal anunció un baile de feria que sería amenizado por Rigo Tovar (+). El problema es que el entonces popular cantante estaba preso en el Reclusorio Oriente por posesión de cocaína. Fuera de control, ante la no llegada del originario de Matamoros, Tamaulipas, la gente se lió a golpes y destrozó el escenario. "Alguien" poderoso pidió el apoyo de Durazo, quien ordenó –así, sin más- "sacar" de la cárcel a Tovar y trasladarlo vía helicóptero a ese municipio para que cantara, lo hizo, sí, pero desaliñado y con la vestimenta de reo.

Carlos Salinas de Gortari ordenó detener al líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, alias "la quina", porque como candidato no lo apoyó para la Presidencia y lo acusó de poseer y comerciar armas de alto poder.

Ernesto Zedillo, con el apoyo del fiscal Pablo Chapa Bezanilla, de quien después de supo tenía problemas mentales, capturó a Raúl Salinas por su probable responsabilidad en el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI. Pero no solo eso, también puso tras las rejas al general José de Jesús Gutiérrez Rebollo para "lograr" la certificación –así funcionaba- de Estados Unidos de América en la lucha contra el narcotráfico.

El panista Vicente Fox orquestó –apoyado en un débil desacato judicial- el desafuero de Andrés Manuel López Obrador de la jefatura del gobierno del Distrito Federal y Felipe Calderón Hinojosa, para legitimar su triunfo, declaró, sin estrategia alguna, la guerra al narcotráfico al que nunca pudo ganar la batalla.

El priista Enrique Peña Nieto llevó a la cárcel a la lideresa del SNTE, Elba Esther Gordillo Morales, porque no apoyó su Reforma Educativa, la acusó de enriquecimiento ilícito, mientras que López Obrador, siguiendo los tradicionales excesos y errores, mantiene viva su sed de venganza contra sus opositores y quiere pacificar al país, pero enviando signos equivocados. Su gran error: liberar –cuando ya lo tenían en sus manos los militares- al hijo del "chapo" Guzmán.

El país, resultado de malas decisiones –no solamente de ahora- vive un grave proceso de descomposición social que nadie sabe cómo frenarlo.

Ahora, con estadísticas a diario en las "mañaneras" quieren presumir que en materia de seguridad el país va en el camino correcto cuando, en los hechos, se vive todo lo contrario. Seguir todo el tiempo con el mismo falso discurso es vivir en el error. No reconocer que las cosas están mal solo aumenta el enojo de la gente. No hay de otra, es tiempo de cambiar la estrategia. Al tiempo.