Apizaco se caracteriza, entre otras cosas, por las colosales palmeras canarias que adornan los camellones de sus calles y avenidas principales, las cuales fueron sembradas desde los años cuarenta en la ciudad.
A principios del nuevo milenio, una de esas palmeras protagonizó un extraordinario caso de adaptación biológica en medio de la urbe, pues durante más de una década albergó en su copa a un nopal tunero, hecho que llamó la atención de vecinos y visitantes, quienes cariñosamente la bautizaron como la "nopalmera".
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LA HISTORIA DE LA NOPALMERA
Desde finales de los noventa, una de las palmeras ubicadas en la avenida Hidalgo, entre el bulevar Emilio Sánchez Piedras y la calle 5 de mayo, comenzó a secarse de manera natural, perdió sus hojas y solo su tronco quedó en pie. Sin embargo, esto no fue impedimento para cobrar vida nuevamente, pues en 2001 comenzó a crecer en su copa un pequeño nopal tunero.
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En vista de que las aves son las principales dispersoras de semillas en una ciudad, se piensa que el extraordinario caso de adaptación fue provocado por alguna especie voladora, la cual llevó semillas de tuna hasta lo alto del árbol y, con la llegada de las lluvias y los rayos del sol, germinó con éxito entre la vegetación seca.
Desafortunadamente, una ventisca nocturna del verano de 2015 desprendió el tronco de sus raíces y la palmera cayó derribada. Al día siguiente, las autoridades retiraron los restos y aquel joven símbolo de identidad pasó a convertirse solo en un recuerdo.
Pese a que la ‘nopalmera’ ya no se encuentra en pie, muchas personas la recuerdan de diversas formas. Durante 2016 fue prolífica una banda de rock con el nombre de “La Nopalmera”, actualmente continúa el proyecto solista del músico de blues “José Nopalmera” y una pulquería con el mismo nombre ofrece refrescantes bebidas en la ciudad rielera.
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LA CIENCIA DETRÁS
La evolución de los nopales tuneros en ambientes citadinos, de acuerdo Biodiversidad Mexicana, ha conducido a que las plantas desarrollen características morfológicas, fisiológicas y bioquímicas que le permiten adaptarse a condiciones adversas, por ejemplo, la reducción de sus hojas, lo cual contribuye a evitar la pérdida de agua.
Lo que ocurrió en Apizaco fue un caso de nopales epífitos, es decir, aquellos que crecen sobre otro vegetal u objeto usándolo solamente como soporte, pero que no lo parasita nutricionalmente.
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En San Andrés Ahuashuatepec, localidad de Tzompantepec, se suscitó un caso similar:
sobre una casa de adobe creció un frondoso nopal tunero, además de otras plantas y flores epífitas. Esto es posible gracias a los nutrientes de la masa de barro, así como la evidente capacidad de adaptación del género Optuntia, al que corresponden las cactáceas.