/ viernes 11 de marzo de 2022

“¡El retorno a la barbarie…!”

La guerra se vuelve a instalar en el escenario europeo. El conflicto armado vive en sus anales históricos. Es la “sinrazón de las razones” que constante resurge. Ahora Ucrania enfrenta la invasión rusa y los medios occidentales apuran la plana y el micrófono para “dibujarnos” a los cautivos del sistema informativo occidental que Putin es el “matón” del barrio, Zelensky, “el arcángel agredido” y Biden y la OTAN, “los buenos de la película”.

En tiempos ya idos, Napoleón y Hitler a su vez, lanzaron sus hordas guerreras contra Rusia. En ambas ocasiones esta venció. Porque Su territorio es extenso, Moscú distante y los inviernos despiadados. Con las guerras, el “hombre civilizado” retorna a la barbarie. En los conflictos armados, las primeras víctimas son los civiles y la verdad. Los civiles huyen refugiándose de la destrucción. Las naciones en pugna activan su “prensa internacional" para trazar la imagen de que “ellos defienden la libertad”. La verdad se archiva y los titulares de la prensa son la conveniencia de los contenientes. Siempre se llega a las armas, cuando las negociaciones fracasan. Cuando los lideres políticos no se entienden. Es entonces, que redoblan los tambores, se exaltan los símbolos patrios y los ánimos nacionalistas. Si bien los símbolos son concordia y veneración, sirven también de arenga que alienta a los ejércitos contra el adversario y con algunas sustancias prohibidas, los guerreros están ciertos de ir a una muerte gloriosa.

¡Por ahora, la parca reaparece en Europa! Ucrania está invadida. Rusia se afana en justificar su geopolítica mundial: pregona que, a la caída del muro de Berlín, la OTAN (organismo de control en Europa del gigante imperial) sin acuerdo alguno ocupó Alemania Occidental hasta entonces bajo la férula de la Unión Soviética. Después, tanto Gorbachov como Yeltsin permitieron el desmantelamiento de la URSS. Rusia transmutó su economía centralmente planificada por la del sistema capitalista. Y la OTAN extendió sus áreas de influencia, control y membresía con los países que se desmembraron del bloque comunista. Buscando ampliar sus áreas de influencia, EE.UU. y la OTAN fomentaron batallones nazis, se apoderaron del gobierno ucraniano y apostaron misiles nucleares secretos mirando hacia Rusia. Con todo ello, el “oso soviético” se siente cercado y amagado, lleva treinta años planteándolo, minimizada su zona de seguridad y en esto radica el problema de fondo. Los dos gigantes discuten territorios y predominio mundial mientras China, se alinea con Rusia. Dominar una región, garantiza apoderarse de la economía y las decisiones. Por ahora, los civiles ucranianos se refugian en Rumania y países vecinos. Quienes en la pre-guerra entonaron bravuconadas, a la hora de la verdad no comprometen sus ejércitos. Pero en cambio, si procuran la venta de sus armamentos que endeudan la economía ucraniana. Los fabricantes de armas del mundo que no pasan de siete, deben investigar para mantener tecnología de punta, desplazar sus antiguallas, ganar dinero para el nuevo desarrollo que los mantenga actualizados. Quien disponga de la mejor y más moderna fuerza militar es quien domina, las utilidades vienen como una consecuencia. La guerra es el más grande negocio planetario, por eso es un asunto imperial. Es inhumana y sanguinaria. Es la faceta animal del llamado “Rey de la creación”. Ya Aristóteles decía que el ser humano, tiene los pies en la tierra, pero la mirada dirigida a las estrellas. El peso de su cuerpo animal lo hunde en el Barro, pero con su mirada puede embelesarse, contemplando los más elevados fines. Aunque con frecuencia nuestros líderes políticos prefieren mirar hacia el estiércol, y priorizar los bienes económicos de este mundo antes que la paz y la felicidad humana.

El temor es que este conflicto que parece local, pueda detonar una tercera conflagración de carácter internacional. Noam Chomsky ya advirtió certeramente acerca de este peligro real. Hiroshima y Nagasaki, nos recuerdan la desgracia de una guerra nuclear. Hoy esas armas están diseminadas por el mundo. Ya no hay monopolio. ¿Acaso los líderes mundiales no reflexionan acerca de esta grave responsabilidad que tienen en sus manos?