/ lunes 16 de octubre de 2023

70 años construyendo poder

En 1923, Elvia Carrillo Puerto, Beatriz Peniche Barrera y Raquel Dzib Cicero, fueron electas como diputadas a la XXVIII Legislatura del Congreso del Estado de Yucatán. Ni siquiera a nivel nacional estaban reconocidas plenamente como ciudadanas y a fuerza de insistir, las mujeres comenzaban a ser parte de la actividad pública.

Necesitaron pasar 30 años más para que el 17 de octubre de 1953, durante el mandato de Adolfo Ruíz Cortines, se reformaran los artículos 34 y 115 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos a fin de reconocer el derecho al sufragio universal a las mexicanas.

En ese texto, la edad para ser considerado con ciudadanía plena, también era diferente a lo actual. Quedó el artículo de esta forma: “Son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos reúnan además los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años de edad, siendo casados, o 21 si no lo son y tener un modo honesto de vivir”. Es curioso para la generación actual que la ciudadanía estuviese condicionada al estado civil de las personas, pero así era.

Un año después de la reforma constitucional, Aurora Jiménez de Palacios rindió protesta para participar en el último periodo de la XLII Legislatura del Congreso del Estado de Baja California.

Finalmente, en 1955, las mujeres acudieron a las urnas para elegir diputados federales para la XLIII Legislatura (1955-1958). Hubo un mensaje social muy claro en el sentido de que el voto femenino tenía el visto bueno del poner: la primera en depositar su voto fue la señora María Izaguirre de Ruiz Cortines, primera dama de México en ese momento.

Casi un cuarto de siglo después, en 1979, Colima eligió a la primera gobernadora de México, Griselda Álvarez de León. Hay una anécdota interesante: la gobernadora citó a una reunión y los hombres llegaron tarde. Ella comenzó a tiempo y a partir de allí, se entendió: una mujer ostentaba el poder…y lo ejercía. De 1987 a 1992, la segunda gobernadora: Beatriz Paredes Rangel, orgullosamente Tlaxcalteca.

Pero la resistencia era muy fuerte. A nivel mundial se hizo claro que contar con el derecho no significaba contar con el camino despejado. La década de los noventas fue estratégica para la promoción de la integración de la mujer en política. 1993 fue el año en que se exhortó a los partidos a incluir mas mujeres. Ante el desdén de éstos al llamado, en 1996 la ley instruyó a que se respetara que, en un tercio, al menos una candidatura fuese de sexo distinto. Siempre entendieron las cúpulas políticas que fuesen dos hombres y una mujer, aunque no se mencionara así literalmente.

A inicios del siglo XXI, denominado por la ONU como “El Siglo de las Mujeres”, se comenzó a hablar de paridad, de que lo justo debía ser 50% y 50%. En 2011 se estableció ante el vergonzante episodio de “las Juanitas” que las suplencias debían ser cubiertas por personas del mismo sexo que el propietario, pudiendo ser mujeres siempre, aunque fueran hombres los candidatos.

Con la reforma Constitucional de Paridad en Todo de 2019, y la legislación de 2020 para tipificar violencia política contra las mujeres en razón de género, se siguió asfaltando el camino del poder para las mujeres. De los resultados más evidentes, las gubernaturas. Cuando de 1979 a 2020 solo siete mujeres habían sido electas gobernadoras, con la acción afirmativa de paridad en gubernaturas, de 2021 a la fecha 10 mujeres titulan sus gobiernos estatales.

Además de 10 gobernadoras, entre otras destacadas mujeres, México tiene presidentas del senado y diputados federales, presidenta de la Corte por primera vez en casi 200 años, gobernadora del Banco de México, secretaria de gobernación y de otras carteras del ejecutivo, presidenta del INAI; y, dos extraordinarias mujeres, Claudia Sheinbaum Pardo y Xóchitl Gálvez Ruiz, que alguna de ellas, se convertirá en 2024 en la primera presidenta de México.

Aún hay resistencia y violencia contra las mujeres políticas, aún falta camino por allanar, pero 70 años después de la lucha de nuestras abuelas, el voto es, más que nunca, significante del poder femenino. ¡Enhorabuena! ¡Felicitémonos!


En 1923, Elvia Carrillo Puerto, Beatriz Peniche Barrera y Raquel Dzib Cicero, fueron electas como diputadas a la XXVIII Legislatura del Congreso del Estado de Yucatán. Ni siquiera a nivel nacional estaban reconocidas plenamente como ciudadanas y a fuerza de insistir, las mujeres comenzaban a ser parte de la actividad pública.

Necesitaron pasar 30 años más para que el 17 de octubre de 1953, durante el mandato de Adolfo Ruíz Cortines, se reformaran los artículos 34 y 115 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos a fin de reconocer el derecho al sufragio universal a las mexicanas.

En ese texto, la edad para ser considerado con ciudadanía plena, también era diferente a lo actual. Quedó el artículo de esta forma: “Son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos reúnan además los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años de edad, siendo casados, o 21 si no lo son y tener un modo honesto de vivir”. Es curioso para la generación actual que la ciudadanía estuviese condicionada al estado civil de las personas, pero así era.

Un año después de la reforma constitucional, Aurora Jiménez de Palacios rindió protesta para participar en el último periodo de la XLII Legislatura del Congreso del Estado de Baja California.

Finalmente, en 1955, las mujeres acudieron a las urnas para elegir diputados federales para la XLIII Legislatura (1955-1958). Hubo un mensaje social muy claro en el sentido de que el voto femenino tenía el visto bueno del poner: la primera en depositar su voto fue la señora María Izaguirre de Ruiz Cortines, primera dama de México en ese momento.

Casi un cuarto de siglo después, en 1979, Colima eligió a la primera gobernadora de México, Griselda Álvarez de León. Hay una anécdota interesante: la gobernadora citó a una reunión y los hombres llegaron tarde. Ella comenzó a tiempo y a partir de allí, se entendió: una mujer ostentaba el poder…y lo ejercía. De 1987 a 1992, la segunda gobernadora: Beatriz Paredes Rangel, orgullosamente Tlaxcalteca.

Pero la resistencia era muy fuerte. A nivel mundial se hizo claro que contar con el derecho no significaba contar con el camino despejado. La década de los noventas fue estratégica para la promoción de la integración de la mujer en política. 1993 fue el año en que se exhortó a los partidos a incluir mas mujeres. Ante el desdén de éstos al llamado, en 1996 la ley instruyó a que se respetara que, en un tercio, al menos una candidatura fuese de sexo distinto. Siempre entendieron las cúpulas políticas que fuesen dos hombres y una mujer, aunque no se mencionara así literalmente.

A inicios del siglo XXI, denominado por la ONU como “El Siglo de las Mujeres”, se comenzó a hablar de paridad, de que lo justo debía ser 50% y 50%. En 2011 se estableció ante el vergonzante episodio de “las Juanitas” que las suplencias debían ser cubiertas por personas del mismo sexo que el propietario, pudiendo ser mujeres siempre, aunque fueran hombres los candidatos.

Con la reforma Constitucional de Paridad en Todo de 2019, y la legislación de 2020 para tipificar violencia política contra las mujeres en razón de género, se siguió asfaltando el camino del poder para las mujeres. De los resultados más evidentes, las gubernaturas. Cuando de 1979 a 2020 solo siete mujeres habían sido electas gobernadoras, con la acción afirmativa de paridad en gubernaturas, de 2021 a la fecha 10 mujeres titulan sus gobiernos estatales.

Además de 10 gobernadoras, entre otras destacadas mujeres, México tiene presidentas del senado y diputados federales, presidenta de la Corte por primera vez en casi 200 años, gobernadora del Banco de México, secretaria de gobernación y de otras carteras del ejecutivo, presidenta del INAI; y, dos extraordinarias mujeres, Claudia Sheinbaum Pardo y Xóchitl Gálvez Ruiz, que alguna de ellas, se convertirá en 2024 en la primera presidenta de México.

Aún hay resistencia y violencia contra las mujeres políticas, aún falta camino por allanar, pero 70 años después de la lucha de nuestras abuelas, el voto es, más que nunca, significante del poder femenino. ¡Enhorabuena! ¡Felicitémonos!