/ miércoles 20 de junio de 2018

Caras y Máscaras

¡Alto al maltrato a los ancianos!

El pasado 15 de los corrientes, con motivo del Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, este diario publicó el reporte de la entrevista que la periodista Nora Rachel Ramírez hizo a la doctora Claudia Berenice Mendoza Ramírez, coordinadora de la Licenciatura en Atención Integral al Adulto Mayor de la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UAT).

Expresiones sobresalientes de la entrevistada, entre otras, fueron las siguientes:

“Se tiene la idea de que un adulto mayor es aquella persona a quien se le dice ‘pobrecito, ya está viejito, ya no puede hacer cosas’, es decir la propia sociedad hace esta segregación por edad y características.

“Tenemos que reconocer al adulto mayor como un integrante de la sociedad que sigue siendo activo y que puede seguir participando en el contexto cultural, económico, educativo y político.

“Si bien hay personas que tienen envejecimiento patológico y hay discapacidad tanto física como cognitiva, tenemos que partir hacia la prevención para generar envejecimiento activo, normal, sin enfermedades y sin discapacidades.

“Quienes se encargan de un adulto mayor dicen que lo cuidan porque está en su familia, pero muchas veces se mantiene en su cuarto, aislado de los integrantes de ese núcleo y no se comunica con ellos, la propia familia, al no saber cómo atenderlo, lo empieza a segregar.

“La juventud debe reflexionar sobre lo que está haciendo para no llegar con enfermedades a su vejez: ‘lo que tengo que hacer para llegar con un envejecimiento activo y saludable es cuidarme, generar buenos hábitos alimenticios, hacer deporte, dedicarme a mi persona, construir tanto un proyecto financiero como académico, prever qué es lo que quiero en cada una de mis etapas y cómo lo voy a ir generando’.

“La Carta de San José –aprobada en la tercera Conferencia Regional Intergubernamental sobre Envejecimiento en América Latina y el Caribe, Costa Rica, mayo 2012- determina que ‘no se deben escatimar esfuerzos para promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas mayores, trabajar en la erradicación de todas las formas de discriminación y violencia, y crear redes de protección para hacer efectivos sus derechos’.

“El asilo o residencias para adultos mayores deben ser la última instancia a la que se debe acudir si trabajamos en la prevención, en la concientización de que el adulto mayor es un ente participativo, un ser humano con los mismos derechos que los demás, por eso tenemos que trabajar mucho sobre la situación del envejecimiento activo y saludable”.

Enmarcan el reportaje referido, las siguientes cifras:

Los 962 millones de adultos mayores representan el 13 por ciento de la población mundial (ONU).

A nivel nacional, en 2017 los 12 millones 973 mil 411 ancianos representaron el 10.5 por ciento del total de habitantes y un incremento del 7.2 por ciento respecto a los habidos en el 2015.

En Tlaxcala, según el INEGI, el 6.6 por ciento de la población es de adultos mayores; en 2013 había 20 adultos mayores por cada 100 jóvenes y se estima que para 2030 la relación será de 37 por 100.

La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución 66/127, del 19 de diciembre de 2011, designó el 15 de junio como Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. ¿Por qué la ONU instituye tantos Días Internacionales? ¿Para qué sirven?, son preguntas que el público se plantea frecuentemente. Quienes trabajan en las Naciones Unidas responden que “la Asamblea General por esta vía promueve llevar a cabo actividades dirigidas a sensibilizar a la opinión pública, concienciar, llamar la atención, señalar que existe un problema sin resolver, un asunto importante y pendiente en las sociedades para que, a través de esa sensibilización, los gobiernos y los estados actúen y tomen medidas o para que los ciudadanos así lo exijan a sus representantes.”

La celebración del día 15 de junio sirve para que el mundo exprese su oposición a los abusos infligidos a los ancianos. La ONU define el maltrato de los ancianos como “un acto que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, o la falta de medidas apropiadas para evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza; puede adoptar diversas formas, como el maltrato físico, psíquico, emocional o sexual, así como el abuso de confianza en cuestiones económicas. También puede ser resultado de la negligencia, sea esta intencional o no.”

Aunque el maltrato a los ancianos suele mantenerse oculto por considerarse un asunto esencialmente privado, lo cierto es que cada día aparecen más indicios de que se trata de un grave problema social de salud pública. Un estudio en 28 países realizado en 2017 estimó que, durante 2016, el 15,7 por ciento de las personas de 60 años o más fueron sometidas a alguna forma de abuso, cifra probablemente subestimada porque los afectados suelen tener miedo de informar a sus familiares y amigos o a las autoridades. No obstante, la investigación reveló algunas cifras de los tipos más frecuentes de abuso: maltrato psicológico, 11.6 por ciento; abuso económico, 6.8 por ciento; desatención, 4.2 por ciento; maltrato físico 2.6 por ciento y abuso sexual, 0.9 por ciento.

Dado el rápido envejecimiento de la población en muchos países y debido a que sus necesidades no podrán atenderse plenamente por falta de recursos, previsiblemente aumentará la cantidad de casos de maltrato de personas mayores. Para el año 2050 la población mundial de mayores de 60 años se habrá más que duplicado al pasar de 900 millones en 2015 a unos 2000 millones, de forma que, con la gran mayoría de ancianos viviendo en países de bajos y medianos ingresos, si la proporción de víctimas de abuso permanece constante, el número de ancianos afectados llegará a 320 millones en el 2050.

Desde una perspectiva sanitaria y social, es apremiante que los sectores de atención primaria de salud y los servicios sociales activen su preparación para detectar y resolver el problema que día con día devela su magnitud y dramatismo.

Al respecto, conviene destacar que las formas de definir, detectar y resolver el maltrato a las personas mayores tienen que enmarcarse en el contexto cultural y considerar este entre los factores condicionantes de las decisiones para su solución. Por ejemplo, en algunas sociedades tradicionales se obliga a las viudas de cierta edad a casarse de nuevo, mientras que en otras las mujeres mayores que viven solas son acusadas de practicar la brujería.

En este sentido la doctora Mendoza Ramírez, arriba mencionada, señaló que la licenciatura en Atención Integral al Adulto Mayor de la UAT se plantea prevenir desde las etapas infantiles, es decir, enseñar cómo generar un proyecto de vida que lleve a la población a un envejecimiento activo, y “tiene que ver con cambiar o retornar a los valores que se han modificado para el trato con adultos mayores”.

Para el caso, cabe mencionar que en los pueblos prehispánicos la vejez comenzaba cuando un hombre alcanzaba los 52 años: ser viejo no equivalía a la exclusión de la sociedad; por el contrario, los viejos seguían activos y en ellos recaía la tarea de concertar los matrimonios, las ceremonias religiosas, a más de intervenir con sus consejos en los asuntos del trabajo, la familia y la guerra, pues se tenían muy en cuenta sus conocimientos y su experiencia.

Los calpullis, o barrios, se gobernaban por medio de un consejo de ancianos, a los que se llamaba Huehues, con injerencia dentro de la jurisdicción civil y criminal, y en otras decisiones que atañesen a su calpulli. Participaban en las ceremonias religiosas y se les consultaba en relación a los asuntos importantes que afectaban al barrio. Asimismo, cuando se nombraba a un nuevo tlatoani, jefe máximo, asistían los soldados viejos y los ancianos no militares. Por su parte, los pochtecas viejos, los mercaderes, eran muy respetados y tenían gran autoridad. Los ancianos nunca dejaban de contar con la protección de la familia, encargada de su cuidado hasta su muerte.

“El buen viejo tiene fama y honra, es persona de buenos consejos y castigos; cuenta las cosas antiguas y es persona de buen ejemplo.” Fray Bernardino de Sahagún.

¡Alto al maltrato a los ancianos!

El pasado 15 de los corrientes, con motivo del Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, este diario publicó el reporte de la entrevista que la periodista Nora Rachel Ramírez hizo a la doctora Claudia Berenice Mendoza Ramírez, coordinadora de la Licenciatura en Atención Integral al Adulto Mayor de la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UAT).

Expresiones sobresalientes de la entrevistada, entre otras, fueron las siguientes:

“Se tiene la idea de que un adulto mayor es aquella persona a quien se le dice ‘pobrecito, ya está viejito, ya no puede hacer cosas’, es decir la propia sociedad hace esta segregación por edad y características.

“Tenemos que reconocer al adulto mayor como un integrante de la sociedad que sigue siendo activo y que puede seguir participando en el contexto cultural, económico, educativo y político.

“Si bien hay personas que tienen envejecimiento patológico y hay discapacidad tanto física como cognitiva, tenemos que partir hacia la prevención para generar envejecimiento activo, normal, sin enfermedades y sin discapacidades.

“Quienes se encargan de un adulto mayor dicen que lo cuidan porque está en su familia, pero muchas veces se mantiene en su cuarto, aislado de los integrantes de ese núcleo y no se comunica con ellos, la propia familia, al no saber cómo atenderlo, lo empieza a segregar.

“La juventud debe reflexionar sobre lo que está haciendo para no llegar con enfermedades a su vejez: ‘lo que tengo que hacer para llegar con un envejecimiento activo y saludable es cuidarme, generar buenos hábitos alimenticios, hacer deporte, dedicarme a mi persona, construir tanto un proyecto financiero como académico, prever qué es lo que quiero en cada una de mis etapas y cómo lo voy a ir generando’.

“La Carta de San José –aprobada en la tercera Conferencia Regional Intergubernamental sobre Envejecimiento en América Latina y el Caribe, Costa Rica, mayo 2012- determina que ‘no se deben escatimar esfuerzos para promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas mayores, trabajar en la erradicación de todas las formas de discriminación y violencia, y crear redes de protección para hacer efectivos sus derechos’.

“El asilo o residencias para adultos mayores deben ser la última instancia a la que se debe acudir si trabajamos en la prevención, en la concientización de que el adulto mayor es un ente participativo, un ser humano con los mismos derechos que los demás, por eso tenemos que trabajar mucho sobre la situación del envejecimiento activo y saludable”.

Enmarcan el reportaje referido, las siguientes cifras:

Los 962 millones de adultos mayores representan el 13 por ciento de la población mundial (ONU).

A nivel nacional, en 2017 los 12 millones 973 mil 411 ancianos representaron el 10.5 por ciento del total de habitantes y un incremento del 7.2 por ciento respecto a los habidos en el 2015.

En Tlaxcala, según el INEGI, el 6.6 por ciento de la población es de adultos mayores; en 2013 había 20 adultos mayores por cada 100 jóvenes y se estima que para 2030 la relación será de 37 por 100.

La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución 66/127, del 19 de diciembre de 2011, designó el 15 de junio como Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. ¿Por qué la ONU instituye tantos Días Internacionales? ¿Para qué sirven?, son preguntas que el público se plantea frecuentemente. Quienes trabajan en las Naciones Unidas responden que “la Asamblea General por esta vía promueve llevar a cabo actividades dirigidas a sensibilizar a la opinión pública, concienciar, llamar la atención, señalar que existe un problema sin resolver, un asunto importante y pendiente en las sociedades para que, a través de esa sensibilización, los gobiernos y los estados actúen y tomen medidas o para que los ciudadanos así lo exijan a sus representantes.”

La celebración del día 15 de junio sirve para que el mundo exprese su oposición a los abusos infligidos a los ancianos. La ONU define el maltrato de los ancianos como “un acto que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, o la falta de medidas apropiadas para evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza; puede adoptar diversas formas, como el maltrato físico, psíquico, emocional o sexual, así como el abuso de confianza en cuestiones económicas. También puede ser resultado de la negligencia, sea esta intencional o no.”

Aunque el maltrato a los ancianos suele mantenerse oculto por considerarse un asunto esencialmente privado, lo cierto es que cada día aparecen más indicios de que se trata de un grave problema social de salud pública. Un estudio en 28 países realizado en 2017 estimó que, durante 2016, el 15,7 por ciento de las personas de 60 años o más fueron sometidas a alguna forma de abuso, cifra probablemente subestimada porque los afectados suelen tener miedo de informar a sus familiares y amigos o a las autoridades. No obstante, la investigación reveló algunas cifras de los tipos más frecuentes de abuso: maltrato psicológico, 11.6 por ciento; abuso económico, 6.8 por ciento; desatención, 4.2 por ciento; maltrato físico 2.6 por ciento y abuso sexual, 0.9 por ciento.

Dado el rápido envejecimiento de la población en muchos países y debido a que sus necesidades no podrán atenderse plenamente por falta de recursos, previsiblemente aumentará la cantidad de casos de maltrato de personas mayores. Para el año 2050 la población mundial de mayores de 60 años se habrá más que duplicado al pasar de 900 millones en 2015 a unos 2000 millones, de forma que, con la gran mayoría de ancianos viviendo en países de bajos y medianos ingresos, si la proporción de víctimas de abuso permanece constante, el número de ancianos afectados llegará a 320 millones en el 2050.

Desde una perspectiva sanitaria y social, es apremiante que los sectores de atención primaria de salud y los servicios sociales activen su preparación para detectar y resolver el problema que día con día devela su magnitud y dramatismo.

Al respecto, conviene destacar que las formas de definir, detectar y resolver el maltrato a las personas mayores tienen que enmarcarse en el contexto cultural y considerar este entre los factores condicionantes de las decisiones para su solución. Por ejemplo, en algunas sociedades tradicionales se obliga a las viudas de cierta edad a casarse de nuevo, mientras que en otras las mujeres mayores que viven solas son acusadas de practicar la brujería.

En este sentido la doctora Mendoza Ramírez, arriba mencionada, señaló que la licenciatura en Atención Integral al Adulto Mayor de la UAT se plantea prevenir desde las etapas infantiles, es decir, enseñar cómo generar un proyecto de vida que lleve a la población a un envejecimiento activo, y “tiene que ver con cambiar o retornar a los valores que se han modificado para el trato con adultos mayores”.

Para el caso, cabe mencionar que en los pueblos prehispánicos la vejez comenzaba cuando un hombre alcanzaba los 52 años: ser viejo no equivalía a la exclusión de la sociedad; por el contrario, los viejos seguían activos y en ellos recaía la tarea de concertar los matrimonios, las ceremonias religiosas, a más de intervenir con sus consejos en los asuntos del trabajo, la familia y la guerra, pues se tenían muy en cuenta sus conocimientos y su experiencia.

Los calpullis, o barrios, se gobernaban por medio de un consejo de ancianos, a los que se llamaba Huehues, con injerencia dentro de la jurisdicción civil y criminal, y en otras decisiones que atañesen a su calpulli. Participaban en las ceremonias religiosas y se les consultaba en relación a los asuntos importantes que afectaban al barrio. Asimismo, cuando se nombraba a un nuevo tlatoani, jefe máximo, asistían los soldados viejos y los ancianos no militares. Por su parte, los pochtecas viejos, los mercaderes, eran muy respetados y tenían gran autoridad. Los ancianos nunca dejaban de contar con la protección de la familia, encargada de su cuidado hasta su muerte.

“El buen viejo tiene fama y honra, es persona de buenos consejos y castigos; cuenta las cosas antiguas y es persona de buen ejemplo.” Fray Bernardino de Sahagún.