/ miércoles 19 de junio de 2019

CARAS Y MÁSCARAS

Benéfica influencia del exilio español

  • Del total de refugiados españoles, alrededor de un 25 por ciento se considera inmigración intelectual la que, indiscutiblemente, dejó una profunda huella en los distintos campos del conocimiento y las artes de nuestro país.

El 13 de junio de 1939, hace 80 años, a eso de las cinco de la tarde, arribó al puerto de Veracruz el buque de vapor Sinaia que 18 días antes partió del puerto pesquero de Séte, en Francia. El Sinaia transportó hasta México a 307 familias, en total mil 600 refugiados de la España Republicana, que huían de la represión franquista y de los campos de concentración franceses y aceptaron la oferta del general Lázaro Cárdenas de ser acogidos por México.

La expedición del Sinaia, la primera de una larga serie, se organizó con ayuda del Servicio de Evacuación de Refugiados españoles, controlado por el Gobierno republicano. El 25 de mayo, con una cantidad de pasajeros que duplicaba su capacidad, zarpó el navío mencionado. Atrás quedaba un continente que la barbarie nazi estaba a punto de hacer estallar.

Al descender del buque, esperaban a los exiliados cerca de 20 mil personas que los recibieron con jubilosas aclamaciones. "No os recibimos como náufragos de la persecución dictatorial", les dijo al darles la bienvenida el representante del presidente Lázaro Cárdenas, "sino como a exponentes de la causa imperecedera de las libertades del hombre".

Después del Sinaia arribaron con el mismo propósito otras muchas naves como el Ipanema o el Mexique; el último fue el Nyassa, en 1942. A lo largo de esos años, desembarcaron unos 25 mil exiliados republicanos, que huían de una guerra brutal, en la que España era el conejillo de Indias de las nuevas armas alemanas e italianas, con las que el fascismo se preparaba para la Segunda Guerra Mundial, y los inmigrantes encontraron en nuestro país una nueva oportunidad y un lugar para continuar con sus vidas, gracias a la solidaridad del pueblo mexicano.

“Yo he escuchado muchos discursos de amigos del exilio español que han agradecido a México, especialmente al presidente Cárdenas, la generosa apertura de las puertas de México”, ha dicho un connotado intelectual mexicano, “no obstante, también nosotros tenemos que estar muy agradecidos como nación con el exilio español, ya que este enriqueció notablemente nuestra vida y nuestra cultura.” Sentenció.

Efectivamente, los desplazamientos, las migraciones, son un fenómeno cultural. De modo que los exiliados españoles cargaron con su cultura, con su identidad, sus tradiciones y costumbres y de ellas obtuvimos notables beneficios.

Cierto, en el Sinaia y los otros barcos llegaron escritores, poetas y artistas de la talla de León Felipe o Luis Buñuel, pero la mayoría fueron trabajadores y profesionales: médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, profesores, obreros calificados y campesinos que avalaban las propuestas republicanas para crear una sociedad más justa, más igualitaria.… cuya influencia en la sociedad mexicana fue enorme.

Del total de refugiados españoles, alrededor de un 25 por ciento se considera inmigración intelectual la que, indiscutiblemente, dejó una profunda huella en los distintos campos del conocimiento y las artes de nuestro país.

Germinaron en las universidades y en el campo de la cultura y la ciencia. Crearon centros educativos de gran influencia como el Colegio Madrid, el Instituto Luis Vives y la Academia Hispano-Mexicana. En varias facultades de la UNAM se integraron núcleos de intelectuales muy sólidos, de exiliados primero y de hijos de exiliados posteriormente.

Fundaron editoriales, como Séneca y Era, librerías como la Bonilla, la de Cristal y la Robledo; empresas como Banca Somex, Aceites Ybarra o la Fábrica Vulcano e instituciones de alta cultura como el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y el Colegio de México (Colmex).

En lo individual, muchos mexicanos agradecemos la influencia, la riqueza cultural y humana, recibida de distinguidos exiliados españoles, a quienes sucintamente nos referimos a continuación:

Antonio Ballesteros Usano. Nació el 11 de abril de 1895 en Córdoba, España y murió en la ciudad de México en 1974. Llegó a México en 1939 en el Sinaia. Profesor de la Benemérita Escuela Nacional de Maestros. Fundador y codirector de la revista Educación y Cultura. Una secundaria federal lleva su nombre. Publicó: Distribución del tiempo y del trabajo, La cooperación en la escuela primaria: El método Decroly, La preparación del trabajo escolar, Organización escolar, Conocimiento de la adolescencia, Educación de la adolescencia, Los problemas de la educación de los adultos e Historia general de la educación.

Agustín Mateos Muñoz. (Malpartida de Plasencia, Cáceres; 28/08/1908 -- México 08/06/1997) En México ejerció la docencia en la Escuela Nacional Preparatoria, la Escuela Preparatoria para hijos de trabajadores de Coyoacán, la Escuela Normal Superior, el Colegio Franco Español y la Escuela Nacional de Maestros. Fundó la editorial Esfinge especializada en libros de texto. Colaboró en varias revistas culturales. Fue un destacado catedrático en etimologías griegas y latinas.

Carlos Sáenz de la Calzada. Nació el 9 de febrero de 1917 en la localidad riojano -alavesa de Labraza. Tuvo una larga trayectoria académica y científica. Fue jefe del Departamento de Bibliografía Médica de Laboratorios Servet, jefe de relaciones culturales de la Secretaría de Educación Pública, representante de México ante la UNESCO sobre estudios de Geografía, miembro del Consejo Editorial de diferentes revistas científicas europeas y americanas y autor de diferentes obras sobre Geografía, particularmente sobre Geografía Médica.

Recibió galardones como el Premio del Centro de Documentación Científica y Técnica de la UNESCO, la realización de uno de los mejores trabajos científicos en el marco de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (1955-1957), la medalla al mérito geográfico del Ateneo Nacional de Investigaciones Geográficas, el nombramiento de doctor honoris causa que le otorgó la Universidad de Malta por su labor científica y la Medalla de la Paz de la Albert Einstein International Academy Foundation.


Benéfica influencia del exilio español

  • Del total de refugiados españoles, alrededor de un 25 por ciento se considera inmigración intelectual la que, indiscutiblemente, dejó una profunda huella en los distintos campos del conocimiento y las artes de nuestro país.

El 13 de junio de 1939, hace 80 años, a eso de las cinco de la tarde, arribó al puerto de Veracruz el buque de vapor Sinaia que 18 días antes partió del puerto pesquero de Séte, en Francia. El Sinaia transportó hasta México a 307 familias, en total mil 600 refugiados de la España Republicana, que huían de la represión franquista y de los campos de concentración franceses y aceptaron la oferta del general Lázaro Cárdenas de ser acogidos por México.

La expedición del Sinaia, la primera de una larga serie, se organizó con ayuda del Servicio de Evacuación de Refugiados españoles, controlado por el Gobierno republicano. El 25 de mayo, con una cantidad de pasajeros que duplicaba su capacidad, zarpó el navío mencionado. Atrás quedaba un continente que la barbarie nazi estaba a punto de hacer estallar.

Al descender del buque, esperaban a los exiliados cerca de 20 mil personas que los recibieron con jubilosas aclamaciones. "No os recibimos como náufragos de la persecución dictatorial", les dijo al darles la bienvenida el representante del presidente Lázaro Cárdenas, "sino como a exponentes de la causa imperecedera de las libertades del hombre".

Después del Sinaia arribaron con el mismo propósito otras muchas naves como el Ipanema o el Mexique; el último fue el Nyassa, en 1942. A lo largo de esos años, desembarcaron unos 25 mil exiliados republicanos, que huían de una guerra brutal, en la que España era el conejillo de Indias de las nuevas armas alemanas e italianas, con las que el fascismo se preparaba para la Segunda Guerra Mundial, y los inmigrantes encontraron en nuestro país una nueva oportunidad y un lugar para continuar con sus vidas, gracias a la solidaridad del pueblo mexicano.

“Yo he escuchado muchos discursos de amigos del exilio español que han agradecido a México, especialmente al presidente Cárdenas, la generosa apertura de las puertas de México”, ha dicho un connotado intelectual mexicano, “no obstante, también nosotros tenemos que estar muy agradecidos como nación con el exilio español, ya que este enriqueció notablemente nuestra vida y nuestra cultura.” Sentenció.

Efectivamente, los desplazamientos, las migraciones, son un fenómeno cultural. De modo que los exiliados españoles cargaron con su cultura, con su identidad, sus tradiciones y costumbres y de ellas obtuvimos notables beneficios.

Cierto, en el Sinaia y los otros barcos llegaron escritores, poetas y artistas de la talla de León Felipe o Luis Buñuel, pero la mayoría fueron trabajadores y profesionales: médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, profesores, obreros calificados y campesinos que avalaban las propuestas republicanas para crear una sociedad más justa, más igualitaria.… cuya influencia en la sociedad mexicana fue enorme.

Del total de refugiados españoles, alrededor de un 25 por ciento se considera inmigración intelectual la que, indiscutiblemente, dejó una profunda huella en los distintos campos del conocimiento y las artes de nuestro país.

Germinaron en las universidades y en el campo de la cultura y la ciencia. Crearon centros educativos de gran influencia como el Colegio Madrid, el Instituto Luis Vives y la Academia Hispano-Mexicana. En varias facultades de la UNAM se integraron núcleos de intelectuales muy sólidos, de exiliados primero y de hijos de exiliados posteriormente.

Fundaron editoriales, como Séneca y Era, librerías como la Bonilla, la de Cristal y la Robledo; empresas como Banca Somex, Aceites Ybarra o la Fábrica Vulcano e instituciones de alta cultura como el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y el Colegio de México (Colmex).

En lo individual, muchos mexicanos agradecemos la influencia, la riqueza cultural y humana, recibida de distinguidos exiliados españoles, a quienes sucintamente nos referimos a continuación:

Antonio Ballesteros Usano. Nació el 11 de abril de 1895 en Córdoba, España y murió en la ciudad de México en 1974. Llegó a México en 1939 en el Sinaia. Profesor de la Benemérita Escuela Nacional de Maestros. Fundador y codirector de la revista Educación y Cultura. Una secundaria federal lleva su nombre. Publicó: Distribución del tiempo y del trabajo, La cooperación en la escuela primaria: El método Decroly, La preparación del trabajo escolar, Organización escolar, Conocimiento de la adolescencia, Educación de la adolescencia, Los problemas de la educación de los adultos e Historia general de la educación.

Agustín Mateos Muñoz. (Malpartida de Plasencia, Cáceres; 28/08/1908 -- México 08/06/1997) En México ejerció la docencia en la Escuela Nacional Preparatoria, la Escuela Preparatoria para hijos de trabajadores de Coyoacán, la Escuela Normal Superior, el Colegio Franco Español y la Escuela Nacional de Maestros. Fundó la editorial Esfinge especializada en libros de texto. Colaboró en varias revistas culturales. Fue un destacado catedrático en etimologías griegas y latinas.

Carlos Sáenz de la Calzada. Nació el 9 de febrero de 1917 en la localidad riojano -alavesa de Labraza. Tuvo una larga trayectoria académica y científica. Fue jefe del Departamento de Bibliografía Médica de Laboratorios Servet, jefe de relaciones culturales de la Secretaría de Educación Pública, representante de México ante la UNESCO sobre estudios de Geografía, miembro del Consejo Editorial de diferentes revistas científicas europeas y americanas y autor de diferentes obras sobre Geografía, particularmente sobre Geografía Médica.

Recibió galardones como el Premio del Centro de Documentación Científica y Técnica de la UNESCO, la realización de uno de los mejores trabajos científicos en el marco de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (1955-1957), la medalla al mérito geográfico del Ateneo Nacional de Investigaciones Geográficas, el nombramiento de doctor honoris causa que le otorgó la Universidad de Malta por su labor científica y la Medalla de la Paz de la Albert Einstein International Academy Foundation.