/ martes 7 de agosto de 2018

El cristal con que se mira

¿Y el PAN?

A casi mes y medio de las elecciones, el Partido Acción Nacional se prepara para su sesión de consejo nacional. En esos días, 11 y 12 de agosto, se podrá debatir sobre el diagnóstico del estado actual del partido y, especialmente, el rumbo que queremos para éste.

León Krauze, periodista y pensador brillante, escribió el 23 de julio un artículo sobre las últimas lecciones que deja Francia, campeón del mundo en futbol. Cito parte de sus líneas porque aplican igual al deporte, a la política y a la vida misma. “Donde en Europa hay sistema, escuela, claridad de proyecto, en América Latina solo hay desorden, corrupción, peleas intestinas, caprichos y lamentos. Mucho grito y pocos trofeos”.


El PAN está atrapado hoy en ese estilo de ser latinoamericano. Esa cultura de mirarse el ombligo para hacerse de los muchos o pocos espacios de poder que existen, de dejar de priorizar a sus cuadros eméritos, a quienes pueden dar rumbo, a quienes ofrecen no espacios sino trascendencia, a priorizar el mérito y el prestigio antes que el número de canicas que se tiene para participar en una elección interna.


Hace no más de 10 años, a los militantes se nos exigía por estatuto una cuota simbólica para las actividades del partido y tener derechos a salvo para votar en las internas. Contribuir a nuestro partido, capacitarnos en doctrina, participar de elecciones internas, nos daba identidad, amor a la camiseta, entrega a la causa. Competir sabiendo que nuestras diferencias se dirimían en casa, sin ofensas personales, familiares, ni al honor, permitía que al final nos uniéramos a quien fuese el candidato. Esas contiendas le gustaban a nuestros militantes pero más a nuestro electorado, que veían al PAN como la alternativa demócrata que enarbolaba las banderas y causas más sentidas de los ciudadanos.


La pilares de doctrina humanista que aprendimos en el PAN, a saber, respeto a la dignidad de la persona humana, solidaridad, subsidiariedad y bien común, para muchos, es una forma de vivir, de comportarnos tanto en lo público como en lo privado. Muchas autoridades fueron electas con la confianza del electorado de que, si el PAN abanderaba, esos principios serían rectores de la conducta del gobernante. Aun con muchas acciones de buen gobierno, sin embargo, la percepción en lo nacional es que fallamos. Parafraseando a Don Manuel Gómez Morín, diría que es siempre peor el bien mal hecho que el mal en sí, porque el último impele a la acción y el primero mata la esperanza.


Que el PAN vuelva a adoctrinar, que abrevemos de nuestra tradición y con ello de base apostemos por buenos gobiernos, por modernidad, inclusión, proyecto, por el sentimiento y exigencia del pueblo que quiere prosperidad y paz, comenzando por ser ejemplo de lo que pregonamos: decencia, honor, voz y escuela de ciudadanía.

¿Y el PAN?

A casi mes y medio de las elecciones, el Partido Acción Nacional se prepara para su sesión de consejo nacional. En esos días, 11 y 12 de agosto, se podrá debatir sobre el diagnóstico del estado actual del partido y, especialmente, el rumbo que queremos para éste.

León Krauze, periodista y pensador brillante, escribió el 23 de julio un artículo sobre las últimas lecciones que deja Francia, campeón del mundo en futbol. Cito parte de sus líneas porque aplican igual al deporte, a la política y a la vida misma. “Donde en Europa hay sistema, escuela, claridad de proyecto, en América Latina solo hay desorden, corrupción, peleas intestinas, caprichos y lamentos. Mucho grito y pocos trofeos”.


El PAN está atrapado hoy en ese estilo de ser latinoamericano. Esa cultura de mirarse el ombligo para hacerse de los muchos o pocos espacios de poder que existen, de dejar de priorizar a sus cuadros eméritos, a quienes pueden dar rumbo, a quienes ofrecen no espacios sino trascendencia, a priorizar el mérito y el prestigio antes que el número de canicas que se tiene para participar en una elección interna.


Hace no más de 10 años, a los militantes se nos exigía por estatuto una cuota simbólica para las actividades del partido y tener derechos a salvo para votar en las internas. Contribuir a nuestro partido, capacitarnos en doctrina, participar de elecciones internas, nos daba identidad, amor a la camiseta, entrega a la causa. Competir sabiendo que nuestras diferencias se dirimían en casa, sin ofensas personales, familiares, ni al honor, permitía que al final nos uniéramos a quien fuese el candidato. Esas contiendas le gustaban a nuestros militantes pero más a nuestro electorado, que veían al PAN como la alternativa demócrata que enarbolaba las banderas y causas más sentidas de los ciudadanos.


La pilares de doctrina humanista que aprendimos en el PAN, a saber, respeto a la dignidad de la persona humana, solidaridad, subsidiariedad y bien común, para muchos, es una forma de vivir, de comportarnos tanto en lo público como en lo privado. Muchas autoridades fueron electas con la confianza del electorado de que, si el PAN abanderaba, esos principios serían rectores de la conducta del gobernante. Aun con muchas acciones de buen gobierno, sin embargo, la percepción en lo nacional es que fallamos. Parafraseando a Don Manuel Gómez Morín, diría que es siempre peor el bien mal hecho que el mal en sí, porque el último impele a la acción y el primero mata la esperanza.


Que el PAN vuelva a adoctrinar, que abrevemos de nuestra tradición y con ello de base apostemos por buenos gobiernos, por modernidad, inclusión, proyecto, por el sentimiento y exigencia del pueblo que quiere prosperidad y paz, comenzando por ser ejemplo de lo que pregonamos: decencia, honor, voz y escuela de ciudadanía.