/ jueves 19 de abril de 2018

Los avatares de nuestro tiempo

¿Qué hacemos con nuestros legisladores?


Seguramente parece extraño para muchos generar un artículo de opinión titulándolo con una pregunta, la extrañeza puede surgir bajo el entendido de que cuando generamos postura tenemos la certeza de nuestras convicciones e ideas, somos capaces de realizar afirmaciones de manera a posteriori a nuestro análisis del tema; sin embargo, el tópico que toco en esta ocasión y que trataré de explicar de manera clara a través de las letras, genera de manera invariable una cantidad extraordinaria de posturas, ideas y, por tanto, opiniones.

¿Por qué es tan relevante el Poder Legislativo para nuestra vida en sociedad, tanto que es capaz de generar discusiones y opiniones variadas? Una respuesta simplista sería decir que genera todo ese interés porque es una de las divisiones del poder del Estado (más bien una forma de distribución de las funciones y facultades del poder soberano del Estado); otra respuesta aún más sencilla sería plantear que es relevante porque es el Poder encargado de crear leyes, generar el marco jurídico del Estado, situación que indefectiblemente tiene implicaciones en la vida social.

Pero más allá de sugerir que es importante por las anteriores razones, que dicho sea son plenamente válidas y correctas, el Poder Legislativo es importante y atrae tantas miradas porque es la representación de los ciudadanos (Cámara de Diputados) y de las Entidades Federativas (Cámara de Senadores), ahí radica su relevancia, pero ¿realmente los diputados, nuestros legisladores, nos representan?

La pregunta que antecede es importante, es polémica, muchas personas, muchos ciudadanos no se sienten representados, se sienten ajenos a las decisiones que los legisladores de la Cámara Baja toman, es un problema sin duda de magnitudes amplias, significa la perdida de legitimidad, y es cierto, los legisladores representan intereses, tienen prioridades y genuinos intereses personales, hay que decirlo nuestros legisladores no necesariamente están reflejando los intereses de la totalidad de sus electores.

Sin embargo, seamos sinceros y señalemos que es imposible tomar decisiones respondiendo a los intereses de cada elector de los legisladores, bien lo decía Edmund Burke -legislador británico en su discurso del año de 1774, cuando resultaba ganador del distrito de Bristol, en Reino Unido-, señalaba la imposibilidad de reunir a todos los electores del distrito en un mismo espacio para deliberar la toma de decisiones, razón por la que pasaba a representar los intereses supremos y no únicamente los de sus electores, razón que invariablemente generaría descontento, ocasionaría opiniones de nula compatibilidad de las decisiones del legislador con los intereses de cada ciudadano.

Lo anterior realmente es cierto por sentido común, mientras se beneficia a un grupo necesariamente se dejará de favorecer a otro, de ahí que algunos de nosotros en nuestros días pensemos que nuestros legisladores “no nos representan”, o señalemos que representan “otros intereses”; no sé, creo que son respuestas arquetípicas de nuestro tiempo; sin embargo, es legítimo que los legisladores tengan más de un principal (representado).

Michael Mezey (teórico sobre temas legislativos), en su texto “Legislature: Individual Purpose and Institutional Performance”, señala precisamente esta situación de la posible existencia de más de un “principal” para los legisladores, dada la existencia de diferentes intereses a representar por parte de los legisladores, regreso al título de la presente columna: ¿Qué hacemos con nuestros legisladores?

La respuesta parece ser sencilla, pero tiene en realidad una carga política enorme, lo que debemos hacer con nuestros legisladores para que representen primordialmente los intereses de la mayoría, debemos ejercer presión durante el proceso legislativo, exigir la consideración de la mayoría de los ciudadanos como el “principal” hacedor de agendas para nuestros representes en el Poder Legislativo de la Federación.


Dado lo anterior, es importante la creación de sociedad civil y de ciudadanía mucho más participativa, propugnar por modelos como el de Parlamento abierto, estar más atentos a las decisiones que en este poder se toman, ser ciudadanos que fiscalicen el actuar de los legisladores.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz


¿Qué hacemos con nuestros legisladores?


Seguramente parece extraño para muchos generar un artículo de opinión titulándolo con una pregunta, la extrañeza puede surgir bajo el entendido de que cuando generamos postura tenemos la certeza de nuestras convicciones e ideas, somos capaces de realizar afirmaciones de manera a posteriori a nuestro análisis del tema; sin embargo, el tópico que toco en esta ocasión y que trataré de explicar de manera clara a través de las letras, genera de manera invariable una cantidad extraordinaria de posturas, ideas y, por tanto, opiniones.

¿Por qué es tan relevante el Poder Legislativo para nuestra vida en sociedad, tanto que es capaz de generar discusiones y opiniones variadas? Una respuesta simplista sería decir que genera todo ese interés porque es una de las divisiones del poder del Estado (más bien una forma de distribución de las funciones y facultades del poder soberano del Estado); otra respuesta aún más sencilla sería plantear que es relevante porque es el Poder encargado de crear leyes, generar el marco jurídico del Estado, situación que indefectiblemente tiene implicaciones en la vida social.

Pero más allá de sugerir que es importante por las anteriores razones, que dicho sea son plenamente válidas y correctas, el Poder Legislativo es importante y atrae tantas miradas porque es la representación de los ciudadanos (Cámara de Diputados) y de las Entidades Federativas (Cámara de Senadores), ahí radica su relevancia, pero ¿realmente los diputados, nuestros legisladores, nos representan?

La pregunta que antecede es importante, es polémica, muchas personas, muchos ciudadanos no se sienten representados, se sienten ajenos a las decisiones que los legisladores de la Cámara Baja toman, es un problema sin duda de magnitudes amplias, significa la perdida de legitimidad, y es cierto, los legisladores representan intereses, tienen prioridades y genuinos intereses personales, hay que decirlo nuestros legisladores no necesariamente están reflejando los intereses de la totalidad de sus electores.

Sin embargo, seamos sinceros y señalemos que es imposible tomar decisiones respondiendo a los intereses de cada elector de los legisladores, bien lo decía Edmund Burke -legislador británico en su discurso del año de 1774, cuando resultaba ganador del distrito de Bristol, en Reino Unido-, señalaba la imposibilidad de reunir a todos los electores del distrito en un mismo espacio para deliberar la toma de decisiones, razón por la que pasaba a representar los intereses supremos y no únicamente los de sus electores, razón que invariablemente generaría descontento, ocasionaría opiniones de nula compatibilidad de las decisiones del legislador con los intereses de cada ciudadano.

Lo anterior realmente es cierto por sentido común, mientras se beneficia a un grupo necesariamente se dejará de favorecer a otro, de ahí que algunos de nosotros en nuestros días pensemos que nuestros legisladores “no nos representan”, o señalemos que representan “otros intereses”; no sé, creo que son respuestas arquetípicas de nuestro tiempo; sin embargo, es legítimo que los legisladores tengan más de un principal (representado).

Michael Mezey (teórico sobre temas legislativos), en su texto “Legislature: Individual Purpose and Institutional Performance”, señala precisamente esta situación de la posible existencia de más de un “principal” para los legisladores, dada la existencia de diferentes intereses a representar por parte de los legisladores, regreso al título de la presente columna: ¿Qué hacemos con nuestros legisladores?

La respuesta parece ser sencilla, pero tiene en realidad una carga política enorme, lo que debemos hacer con nuestros legisladores para que representen primordialmente los intereses de la mayoría, debemos ejercer presión durante el proceso legislativo, exigir la consideración de la mayoría de los ciudadanos como el “principal” hacedor de agendas para nuestros representes en el Poder Legislativo de la Federación.


Dado lo anterior, es importante la creación de sociedad civil y de ciudadanía mucho más participativa, propugnar por modelos como el de Parlamento abierto, estar más atentos a las decisiones que en este poder se toman, ser ciudadanos que fiscalicen el actuar de los legisladores.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz