/ jueves 25 de octubre de 2018

LOS AVATARES DE NUESTRO TIEMPO

La caravana migrante

Los problemas del mundo actual siguen siendo igual de desgarradores que en el pasado: la hambruna, la ola expandida de la violencia, la falta de oportunidades, las crisis económicas y la violación sistemática de derechos humanos han derivado en la generación de enormes flujos migratorios inerciales, es decir, movimientos forzados para que las personas abandonen sus países de origen para intentar arribar a algunos otros en donde, aparentemente, podrán desarrollarse como seres humanos.

Esta semana se ha instalado, nuevamente, el tema de la migración en la agenda de análisis. Esto tras la entrada a México de la “Caravana migrante” proveniente de Honduras por la frontera sur de nuestro país; un hecho que ha generado opiniones divididas sobre cuál debe ser la postura del Estado mexicano y las acciones que el gobierno debe emprender.

Tras dicho suceso ha quedado de manifiesto que -a pesar del discurso globalista, de la construcción del Derecho Internacional Humanitario y, para el caso específico de México, del rechazo total a las ideas antimigrantes del presidente Donald Trump en Estados Unidos- aún existe una tendencia a negarle derechos a otras personas que son miradas como ajenas, la falta de reconocimiento del “otro” y de empatía ha exaltado las posturas super nacionalistas que parecían diluidas en México, sobre todo si se considera la tendencia histórica de que como nación hemos sido solidarios, por ejemplo: con el exilio español dado el gobierno franquista en España, con el exilio argentino dado el gobierno de Jorge Videla en Argentina, con el exilio chileno dado el gobierno de Augusto Pinochet, solamente por mencionar algunos ejemplos representativos.

La “Caravana migrante” si bien es un evento extraordinario, no representa un fenómeno nuevo, los flujos de personas migrantes que ingresan a México por su frontera sur con rumbo a los Estados Unidos de Norteamérica asciende, según la Organización Internacional para los Migrantes, a 450,000 personas en busca de asilo o que tiene como destino a EUA. Es decir, la migración preveniente de Sudamérica y Centroamérica necesariamente tienen que cruzar México en busca de mejores condiciones de vida o, simplemente, de mayores ingresos económicos.

Dado que todos los años existen los volúmenes de migración señalado, resulta sorprendente la postura gubernamental de recibir con un movimiento policial extremo y de la sociedad por el rechazo a la realidad. Estoy de acuerdo en adoptar una postura orientada al mantenimiento del orden y de la seguridad nacional, sin embargo, me parece que la acción de gobierno siempre debe estar permeada por el enfoque de derechos humanos.

Considero que el gobierno mexicano, si bien debe siempre garantizar la vida y propiedad de sus ciudadanos, también debe cumplir todos los tratados internacionales que ha signado en materia de derechos humanos y garantizar que el tránsito de las personas migrantes sea con apego irrestricto a los derechos con que cualquier persona cuenta por el sólo hecho de ser humano, ya el año pasado las migraciones de personas de Medio Oriente y de otros países de África a países de Europa fueron ejemplo de una crisis agudizada por la imposición de barreras y controles que rayaban en la ridiculez para personas que huyen de la violencia e, incluso, del hambre.

Aquí sirven las categorías de análisis desarrolladas por organismos internacionales, como: países en atraso, países en vías de desarrollo y países desarrollados; en el sentido de que, en el concierto internacional, al día de hoy, y dado que los problemas no son solamente nacionales sino mundiales o, el menos regionales, requieren de coordinación entre los gobiernos pero, sobre todo de “cooperación para el desarrollo”, elemento que, me perece, es la solución real a los flujos de personas que de manera involuntaria tienen que salir de su país de origen.

La migración que pasa por México y en específico esta coyuntura ha colocado un espejo frente al gobierno y a nuestra sociedad para detenernos a mirarnos y pensar qué es lo que queremos ser: por un lado, la postura globalista y de protección a los derechos de las personas; del otro lado, la postura “ultra nacionalista” o “trumpista”.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz


La caravana migrante

Los problemas del mundo actual siguen siendo igual de desgarradores que en el pasado: la hambruna, la ola expandida de la violencia, la falta de oportunidades, las crisis económicas y la violación sistemática de derechos humanos han derivado en la generación de enormes flujos migratorios inerciales, es decir, movimientos forzados para que las personas abandonen sus países de origen para intentar arribar a algunos otros en donde, aparentemente, podrán desarrollarse como seres humanos.

Esta semana se ha instalado, nuevamente, el tema de la migración en la agenda de análisis. Esto tras la entrada a México de la “Caravana migrante” proveniente de Honduras por la frontera sur de nuestro país; un hecho que ha generado opiniones divididas sobre cuál debe ser la postura del Estado mexicano y las acciones que el gobierno debe emprender.

Tras dicho suceso ha quedado de manifiesto que -a pesar del discurso globalista, de la construcción del Derecho Internacional Humanitario y, para el caso específico de México, del rechazo total a las ideas antimigrantes del presidente Donald Trump en Estados Unidos- aún existe una tendencia a negarle derechos a otras personas que son miradas como ajenas, la falta de reconocimiento del “otro” y de empatía ha exaltado las posturas super nacionalistas que parecían diluidas en México, sobre todo si se considera la tendencia histórica de que como nación hemos sido solidarios, por ejemplo: con el exilio español dado el gobierno franquista en España, con el exilio argentino dado el gobierno de Jorge Videla en Argentina, con el exilio chileno dado el gobierno de Augusto Pinochet, solamente por mencionar algunos ejemplos representativos.

La “Caravana migrante” si bien es un evento extraordinario, no representa un fenómeno nuevo, los flujos de personas migrantes que ingresan a México por su frontera sur con rumbo a los Estados Unidos de Norteamérica asciende, según la Organización Internacional para los Migrantes, a 450,000 personas en busca de asilo o que tiene como destino a EUA. Es decir, la migración preveniente de Sudamérica y Centroamérica necesariamente tienen que cruzar México en busca de mejores condiciones de vida o, simplemente, de mayores ingresos económicos.

Dado que todos los años existen los volúmenes de migración señalado, resulta sorprendente la postura gubernamental de recibir con un movimiento policial extremo y de la sociedad por el rechazo a la realidad. Estoy de acuerdo en adoptar una postura orientada al mantenimiento del orden y de la seguridad nacional, sin embargo, me parece que la acción de gobierno siempre debe estar permeada por el enfoque de derechos humanos.

Considero que el gobierno mexicano, si bien debe siempre garantizar la vida y propiedad de sus ciudadanos, también debe cumplir todos los tratados internacionales que ha signado en materia de derechos humanos y garantizar que el tránsito de las personas migrantes sea con apego irrestricto a los derechos con que cualquier persona cuenta por el sólo hecho de ser humano, ya el año pasado las migraciones de personas de Medio Oriente y de otros países de África a países de Europa fueron ejemplo de una crisis agudizada por la imposición de barreras y controles que rayaban en la ridiculez para personas que huyen de la violencia e, incluso, del hambre.

Aquí sirven las categorías de análisis desarrolladas por organismos internacionales, como: países en atraso, países en vías de desarrollo y países desarrollados; en el sentido de que, en el concierto internacional, al día de hoy, y dado que los problemas no son solamente nacionales sino mundiales o, el menos regionales, requieren de coordinación entre los gobiernos pero, sobre todo de “cooperación para el desarrollo”, elemento que, me perece, es la solución real a los flujos de personas que de manera involuntaria tienen que salir de su país de origen.

La migración que pasa por México y en específico esta coyuntura ha colocado un espejo frente al gobierno y a nuestra sociedad para detenernos a mirarnos y pensar qué es lo que queremos ser: por un lado, la postura globalista y de protección a los derechos de las personas; del otro lado, la postura “ultra nacionalista” o “trumpista”.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz