/ sábado 26 de febrero de 2022

Los Avatares de Nuestro Tiempo | El conflicto Ucrania-Rusia a la luz de las relaciones internacionales

El choque entre los intereses de los Estados es normal. Sin embargo, el mundo contemporáneo y la pretensión de diseñar mecanismos de resolución de los conflictos, negociación de los intereses y debate en un marco de reglas formales, para evitar que tales confrontaciones aumenten su intensidad hasta convertirse en agresiones directas. Esta idea liberal de regulación de las interacciones entre los Estados, se ha colocado –una vez más- en revisión, análisis y crítica, sobre todo porque el bloque de instrumentos de Derecho Internacional parece no lograr –del todo- evitar los acontecimientos bélicos.

El caso en desarrollo del conflicto entre Ucrania y Rusia, parece ser una muestra más de refuerzo al argumento que sostiene que la relación entre Estados es una anarquía casi total. Desde el estudio de las relaciones internacionales, los dos enfoques tradicionales: idealista y realista, persisten hasta la actualidad como encontrados y colocados en perspectiva con lo que tiene lugar en lo fáctico. A pesar de que presumiblemente los Estados están sujetos a un entorno en los que el conflicto bélico tiene incentivos negativos para desarrollarse, es real que los entornos rijosos del mundo, por ejemplo, Medio Oriente, la zona histórica de la antigua Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) o los Estados débiles en África, son un polvorín en los que la guerra es un riesgo permanente.

Para el caso que ahora está en la coyuntura internacional, el problema ha evolucionado rápidamente de unos años para acá. Quizás es posible identificar momentos cruciales para asentamiento de las tensiones ucranianas y rusas, por ejemplo: el control ruso sobre el territorio de Crimea, la fragilidad de la política interna de Ucrania, el intento de incorporación ucraniana a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), entre otros. Respecto de este último punto, fue un momento álgido dado que el intentó de incorporación a dicha organización intermilitar –liderado por los países europeos y los Estados Unidos de Norteamérica- significó una agresión directa a Rusia. Lo anterior es importante destacar porque el actual orden internacional está sustentado no solamente en reglas formales o en el acuerdo del Derecho positivo, también hay consenso en el reconocimiento de límites de interés o áreas de influencia (sobre todo en materia de seguridad nacional). El intento de incorporación de Ucrania a la OTAN significó –para los rusos- un proyecto por vulnerar su estado actual de seguridad.

A pesar de que los analistas de relaciones internacionales más connotados, descartaban el desarrollo de maniobras y básicamente la intervención militar; eso ha ocurrido. Rusia decidió comenzar hostilidades. Con ello, la escuela realista que observa a la guerra como acontecimiento prácticamente inevitable por el flujo de intereses que riñen y constriñen unos con otros, se erige como respuesta sólida en el análisis de los acontecimientos.

Lo anterior significa que el diseño institucional idealista-liberal de las relaciones internacionales no reduce las posibilidades de conflicto a cero. Es decir, aún existen incentivos positivos para que un gran poder (en este Rusia) decida mantener acciones bélicas (aunque los costos sean altos) en contra de Estados menores, con el argumento clásico de defensa de soberanía, mantenimiento de la seguridad e integridad del territorio.

El hecho es de consideración internacional dado que significa la reactivación del choque en una zona, por demás, conflictiva. Además, obliga al resto de los Estados del orden internacional a fijar posturas y, en un contexto de debilitamiento y disputa por el liderazgo internacional entre EUA y China, principalmente, la fijación de tales posiciones puede significar un reordenamiento del sistema actual. Ahora bien, es importante evitar la exageración que se lee en los medios de comunicación acerca de la posibilidad de que este conflicto regional tome una mayor escala. Eso es, a todas luces, improbable.

Los sucesos bien pueden detonar una discusión necesaria acerca de los roles dados a los Estados en el mantenimiento de la paz en las relaciones internacionales. Mientras tanto, queda rechazar la guerra dada la afectación a poblaciones enteras.

El choque entre los intereses de los Estados es normal. Sin embargo, el mundo contemporáneo y la pretensión de diseñar mecanismos de resolución de los conflictos, negociación de los intereses y debate en un marco de reglas formales, para evitar que tales confrontaciones aumenten su intensidad hasta convertirse en agresiones directas. Esta idea liberal de regulación de las interacciones entre los Estados, se ha colocado –una vez más- en revisión, análisis y crítica, sobre todo porque el bloque de instrumentos de Derecho Internacional parece no lograr –del todo- evitar los acontecimientos bélicos.

El caso en desarrollo del conflicto entre Ucrania y Rusia, parece ser una muestra más de refuerzo al argumento que sostiene que la relación entre Estados es una anarquía casi total. Desde el estudio de las relaciones internacionales, los dos enfoques tradicionales: idealista y realista, persisten hasta la actualidad como encontrados y colocados en perspectiva con lo que tiene lugar en lo fáctico. A pesar de que presumiblemente los Estados están sujetos a un entorno en los que el conflicto bélico tiene incentivos negativos para desarrollarse, es real que los entornos rijosos del mundo, por ejemplo, Medio Oriente, la zona histórica de la antigua Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) o los Estados débiles en África, son un polvorín en los que la guerra es un riesgo permanente.

Para el caso que ahora está en la coyuntura internacional, el problema ha evolucionado rápidamente de unos años para acá. Quizás es posible identificar momentos cruciales para asentamiento de las tensiones ucranianas y rusas, por ejemplo: el control ruso sobre el territorio de Crimea, la fragilidad de la política interna de Ucrania, el intento de incorporación ucraniana a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), entre otros. Respecto de este último punto, fue un momento álgido dado que el intentó de incorporación a dicha organización intermilitar –liderado por los países europeos y los Estados Unidos de Norteamérica- significó una agresión directa a Rusia. Lo anterior es importante destacar porque el actual orden internacional está sustentado no solamente en reglas formales o en el acuerdo del Derecho positivo, también hay consenso en el reconocimiento de límites de interés o áreas de influencia (sobre todo en materia de seguridad nacional). El intento de incorporación de Ucrania a la OTAN significó –para los rusos- un proyecto por vulnerar su estado actual de seguridad.

A pesar de que los analistas de relaciones internacionales más connotados, descartaban el desarrollo de maniobras y básicamente la intervención militar; eso ha ocurrido. Rusia decidió comenzar hostilidades. Con ello, la escuela realista que observa a la guerra como acontecimiento prácticamente inevitable por el flujo de intereses que riñen y constriñen unos con otros, se erige como respuesta sólida en el análisis de los acontecimientos.

Lo anterior significa que el diseño institucional idealista-liberal de las relaciones internacionales no reduce las posibilidades de conflicto a cero. Es decir, aún existen incentivos positivos para que un gran poder (en este Rusia) decida mantener acciones bélicas (aunque los costos sean altos) en contra de Estados menores, con el argumento clásico de defensa de soberanía, mantenimiento de la seguridad e integridad del territorio.

El hecho es de consideración internacional dado que significa la reactivación del choque en una zona, por demás, conflictiva. Además, obliga al resto de los Estados del orden internacional a fijar posturas y, en un contexto de debilitamiento y disputa por el liderazgo internacional entre EUA y China, principalmente, la fijación de tales posiciones puede significar un reordenamiento del sistema actual. Ahora bien, es importante evitar la exageración que se lee en los medios de comunicación acerca de la posibilidad de que este conflicto regional tome una mayor escala. Eso es, a todas luces, improbable.

Los sucesos bien pueden detonar una discusión necesaria acerca de los roles dados a los Estados en el mantenimiento de la paz en las relaciones internacionales. Mientras tanto, queda rechazar la guerra dada la afectación a poblaciones enteras.