/ sábado 21 de marzo de 2020

Los Avatares de Nuestro Tiempo | El Covid-19 y la prevista crisis económica

El mundo entero está temblando ante las terribles consecuencias de lo desconocido. En medio de la incertidumbre generada por el contagio exponencial del coronavirus, se generan más miedos y temores respecto al nivel de impacto que éste ha generado en términos económicos, no solamente reflejados en los indicadores macroeconómicos de los países, sino en la calidad de vida de las personas y las condiciones que garantizan su supervivencia. El escenario resulta poco favorable, desde donde se vea, tan sólo el número de casos de Covid-19 confirmados en el mundo asciende a 209 mil 839, concentrados mayoritariamente en China, Italia, Irán, España, Francia, Alemania y Estados Unidos, pero con presencia, según la Organización de las Naciones Unidas, en 168 países.

La “exponenciación” de los casos de contagio confirmados tiene como primera consecuencia, el reto de los sistemas de salud nacionales para garantizar un adecuado tratamiento; de manera inmediata, impacta en el nivel de productividad de las economías dado que se ha optado (acertadamente) por prácticamente detener las actividades productivas para evitar la expansión del virus. Además, el número de muertes por Covid-19 en el mundo también comienza a ser un tema que en prospectiva podría tener afectaciones más profundas. Es cierto, la pérdida de vidas humanas resulta ser la parte más sensible de esta coyuntura, sin embargo, existen otras variables que los gobiernos deben considerar, entre ellas están los riesgos económicos, la Organización Internacional del Trabajo ha advertido que el golpe económico por esta crisis puede ser peor que la del año 2008 y podría significar la pérdida de 25 millones de empleos en el mundo.

Dadas estas previsiones económicas, países como Francia (el cual está dentro de los países con mayor número de contagios) ha tomado decisiones para aligerar el impacto económico y garantizar estabilidad y calidad de vida de las personas; entre las medidas se encuentran, por ejemplo: la creación de un fondo de solidaridad para los ciudadanos, la suspensión temporal de las obligaciones fiscales para empresas y ciudadanos, el aplazamiento de pago e hipotecas y la posibilidad de préstamos a empresas para la recuperación económica. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha sido enfático y ha orientado al gobierno en el sentido de su poderoso discurso, al aseverar que “Francia está en una guerra sanitaria”. Vaya afirmación.

El ejemplo del país europeo debe permear internacionalmente en la planeación de acciones de gobierno en este momento crítico. Abordar con responsabilidad el problema resulta básico, sobre este primer paso lo consecuente seria la movilización de recursos públicos para mantener estabilidad y evitar una crisis de dimensiones aún desconocidas.

Ante la emergencia médico-sanitaria del Covid-19, el gobierno de México debe optar por la planeación estratégica en dos sentidos: el primero ceñido a lo médico para la prevención, detección y tratamiento de los casos de contagio del virus; el segundo es el referido a las previsiones de análisis de los impactos negativos provocados por la pandemia en términos económicos, así como planificación y toma de decisiones para la recuperación en el momento post-crisis, el cual se constituirá como un verdadero problema.

Los avisos de que la economía mexicana va a la baja han sido manifestados desde tiempo antes de la presencia del virus mundial, empero, el Covid-19 ha sido un catalizador de la recesión económica. JP-Morgan, empresa financiera internacional, espera que la economía mexicana se contraiga 1.8% en 2020 sobre todo por la presencia de la crisis sanitaria con impacto el sector servicios de la economía, además, Fitch, calificadora financiera internacional, proyectó la contracción de la economía mexicana en un 2.6%. El contexto no es sencillo, si a la crisis económica mundial por el Covid-19, agregamos la “mexicanidad económica” descrita por: recaudación fiscal baja, producción y precio del petróleo en franca disminución y la aversión del actual gobierno a la deuda, entonces las opciones para garantizar la reactivación económica son aún más reducidas.

El Covid-19 no trajo consigo solamente la afectación a la salud, también puede generar otros efectos devastadores, como una gran crisis económica. Por esta razón es relevante recordar que los gobernantes se enfrentan permanentemente a la toma de decisiones de las que no deben rehuir, sobre todo en escenarios de urgencia y de crisis, donde las decisiones deben estar orientadas de manera técnica para garantizar la máxima eficacia en la atención de los problemas. En México, el gobierno debe tomar y ejercer sus atribuciones para incidir en la economía: política monetaria y fiscal, así como inversión pública. Bien dicen por ahí que, hasta los más neoliberales se vuelven keynesianos en tiempos de crisis.

Ante esta explicación se ha plausible, además de atender el problema de los contagios y el tratamiento de las personas, mantenerse en estado de alerta en las consideraciones de la crisis económica que se avecina. Esto es, también, una oportunidad para fortalecer la economía y expandir nuestros horizontes de desarrollo como economía emergente.

El mundo entero está temblando ante las terribles consecuencias de lo desconocido. En medio de la incertidumbre generada por el contagio exponencial del coronavirus, se generan más miedos y temores respecto al nivel de impacto que éste ha generado en términos económicos, no solamente reflejados en los indicadores macroeconómicos de los países, sino en la calidad de vida de las personas y las condiciones que garantizan su supervivencia. El escenario resulta poco favorable, desde donde se vea, tan sólo el número de casos de Covid-19 confirmados en el mundo asciende a 209 mil 839, concentrados mayoritariamente en China, Italia, Irán, España, Francia, Alemania y Estados Unidos, pero con presencia, según la Organización de las Naciones Unidas, en 168 países.

La “exponenciación” de los casos de contagio confirmados tiene como primera consecuencia, el reto de los sistemas de salud nacionales para garantizar un adecuado tratamiento; de manera inmediata, impacta en el nivel de productividad de las economías dado que se ha optado (acertadamente) por prácticamente detener las actividades productivas para evitar la expansión del virus. Además, el número de muertes por Covid-19 en el mundo también comienza a ser un tema que en prospectiva podría tener afectaciones más profundas. Es cierto, la pérdida de vidas humanas resulta ser la parte más sensible de esta coyuntura, sin embargo, existen otras variables que los gobiernos deben considerar, entre ellas están los riesgos económicos, la Organización Internacional del Trabajo ha advertido que el golpe económico por esta crisis puede ser peor que la del año 2008 y podría significar la pérdida de 25 millones de empleos en el mundo.

Dadas estas previsiones económicas, países como Francia (el cual está dentro de los países con mayor número de contagios) ha tomado decisiones para aligerar el impacto económico y garantizar estabilidad y calidad de vida de las personas; entre las medidas se encuentran, por ejemplo: la creación de un fondo de solidaridad para los ciudadanos, la suspensión temporal de las obligaciones fiscales para empresas y ciudadanos, el aplazamiento de pago e hipotecas y la posibilidad de préstamos a empresas para la recuperación económica. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha sido enfático y ha orientado al gobierno en el sentido de su poderoso discurso, al aseverar que “Francia está en una guerra sanitaria”. Vaya afirmación.

El ejemplo del país europeo debe permear internacionalmente en la planeación de acciones de gobierno en este momento crítico. Abordar con responsabilidad el problema resulta básico, sobre este primer paso lo consecuente seria la movilización de recursos públicos para mantener estabilidad y evitar una crisis de dimensiones aún desconocidas.

Ante la emergencia médico-sanitaria del Covid-19, el gobierno de México debe optar por la planeación estratégica en dos sentidos: el primero ceñido a lo médico para la prevención, detección y tratamiento de los casos de contagio del virus; el segundo es el referido a las previsiones de análisis de los impactos negativos provocados por la pandemia en términos económicos, así como planificación y toma de decisiones para la recuperación en el momento post-crisis, el cual se constituirá como un verdadero problema.

Los avisos de que la economía mexicana va a la baja han sido manifestados desde tiempo antes de la presencia del virus mundial, empero, el Covid-19 ha sido un catalizador de la recesión económica. JP-Morgan, empresa financiera internacional, espera que la economía mexicana se contraiga 1.8% en 2020 sobre todo por la presencia de la crisis sanitaria con impacto el sector servicios de la economía, además, Fitch, calificadora financiera internacional, proyectó la contracción de la economía mexicana en un 2.6%. El contexto no es sencillo, si a la crisis económica mundial por el Covid-19, agregamos la “mexicanidad económica” descrita por: recaudación fiscal baja, producción y precio del petróleo en franca disminución y la aversión del actual gobierno a la deuda, entonces las opciones para garantizar la reactivación económica son aún más reducidas.

El Covid-19 no trajo consigo solamente la afectación a la salud, también puede generar otros efectos devastadores, como una gran crisis económica. Por esta razón es relevante recordar que los gobernantes se enfrentan permanentemente a la toma de decisiones de las que no deben rehuir, sobre todo en escenarios de urgencia y de crisis, donde las decisiones deben estar orientadas de manera técnica para garantizar la máxima eficacia en la atención de los problemas. En México, el gobierno debe tomar y ejercer sus atribuciones para incidir en la economía: política monetaria y fiscal, así como inversión pública. Bien dicen por ahí que, hasta los más neoliberales se vuelven keynesianos en tiempos de crisis.

Ante esta explicación se ha plausible, además de atender el problema de los contagios y el tratamiento de las personas, mantenerse en estado de alerta en las consideraciones de la crisis económica que se avecina. Esto es, también, una oportunidad para fortalecer la economía y expandir nuestros horizontes de desarrollo como economía emergente.