/ sábado 8 de febrero de 2020

Los Avatares de Nuestro Tiempo | La recomposición política en México

  • Cada vez creo más en la conjetura de que la historia es circular. En efecto, las características de espacio y tiempo son irrepetibles “heraclitamente” ningún proceso puede ser exactamente igual que el pasado, empero, los hechos sí demuestran la existencia de coincidencias o características similares con tiempos pasados.

Bajo esta tesitura, la historia política de México parece ser descrita por ciclos, además las ideas formadoras de este derrotero también son reciclables, reutilizables, utilitariamente reivindicadas; por ejemplo, la formación de los organismos constitucionalmente autónomo fue concebida como una idea para limitar al poder autocrático o personal de los gobernantes, sobre todo en ciertos temas estratégicos en los que se presumía la impertinencia de que intereses ajenos orientaran las decisiones –en muchos casos necesariamente técnicas- es el caso de la organización de procesos electorales, la protección de los derechos humanos, la garantía de acceso a la información pública o la regulación de la competencia económica.

Esta discusión fue posibilitada por la alternancia política, lo que algunos han señalado como la transición a la democracia y señalado en las dimensiones de un hito en la vida moderna de México.

  • Ahora mismo, la discusión pública y política ha retomado la discusión acerca de la factibilidad de la división del poder y la descentralización de las decisiones, en buena medida porque el nuevo gobierno atiende temas amplios y, ¡es importante decirlo!, asume como trascendental para su proyecto lograr la recomposición política del Estado mexicano, bajo esta premisa se deben comprender las discusiones actuales sobre la factibilidad de muchos organismos autónomos y, también los intentos por contar con influencia y cuadros políticos fortalecidos en instituciones como: el Instituto Nacional Electoral o la propia Universidad Nacional Autónoma de México.

En esta coyuntura se viven episodios que en la historia reciente ya pasaron, por ello señalo que los argumentos e ideas se reciclan. Por un lado, con el escudo de la popularidad y la legitimidad del triunfo electoral del 2018, se propone y se procede a la acción, apuntando hacia el acaparamiento de la toma de decisiones; en contraparte, se señalan los argumentos técnicos (en muchos casos prácticamente incomprensibles para la población, lo que imposibilita contar con una base popular y legítima de defensa de las autonomías, de las decisiones técnicas, etc.), además acompañados de la desacreditación pública por los resultados del pasado.

Es cierto, muchas de las organizaciones que fragmentaron la toma de decisiones, alegando la necesaria autonomía, han sido sujetos de cuestionamientos por su actuar, también es real que el arquetipo de organismo autónomo plasmado en las disposiciones jurídicas, se comporta fácticamente de manera distinta. En eso abunda el libro “Luchas políticas en el diseño de organismos autónomos” de la autoría del actual Director General de Derechos Humanos y Democracia de la Secretaría de Relaciones Exteriores, es decir que el divisionismo entre técnica y política se balanceó más del lado del segundo sustantivo.

El meollo del asunto está centrado en un tema eminentemente político: mientras la transición a la democracia (la creación del Instituto Federal Electoral, la elección del año 2000) dictó nuevas formas políticas y de organización, la autodenominada cuarta transformación de la vida pública del país entre de frente con los antónimos de las decisiones, pero reactivando formas del pasado para orientar la recomposición política.

Por esta razón señalo, prácticamente como verídica la postura de la historia circular. Sin embargo, las autonomías de instituciones tan relevantes como el Instituto Nacional Electoral o la Universidad Nacional Autónoma de México (órgano descentralizado, no sectorizado) no deberían volver a estar sujetas a las presiones políticas de los nuevos procesos transformadores, en buena medida porque su construcción institucional es un triunfo de luchas políticas incesantes del pasado, muchas de ellas impulsadas desde la izquierda que criticó a los Estados con prácticas autoritarias y concentrados de las decisiones. La recomposición política deberá, por su propio avance, hallar límites.

  • Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz
  • Twitter: @EnriqueBermC
  • Cada vez creo más en la conjetura de que la historia es circular. En efecto, las características de espacio y tiempo son irrepetibles “heraclitamente” ningún proceso puede ser exactamente igual que el pasado, empero, los hechos sí demuestran la existencia de coincidencias o características similares con tiempos pasados.

Bajo esta tesitura, la historia política de México parece ser descrita por ciclos, además las ideas formadoras de este derrotero también son reciclables, reutilizables, utilitariamente reivindicadas; por ejemplo, la formación de los organismos constitucionalmente autónomo fue concebida como una idea para limitar al poder autocrático o personal de los gobernantes, sobre todo en ciertos temas estratégicos en los que se presumía la impertinencia de que intereses ajenos orientaran las decisiones –en muchos casos necesariamente técnicas- es el caso de la organización de procesos electorales, la protección de los derechos humanos, la garantía de acceso a la información pública o la regulación de la competencia económica.

Esta discusión fue posibilitada por la alternancia política, lo que algunos han señalado como la transición a la democracia y señalado en las dimensiones de un hito en la vida moderna de México.

  • Ahora mismo, la discusión pública y política ha retomado la discusión acerca de la factibilidad de la división del poder y la descentralización de las decisiones, en buena medida porque el nuevo gobierno atiende temas amplios y, ¡es importante decirlo!, asume como trascendental para su proyecto lograr la recomposición política del Estado mexicano, bajo esta premisa se deben comprender las discusiones actuales sobre la factibilidad de muchos organismos autónomos y, también los intentos por contar con influencia y cuadros políticos fortalecidos en instituciones como: el Instituto Nacional Electoral o la propia Universidad Nacional Autónoma de México.

En esta coyuntura se viven episodios que en la historia reciente ya pasaron, por ello señalo que los argumentos e ideas se reciclan. Por un lado, con el escudo de la popularidad y la legitimidad del triunfo electoral del 2018, se propone y se procede a la acción, apuntando hacia el acaparamiento de la toma de decisiones; en contraparte, se señalan los argumentos técnicos (en muchos casos prácticamente incomprensibles para la población, lo que imposibilita contar con una base popular y legítima de defensa de las autonomías, de las decisiones técnicas, etc.), además acompañados de la desacreditación pública por los resultados del pasado.

Es cierto, muchas de las organizaciones que fragmentaron la toma de decisiones, alegando la necesaria autonomía, han sido sujetos de cuestionamientos por su actuar, también es real que el arquetipo de organismo autónomo plasmado en las disposiciones jurídicas, se comporta fácticamente de manera distinta. En eso abunda el libro “Luchas políticas en el diseño de organismos autónomos” de la autoría del actual Director General de Derechos Humanos y Democracia de la Secretaría de Relaciones Exteriores, es decir que el divisionismo entre técnica y política se balanceó más del lado del segundo sustantivo.

El meollo del asunto está centrado en un tema eminentemente político: mientras la transición a la democracia (la creación del Instituto Federal Electoral, la elección del año 2000) dictó nuevas formas políticas y de organización, la autodenominada cuarta transformación de la vida pública del país entre de frente con los antónimos de las decisiones, pero reactivando formas del pasado para orientar la recomposición política.

Por esta razón señalo, prácticamente como verídica la postura de la historia circular. Sin embargo, las autonomías de instituciones tan relevantes como el Instituto Nacional Electoral o la Universidad Nacional Autónoma de México (órgano descentralizado, no sectorizado) no deberían volver a estar sujetas a las presiones políticas de los nuevos procesos transformadores, en buena medida porque su construcción institucional es un triunfo de luchas políticas incesantes del pasado, muchas de ellas impulsadas desde la izquierda que criticó a los Estados con prácticas autoritarias y concentrados de las decisiones. La recomposición política deberá, por su propio avance, hallar límites.

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