/ sábado 9 de noviembre de 2019

Los avatares de nuestro tiempo | Los paralelismos en el concepto de desarrollo, apuntes para México

En el discurso político y de gobierno hay frases sueltas y palabras recurrentes, algunas de las cuales tienen consecuencias en términos de políticas públicas, lo que representa compromisos institucionales, reforma o reorganización de las instituciones y organizaciones del Estado. Es decir, los conceptos –muchos de los cuales tienen una carga ideológica innegable- también sostienen una carga de facto; por ello cuando se habla de crecimiento económico, desarrollo social, bienestar o mejora de la calidad de vida de la sociedad, simultáneamente se debe considerar la manifestación pública del gobierno a través de presupuestos, estrategias, planes y programas.

Sin embargo, en el caso de México, los discursos políticos no han permeado plenamente a las instituciones y la fijación de grandes objetivos se ha desvirtuado por el efecto del deseo de la inmediatez. En el caso contrario, los países que han logrado crecimiento económico sostenido, desarrollo sostenible, abatimiento de la pobreza, reducción de las desigualdades, todos sin excepción han optado por lograr esta definición de grandes conceptos y objetivos nacionales: este es el caso de países también occidentales como Brasil, Chile o los Estados Unidos y, también de orientales como: Japón, Corea del Sur y China. Dicho sea, este proceso de maduración de las instituciones públicas hacia la orientación a resultados, ha sido producto de un largo proceso histórico, relacionado íntimamente con el compromiso y responsabilidad indeclinable de actores estratégicos, con la coordinación de un Estado fortalecido ante la nueva realidad de problemas globales y retos permanentes en los que los recursos son escasos, por lo que los procesos fundamentales se vislumbran como fundamentales.

A propósito de estas ideas, en días pasados tuve la oportunidad de participar en el “Seminario de Desarrollo de Capacidades para Funcionarios Públicos Mexicanos” organizado por el Instituto Nacional de Administración Pública y la Academia de Gobernación de China, en dicho encuentro se analizó la conformación gubernamental de China ante la evidencia del éxito obtenido por la potencia en términos –sobre todo- económicos y geopolíticos; a pesar de la muestra fehaciente de un Estado altamente participativo en los diferentes ámbitos de la vida pública y con muestras autoritarias y poco democráticas.

Empero de este paralelismo de desarrollo, por un lado y por otro, del sostenimiento de una sociedad con libertades limitadas; China debe fungir como un caso referencias para la realidad de México y los múltiples retos que enfrenta. Por ello es relevante destacar la ruta crítica seguida por el baluarte de los BRICS como economías globales de renta media y apuntando hacia la conversión a países con influencia extendida; el primer paso fue lograr la definición del concepto de desarrollo que el país necesitaba orientado desde la idea de garantías para la población para lograr una “sociedad modestamente acomodada”.

En este tenor, el crecimiento y desarrollo de China se explica –consecuencialmente- por la claridad de sus conceptos y de sus objetivos, entre los que destaca: la modernización del país (con horizonte hasta 2050), suprimir el desequilibrio e insuficiencia de desarrollo, lograr la gobernación integral y la reducción de la pobreza; todo bajo la idea supraconceptual de innovación y desarrollo como un binomio que garantizará la factibilidad y perdurabilidad del Estado ante el cumplimiento de la estabilidad económica, política, cultural y ecológica. Resulta sugerente que este largo proceso histórico se ha desagregado en etapas: la etapa de arranque (1978-1984), etapa de desarrollo completo (1984-1992), etapa del establecimiento inicial del sistema de mercado (1992-2002), etapa de la mejora preliminar del sistema de mercado (2002-2012) y la etapa de profundización integral de la reforma de modernización y gobernanza (2012-hasta la actualidad).

Si algo demuestra la historia del desarrollo en China es que los ciclos económicos son regla, existen períodos de bonanza y también de crisis agudas; empero pueden resultar ser elementos controlables, siempre y cuando se cuente con una adecuada planeación y monitoreo de los indicadores y variables para tomar decisiones.

Por esta razón, China puede ser ejemplo para México, solamente en el caso de su reforma modernizadora, punto y aparte con las formas autocráticas y autoritarias de su gobierno, en el que a todas luces el mundo occidental halla desencuentros o disensos. No obstante, la capacidad de gobernanza y la modernización ceñida a la búsqueda de: promover la reforma y salvaguardar la reforma del Estado; así como mejorar el manejo de los asuntos internaciones y la capacidad de respuesta gubernamental ante los asuntos previstos; son tópicos que bien podría abordar el gobierno mexicano como líneas estratégicas para detonar mayores niveles de crecimiento.

El camino para nuestro país está centrado en generar un gran debate nacional para definir –por ejemplo- el concepto de bienestar que el actual gobierno federal ha colocado como piedra angular del proyecto nacional y de la generación de políticas públicas. En tanto, también es conveniente señalar que el proyecto mexicano debe ser auténtico, pero, bien vale la pena, analizar los casos de éxito y las buenas prácticas en diferentes materias, como un ejercicio de políticas públicas. Habrá que detonar el desarrollo y lograr el bienestar.

En el discurso político y de gobierno hay frases sueltas y palabras recurrentes, algunas de las cuales tienen consecuencias en términos de políticas públicas, lo que representa compromisos institucionales, reforma o reorganización de las instituciones y organizaciones del Estado. Es decir, los conceptos –muchos de los cuales tienen una carga ideológica innegable- también sostienen una carga de facto; por ello cuando se habla de crecimiento económico, desarrollo social, bienestar o mejora de la calidad de vida de la sociedad, simultáneamente se debe considerar la manifestación pública del gobierno a través de presupuestos, estrategias, planes y programas.

Sin embargo, en el caso de México, los discursos políticos no han permeado plenamente a las instituciones y la fijación de grandes objetivos se ha desvirtuado por el efecto del deseo de la inmediatez. En el caso contrario, los países que han logrado crecimiento económico sostenido, desarrollo sostenible, abatimiento de la pobreza, reducción de las desigualdades, todos sin excepción han optado por lograr esta definición de grandes conceptos y objetivos nacionales: este es el caso de países también occidentales como Brasil, Chile o los Estados Unidos y, también de orientales como: Japón, Corea del Sur y China. Dicho sea, este proceso de maduración de las instituciones públicas hacia la orientación a resultados, ha sido producto de un largo proceso histórico, relacionado íntimamente con el compromiso y responsabilidad indeclinable de actores estratégicos, con la coordinación de un Estado fortalecido ante la nueva realidad de problemas globales y retos permanentes en los que los recursos son escasos, por lo que los procesos fundamentales se vislumbran como fundamentales.

A propósito de estas ideas, en días pasados tuve la oportunidad de participar en el “Seminario de Desarrollo de Capacidades para Funcionarios Públicos Mexicanos” organizado por el Instituto Nacional de Administración Pública y la Academia de Gobernación de China, en dicho encuentro se analizó la conformación gubernamental de China ante la evidencia del éxito obtenido por la potencia en términos –sobre todo- económicos y geopolíticos; a pesar de la muestra fehaciente de un Estado altamente participativo en los diferentes ámbitos de la vida pública y con muestras autoritarias y poco democráticas.

Empero de este paralelismo de desarrollo, por un lado y por otro, del sostenimiento de una sociedad con libertades limitadas; China debe fungir como un caso referencias para la realidad de México y los múltiples retos que enfrenta. Por ello es relevante destacar la ruta crítica seguida por el baluarte de los BRICS como economías globales de renta media y apuntando hacia la conversión a países con influencia extendida; el primer paso fue lograr la definición del concepto de desarrollo que el país necesitaba orientado desde la idea de garantías para la población para lograr una “sociedad modestamente acomodada”.

En este tenor, el crecimiento y desarrollo de China se explica –consecuencialmente- por la claridad de sus conceptos y de sus objetivos, entre los que destaca: la modernización del país (con horizonte hasta 2050), suprimir el desequilibrio e insuficiencia de desarrollo, lograr la gobernación integral y la reducción de la pobreza; todo bajo la idea supraconceptual de innovación y desarrollo como un binomio que garantizará la factibilidad y perdurabilidad del Estado ante el cumplimiento de la estabilidad económica, política, cultural y ecológica. Resulta sugerente que este largo proceso histórico se ha desagregado en etapas: la etapa de arranque (1978-1984), etapa de desarrollo completo (1984-1992), etapa del establecimiento inicial del sistema de mercado (1992-2002), etapa de la mejora preliminar del sistema de mercado (2002-2012) y la etapa de profundización integral de la reforma de modernización y gobernanza (2012-hasta la actualidad).

Si algo demuestra la historia del desarrollo en China es que los ciclos económicos son regla, existen períodos de bonanza y también de crisis agudas; empero pueden resultar ser elementos controlables, siempre y cuando se cuente con una adecuada planeación y monitoreo de los indicadores y variables para tomar decisiones.

Por esta razón, China puede ser ejemplo para México, solamente en el caso de su reforma modernizadora, punto y aparte con las formas autocráticas y autoritarias de su gobierno, en el que a todas luces el mundo occidental halla desencuentros o disensos. No obstante, la capacidad de gobernanza y la modernización ceñida a la búsqueda de: promover la reforma y salvaguardar la reforma del Estado; así como mejorar el manejo de los asuntos internaciones y la capacidad de respuesta gubernamental ante los asuntos previstos; son tópicos que bien podría abordar el gobierno mexicano como líneas estratégicas para detonar mayores niveles de crecimiento.

El camino para nuestro país está centrado en generar un gran debate nacional para definir –por ejemplo- el concepto de bienestar que el actual gobierno federal ha colocado como piedra angular del proyecto nacional y de la generación de políticas públicas. En tanto, también es conveniente señalar que el proyecto mexicano debe ser auténtico, pero, bien vale la pena, analizar los casos de éxito y las buenas prácticas en diferentes materias, como un ejercicio de políticas públicas. Habrá que detonar el desarrollo y lograr el bienestar.