/ lunes 19 de julio de 2021

Los renglones torcidos de Dios (2 de 3)

La semana pasada, abordé la existencia de quienes son denominados los:

  • depredadores humanos,
  • asesinos psicológicos,
  • violadores del alma: los psicópatas integrados.

Se describe así a aquellas personas, mujeres y hombres, que viven parasitariamente de sus víctimas, que no se detienen sino hasta destruir por completo a quien juraron con flagrante sangre fría y falsedad, amar.

Las víctimas de un psicópata integrado y sus familiares y amigos -y esto es importantísimo enfatizarlo- deben entender que no tuvieron culpa alguna de ser depredados, deben convencerse hasta la última célula que su único error fue entregar su fe, amor y disposición total a su victimario, a ese ser que ante todos luce como encantador y casi perfecto, sin saber que la vida misma podría irles en ello.

Los psicópatas integrados siempre padecen de un narcicismo grave. Desean ser el centro de atención invariablemente, el alma de la fiesta, los mayores portadores de sonrisas, poseen miradas casi hipnotizadoras, se presentan como ciudadanos responsables y brillantes, que escalan posiciones profesionales prácticamente sin esfuerzo aunque, cuando echas una mirada más profunda, encuentras que sus vidas son de relaciones de pareja poco constantes y sí muy numerosas, generalmente sostienen por poco tiempo los puestos de trabajo y siempre, eso sí, fueron en su propia versión, atacados por sus jefes, sus parejas, etc.

Se victimizan de sus víctimas poniendo la reputación y prestigio de quienes depredan por los suelos cuando en realidad son ellos quienes rompen los límites, leyes y normas morales, sabiendo sin excepción lo que hacen y las consecuencias de sus actos. No son enfermos, hay que aclarar esto.

Son jurídicamente imputables. Saben lo que hacen, lo planean y entienden el alcance del daño, solo que les da igual. Cero empatía, cero culpa, cero remordimiento. Terrorífico.

Pero, ¿cómo funciona el sistema de depredación de estos des-almados? Los psicópatas tienen intuitivo conocimiento de programación neurolingüística.

Si la víctima es visual, el bombardeo de amor será por tarjetas, flores, fotos, videos, etc. Si es auditiva, sobrarán mensajes grabados de whatsapp, canciones, poemas leídos, etc y si es kinestésica, las caricias y apapachos no tendrán límite.

En primera fase, la del acercamiento y seducción, bombardean de “amor” a su víctima y en muy poco tiempo les hacen creer que son sus medias naranjas, que nunca han amado así, que encarnan a la persona que el o la psicópata había esperado siempre y viceversa.

Si pueden, se van a vivir con su víctima a los pocos días o semanas de conocerle y comienza el parásito a hacer lo suyo.

Ese bombardeo de amor incluye que se mimeticen a los gestos, acompasamiento del habla, palabras, posturas, etc. de su víctima, que se “almagemelicen” devolviéndoles como propias pero teatralizadas las ideas, sueños, aspiraciones y valores que la víctima les compartió en pláticas cotidianas, utilizando sexo extremo, sin límite y continuo como el más brutal instrumento de control llevando a la víctima a experiencias difícilmente vividas con tal intensidad y, por último, aprovechando la confianza adquirida para conocer sus vulnerabilidades y más dolorosas carencias emocionales construyendo escenas para hacerles creer que con su psicópata personal, todo dolor y vulnerabilidad desaparecerá ¡al fin! de sus vidas.

Con todo ello, y a base de una agenda perfectamente planeada y llena de alevosas mentiras, la víctima cae cada vez más rendido (a) a los pies de este maligno ser.

Para que el “enganche” de amor funcione, el cerebro segrega un neurotransmisor llamado feniletilamina, responsable de los cambios fisiológicos pero también psicológicos de las personas enamoradas, el cual es tan poderosamente adictivo como la cocaína o la heroína.

Con altas concentraciones de feniletilamina, también se liberan B-Endorfinas y péptidos opioides que alimentan la secreción de otros neurotransmisores como la dopamina. Sí, esa misma sustancia que segrega el cerebro con la ingesta de ciertas drogas ilegales.

Ante este carnaval de sustancias que sacan de la realidad a la víctima, la amígdala, ama y señora del sistema límbico, ese que produce las emociones, toma el mando sobre la corteza prefrontal, la que nos hace humanos, la parte del cerebro que nos diferencia de cualquier otro ser vivo, esa que nos da buen juicio, voluntad, decisiones, libre albedrío y control de emociones.

Por lo pronto, si detectas que en tu vida está un o una psicópata
¡corre sin detenerte! No lo digo yo, sino el Dr. Robert Hare, la mayor eminencia en estudios e investigaciones con psicópatas del mundo.

El único ser humano inmune a la destrucción de un psicópata, es…¿Quién crees? Correcto. Otro de ellos. Ni te despidas, desaparece de su vida.

La semana pasada, abordé la existencia de quienes son denominados los:

  • depredadores humanos,
  • asesinos psicológicos,
  • violadores del alma: los psicópatas integrados.

Se describe así a aquellas personas, mujeres y hombres, que viven parasitariamente de sus víctimas, que no se detienen sino hasta destruir por completo a quien juraron con flagrante sangre fría y falsedad, amar.

Las víctimas de un psicópata integrado y sus familiares y amigos -y esto es importantísimo enfatizarlo- deben entender que no tuvieron culpa alguna de ser depredados, deben convencerse hasta la última célula que su único error fue entregar su fe, amor y disposición total a su victimario, a ese ser que ante todos luce como encantador y casi perfecto, sin saber que la vida misma podría irles en ello.

Los psicópatas integrados siempre padecen de un narcicismo grave. Desean ser el centro de atención invariablemente, el alma de la fiesta, los mayores portadores de sonrisas, poseen miradas casi hipnotizadoras, se presentan como ciudadanos responsables y brillantes, que escalan posiciones profesionales prácticamente sin esfuerzo aunque, cuando echas una mirada más profunda, encuentras que sus vidas son de relaciones de pareja poco constantes y sí muy numerosas, generalmente sostienen por poco tiempo los puestos de trabajo y siempre, eso sí, fueron en su propia versión, atacados por sus jefes, sus parejas, etc.

Se victimizan de sus víctimas poniendo la reputación y prestigio de quienes depredan por los suelos cuando en realidad son ellos quienes rompen los límites, leyes y normas morales, sabiendo sin excepción lo que hacen y las consecuencias de sus actos. No son enfermos, hay que aclarar esto.

Son jurídicamente imputables. Saben lo que hacen, lo planean y entienden el alcance del daño, solo que les da igual. Cero empatía, cero culpa, cero remordimiento. Terrorífico.

Pero, ¿cómo funciona el sistema de depredación de estos des-almados? Los psicópatas tienen intuitivo conocimiento de programación neurolingüística.

Si la víctima es visual, el bombardeo de amor será por tarjetas, flores, fotos, videos, etc. Si es auditiva, sobrarán mensajes grabados de whatsapp, canciones, poemas leídos, etc y si es kinestésica, las caricias y apapachos no tendrán límite.

En primera fase, la del acercamiento y seducción, bombardean de “amor” a su víctima y en muy poco tiempo les hacen creer que son sus medias naranjas, que nunca han amado así, que encarnan a la persona que el o la psicópata había esperado siempre y viceversa.

Si pueden, se van a vivir con su víctima a los pocos días o semanas de conocerle y comienza el parásito a hacer lo suyo.

Ese bombardeo de amor incluye que se mimeticen a los gestos, acompasamiento del habla, palabras, posturas, etc. de su víctima, que se “almagemelicen” devolviéndoles como propias pero teatralizadas las ideas, sueños, aspiraciones y valores que la víctima les compartió en pláticas cotidianas, utilizando sexo extremo, sin límite y continuo como el más brutal instrumento de control llevando a la víctima a experiencias difícilmente vividas con tal intensidad y, por último, aprovechando la confianza adquirida para conocer sus vulnerabilidades y más dolorosas carencias emocionales construyendo escenas para hacerles creer que con su psicópata personal, todo dolor y vulnerabilidad desaparecerá ¡al fin! de sus vidas.

Con todo ello, y a base de una agenda perfectamente planeada y llena de alevosas mentiras, la víctima cae cada vez más rendido (a) a los pies de este maligno ser.

Para que el “enganche” de amor funcione, el cerebro segrega un neurotransmisor llamado feniletilamina, responsable de los cambios fisiológicos pero también psicológicos de las personas enamoradas, el cual es tan poderosamente adictivo como la cocaína o la heroína.

Con altas concentraciones de feniletilamina, también se liberan B-Endorfinas y péptidos opioides que alimentan la secreción de otros neurotransmisores como la dopamina. Sí, esa misma sustancia que segrega el cerebro con la ingesta de ciertas drogas ilegales.

Ante este carnaval de sustancias que sacan de la realidad a la víctima, la amígdala, ama y señora del sistema límbico, ese que produce las emociones, toma el mando sobre la corteza prefrontal, la que nos hace humanos, la parte del cerebro que nos diferencia de cualquier otro ser vivo, esa que nos da buen juicio, voluntad, decisiones, libre albedrío y control de emociones.

Por lo pronto, si detectas que en tu vida está un o una psicópata
¡corre sin detenerte! No lo digo yo, sino el Dr. Robert Hare, la mayor eminencia en estudios e investigaciones con psicópatas del mundo.

El único ser humano inmune a la destrucción de un psicópata, es…¿Quién crees? Correcto. Otro de ellos. Ni te despidas, desaparece de su vida.