/ lunes 4 de abril de 2022

Yo, ¿feminista?

El feminismo está definido como un movimiento social que defiende la igualdad de derechos sociales, políticos, legales y económicos de la mujer respecto del hombre. Las investigaciones más serias estiman que el trato desigual entre mujeres y hombres se dio desde el final de la era neoítica, con el nacimiento de la agricultura y por ende la necesidad de mano de obra; así comienza el patriarcado y la dominación de la mujer por la fuerza.

El nacimiento del feminismo se data al tiempo de la Revolución Francesa cuando se comienza a cuestionar lo que hoy conocemos como derechos humanos, pero, en ese entonces, circunscrito a los hombres con “Los Derechos del Hombre y el Ciudadano”; algunos de esos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión, pero ojo, no aplicaban para las mujeres.

Comienza entonces a finales del Siglo XVII y mediados del Siglo XIX la primera ola; una corriente para reivindicar la existencia misma de las mujeres, (con “A” de Humanas) su derecho a la educación y, en este mismo marco, de los derechos sociales de ellas; se comienza a evidenciar las relaciones de subordinación entre mujeres y hombres, fundadas tanto en el tradicionalismo religioso como en teorías biológicas deterministas, que la institución del matrimonio consolidaba. Comienzan los cambios para superar obstáculos legales que impedían siquiera pensar en igualdad; la ola consolida la ciudadanía de las mujeres con la aparición de las primeras sufragistas a comienzos del siglo XX.

La segunda ola del feminismo se abre paso con toda potencia entre 1930 y 1980; se desvelan desigualdades no oficiales pero sí de facto, como aquella obligación de pedir permiso al esposo para tener cuentas de banco, licencia de manejo, etc; y, especialmente, se avanza con la píldora anticonceptiva que otorga libertad para reproducirse o no. Tres tendencias fortísimas se dan en esta ola: el feminismo liberal, que busca cambiar el sistema social desde las instituciones, el feminismo radical, que va a la desestructuración de la raíz de la desigualdad: la división del trabajo desde la construcción patriarcal y el feminismo de la diferencia, actualmente el considerado más políticamente correcto, que igualan el desarrollo de la mujer con el desarrollo social.

La tercera ola comenzó en la década de 1990, esencializa el concepto mismo de lo que significa ser mujer, especialemente en lo corpóreo. Raza, clase, sexualidad, género, edad, etc. Aquí la producción académica construye las teorías contemporáneas de género que aún confunden a tantas y tantos.

Por último, una cuarta ola nacida con la tecnología y los enormes alcances de las redes sociales. Esta ola se desencadenó con el movimiento #MeToo, en 2017 y busca el dejar de habitar la desigualdad, que los derechos humanos sean y se vivan en plenitud, que aprendamos a vernos como seres humanos y no con los filtros de las asignaturas estereotipadas de los lentes del sexismo que aun prevalece. Las asignaturas son muchas, pero finalmente la violencia en razón de género se entiende como un asunto de interés público, se estudia, identifica, legisla, juzga y sentencia como el azote que sigue siendo un freno para la igualdad y el desarrollo. La cuarta ola todavía tiene en México retos brutales; se ve muy lejos el fin del acoso sexual, de los feminicidios, el sistema de cuidados compartido y el trato institucional igualitario, entre otras materias pendientes.

Así pues, que cuando se escucha a una mujer decir: “yo no soy feminista” como si serlo la contrapunteara con la aprobación social o perdiera la categoría de “damita” por levantar la voz y los hechos contra la desigualdad, habría que preguntarle: ¿Usas métodos anticonceptivos con libertad? ¿viajas sola? ¿tienes cuentas bancarias? ¿manejas un vehículo? ¿te sabes valiosa y libre? ¿Entiendes que tu esposo no es tu papá? ¿eres independiente económicamente? Entonces, de nada. Atentamente, Yo Feminista.

El nacimiento del feminismo se data al tiempo de la Revolución Francesa cuando se comienza a cuestionar lo que hoy conocemos como derechos humanos

El feminismo está definido como un movimiento social que defiende la igualdad de derechos sociales, políticos, legales y económicos de la mujer respecto del hombre. Las investigaciones más serias estiman que el trato desigual entre mujeres y hombres se dio desde el final de la era neoítica, con el nacimiento de la agricultura y por ende la necesidad de mano de obra; así comienza el patriarcado y la dominación de la mujer por la fuerza.

El nacimiento del feminismo se data al tiempo de la Revolución Francesa cuando se comienza a cuestionar lo que hoy conocemos como derechos humanos, pero, en ese entonces, circunscrito a los hombres con “Los Derechos del Hombre y el Ciudadano”; algunos de esos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión, pero ojo, no aplicaban para las mujeres.

Comienza entonces a finales del Siglo XVII y mediados del Siglo XIX la primera ola; una corriente para reivindicar la existencia misma de las mujeres, (con “A” de Humanas) su derecho a la educación y, en este mismo marco, de los derechos sociales de ellas; se comienza a evidenciar las relaciones de subordinación entre mujeres y hombres, fundadas tanto en el tradicionalismo religioso como en teorías biológicas deterministas, que la institución del matrimonio consolidaba. Comienzan los cambios para superar obstáculos legales que impedían siquiera pensar en igualdad; la ola consolida la ciudadanía de las mujeres con la aparición de las primeras sufragistas a comienzos del siglo XX.

La segunda ola del feminismo se abre paso con toda potencia entre 1930 y 1980; se desvelan desigualdades no oficiales pero sí de facto, como aquella obligación de pedir permiso al esposo para tener cuentas de banco, licencia de manejo, etc; y, especialmente, se avanza con la píldora anticonceptiva que otorga libertad para reproducirse o no. Tres tendencias fortísimas se dan en esta ola: el feminismo liberal, que busca cambiar el sistema social desde las instituciones, el feminismo radical, que va a la desestructuración de la raíz de la desigualdad: la división del trabajo desde la construcción patriarcal y el feminismo de la diferencia, actualmente el considerado más políticamente correcto, que igualan el desarrollo de la mujer con el desarrollo social.

La tercera ola comenzó en la década de 1990, esencializa el concepto mismo de lo que significa ser mujer, especialemente en lo corpóreo. Raza, clase, sexualidad, género, edad, etc. Aquí la producción académica construye las teorías contemporáneas de género que aún confunden a tantas y tantos.

Por último, una cuarta ola nacida con la tecnología y los enormes alcances de las redes sociales. Esta ola se desencadenó con el movimiento #MeToo, en 2017 y busca el dejar de habitar la desigualdad, que los derechos humanos sean y se vivan en plenitud, que aprendamos a vernos como seres humanos y no con los filtros de las asignaturas estereotipadas de los lentes del sexismo que aun prevalece. Las asignaturas son muchas, pero finalmente la violencia en razón de género se entiende como un asunto de interés público, se estudia, identifica, legisla, juzga y sentencia como el azote que sigue siendo un freno para la igualdad y el desarrollo. La cuarta ola todavía tiene en México retos brutales; se ve muy lejos el fin del acoso sexual, de los feminicidios, el sistema de cuidados compartido y el trato institucional igualitario, entre otras materias pendientes.

Así pues, que cuando se escucha a una mujer decir: “yo no soy feminista” como si serlo la contrapunteara con la aprobación social o perdiera la categoría de “damita” por levantar la voz y los hechos contra la desigualdad, habría que preguntarle: ¿Usas métodos anticonceptivos con libertad? ¿viajas sola? ¿tienes cuentas bancarias? ¿manejas un vehículo? ¿te sabes valiosa y libre? ¿Entiendes que tu esposo no es tu papá? ¿eres independiente económicamente? Entonces, de nada. Atentamente, Yo Feminista.

El nacimiento del feminismo se data al tiempo de la Revolución Francesa cuando se comienza a cuestionar lo que hoy conocemos como derechos humanos