/ miércoles 10 de junio de 2020

Antípodas | Democracia vs autoritarismo

"El fascista no cree en la democracia…habla todo el tiempo de corrupción… es un sociópata que practica la maldad" Norberto Bobbio


¿Qué es un demócrata? En términos simples un demócrata es aquella persona que defiende la democracia, y que por tanto se opone a otras formas de gobierno como la tiranía, el despotismo, el autoritarismo, la monarquía absoluta o el totalitarismo. La democracia como forma de gobierno ha sido estudiada desde diversos ángulos y por múltiples autores, pasando desde la concepción clásica de los griegos que reduce el término a su origen etimológico "demos" pueblo y "kratos" poder, hasta estudios más complejos que se refieren al conjunto de relaciones políticas y premisas que deben cumplirse para que un sistema político pueda ser medido como una democracia.


Pensar en la democracia desde la visión tradicional griega hoy en día es un error común y que deriva en conclusiones generalmente equivocadas; porque desde esa arista, asumir que una democracia es aquel régimen cuyo poder dimana y se legitima por el pueblo, nos traslada al problema de definir quién es el sujeto políticamente visible al que se alude o se da la categoría de "pueblo", es decir, el pueblo son todos, es la mayoría absoluta, la mayoría calificada o la mayoría simple. Ahora bien, partir de la base unidimensional de que el sufragio es el dador de la democracia es falaz, toda vez que gobiernos fascistas como el de Hitler o Mussolini e incluso Chávez en Venezuela emergieron de una elección legítima. Por ello, son otros los indicadores que expresan la calificación de un gobierno en términos de democracia. Para el politólogo italiano Norberto Bobbio las democracias en el mundo se pueden medir por la calidad que presentan en los siguientes elementos, la división de poderes que sea real y efectiva, el reconocimiento, promoción y ampliación de los derechos civiles, políticos y humanos, el respeto del principio de mayoría y la protección de las minorías, el respeto al sufragio universal, el reconocimiento a la oposición, a la pluralidad política e ideológica y, finalmente, la existencia de medios de comunicación fuertes, profesionales, que cuestionen al poder.


Bajo estas consideraciones, me inquieta, mas no me sorprende, la postura del actual presidente de México, cuya estrategia se centra en la polarización, la división y la ruptura social. El llamado que López Obrador hace para que los mexicanos se decanten en contra o favor de "su proyecto de transformación", además de representar una visión exigua, dicotómica y profundamente maniquea, también alienta una visión clasista y de encono social, que en los tiempos complejos que vive el país por la pandemia y sus efectos económicos en nada ayudan. Ahora más allá de ello, también retrata la personalidad autoritaria, autócrata de López Obrador, un hombre con cero tolerancias a la crítica y altamente creyente de poseer la verdad absoluta, dejando de lado su responsabilidad de gobernar por igual para todas y todos los mexicanos, centrándose exclusivamente en su base electoral. Su discurso denota que desea apertrecharse en un sector social específico, del que no se puede negar vive en una enorme desigualdad, pero donde el interés real no es sacarlo de esa condición, sino mantenerlo ahí para que alimente su clientela. Por otro lado, si observamos los criterios que fija Bobbio, el autollamado proyecto transformador de la 4T, se distancia de lo que es un ideal democrático, porque el Poder Legislativo es un apéndice del Ejecutivo, los órganos autónomos están sometidos o en proceso de estarlo; en materia de derechos hay una estrategia de restricción y no reconocimiento, la oposición es vituperada y satanizada, mientras que los medios de comunicación son estigmatizados y vilipendiados por tener líneas editoriales inquisitivas.


Los terrenos que le gustan al presidente son fangosos, y sí, representan un peligro para la democracia mexicana. Los llamados a la división de los pueblos no son nuevos, son característicos de regímenes anti democráticos, dos ejemplos, el creador de la idea de que la política es la confrontación entre un amigo y un enemigo fue el ideólogo del nazismo alemán, Carl Schmitt; otro, fue Fidel Castro quien dijo alguna vez que "con la revolución todo, contra la revolución nada". Finalmente, si se trata de definiciones, me asumo como demócrata, de izquierda progresista y no comulgo con el proyecto de falsa transformación del presidente.


"El fascista no cree en la democracia…habla todo el tiempo de corrupción… es un sociópata que practica la maldad" Norberto Bobbio


¿Qué es un demócrata? En términos simples un demócrata es aquella persona que defiende la democracia, y que por tanto se opone a otras formas de gobierno como la tiranía, el despotismo, el autoritarismo, la monarquía absoluta o el totalitarismo. La democracia como forma de gobierno ha sido estudiada desde diversos ángulos y por múltiples autores, pasando desde la concepción clásica de los griegos que reduce el término a su origen etimológico "demos" pueblo y "kratos" poder, hasta estudios más complejos que se refieren al conjunto de relaciones políticas y premisas que deben cumplirse para que un sistema político pueda ser medido como una democracia.


Pensar en la democracia desde la visión tradicional griega hoy en día es un error común y que deriva en conclusiones generalmente equivocadas; porque desde esa arista, asumir que una democracia es aquel régimen cuyo poder dimana y se legitima por el pueblo, nos traslada al problema de definir quién es el sujeto políticamente visible al que se alude o se da la categoría de "pueblo", es decir, el pueblo son todos, es la mayoría absoluta, la mayoría calificada o la mayoría simple. Ahora bien, partir de la base unidimensional de que el sufragio es el dador de la democracia es falaz, toda vez que gobiernos fascistas como el de Hitler o Mussolini e incluso Chávez en Venezuela emergieron de una elección legítima. Por ello, son otros los indicadores que expresan la calificación de un gobierno en términos de democracia. Para el politólogo italiano Norberto Bobbio las democracias en el mundo se pueden medir por la calidad que presentan en los siguientes elementos, la división de poderes que sea real y efectiva, el reconocimiento, promoción y ampliación de los derechos civiles, políticos y humanos, el respeto del principio de mayoría y la protección de las minorías, el respeto al sufragio universal, el reconocimiento a la oposición, a la pluralidad política e ideológica y, finalmente, la existencia de medios de comunicación fuertes, profesionales, que cuestionen al poder.


Bajo estas consideraciones, me inquieta, mas no me sorprende, la postura del actual presidente de México, cuya estrategia se centra en la polarización, la división y la ruptura social. El llamado que López Obrador hace para que los mexicanos se decanten en contra o favor de "su proyecto de transformación", además de representar una visión exigua, dicotómica y profundamente maniquea, también alienta una visión clasista y de encono social, que en los tiempos complejos que vive el país por la pandemia y sus efectos económicos en nada ayudan. Ahora más allá de ello, también retrata la personalidad autoritaria, autócrata de López Obrador, un hombre con cero tolerancias a la crítica y altamente creyente de poseer la verdad absoluta, dejando de lado su responsabilidad de gobernar por igual para todas y todos los mexicanos, centrándose exclusivamente en su base electoral. Su discurso denota que desea apertrecharse en un sector social específico, del que no se puede negar vive en una enorme desigualdad, pero donde el interés real no es sacarlo de esa condición, sino mantenerlo ahí para que alimente su clientela. Por otro lado, si observamos los criterios que fija Bobbio, el autollamado proyecto transformador de la 4T, se distancia de lo que es un ideal democrático, porque el Poder Legislativo es un apéndice del Ejecutivo, los órganos autónomos están sometidos o en proceso de estarlo; en materia de derechos hay una estrategia de restricción y no reconocimiento, la oposición es vituperada y satanizada, mientras que los medios de comunicación son estigmatizados y vilipendiados por tener líneas editoriales inquisitivas.


Los terrenos que le gustan al presidente son fangosos, y sí, representan un peligro para la democracia mexicana. Los llamados a la división de los pueblos no son nuevos, son característicos de regímenes anti democráticos, dos ejemplos, el creador de la idea de que la política es la confrontación entre un amigo y un enemigo fue el ideólogo del nazismo alemán, Carl Schmitt; otro, fue Fidel Castro quien dijo alguna vez que "con la revolución todo, contra la revolución nada". Finalmente, si se trata de definiciones, me asumo como demócrata, de izquierda progresista y no comulgo con el proyecto de falsa transformación del presidente.