/ martes 16 de octubre de 2018

EL CRISTAL CON QUE SE MIRA

Ya me cayó el veinte

“Usted debería dar esta conferencia a un público de hombres; a mí ya me cayó el veinte”, así me dijo el maestro Carlos, un director de escuela secundaria en Mérida, Yucatán, este viernes pasado que fui invitada a platicar sobre embarazo infantil y adolescente como fenómenos distintos y que, especialmente el primero, por monstruoso y cruel, no llega a nosotros ni lo tenemos en la conciencia colectiva como un asunto de emergencia para atender.

Sensibilización y visibilización es el objetivo de estas conferencias. Es unánime la respuesta; en general me dicen palabras más o menos: es una plática muy fuerte emocionalmente, muy cruda pero que nos enseña el tamaño del problema y la necesidad de hacer algo además de conocer de él.

En la conferencia estuvieron diputadas federal y locales, dos alcaldes, una alcaldesa, 18 presidentas de DIF municipales entre ellas la de Mérida, la secretaria estatal de educación, la titular del organismo estatal de atención a víctimas y varias organizaciones civiles que atienden esta problemática.

El propio José Narro, secretario de Salud federal en el marco del evento sex-fest 2018 de la Facultad de Medicina de la UNAM celebrado los días 13 y 14 de octubre, dijo que “diario nacen dos hijos de niñas entre 10 y 11 años en México”. Es decir, como casi todo en nuestro país, a tapar el pozo después de niño ahogado. Ya vamos tarde para atender el problema. De hecho, solo en 2016 hubo 9,555 nacimientos vivos de madres entre 10 y 14 años. En cinco años, de 2011 a 2016, esa cifra fue de 64,169 y si a ellos sumamos los nacidos de mujeres entre 15 y 19 años en ese mismo lapso que fue de 2’617,492, el número de bebés que hoy están a cargo de mamás-niñas y mamás-adolescentes, sube a 2’681,661. Suma a eso querido lector, las vidas de las madres y hacen 5’363,322 vidas rotas de tajo.

Hablamos de vidas rotas porque, especialmente para las menores de 15 años, las lesiones que provoca un embarazo fisiológicamente son para siempre. El calcio, ácido fólico, hierro y muchos otros nutrientes que la niña necesita para crecer se van al bebé. Las lesiones psicológicas, emocionales y por supuesto de crecimiento profesional también marcan la vida de esas mujeres y por ende de sus hijos permanentemente. Los niños crecen sin derechos mínimos de identidad, protección y convivencia familiar. ¿Las consecuencias? Estructuras de valores inexistentes que a los 10 u 11 años les llevan a despreciar vivir o matar, hacerse o hacer daño y repetir patrones. Los niños sicarios se pueden entender perfectamente cuando a esos pequeños nadie les dio el mínimo de amparo.

Es urgente equiparar el embarazo infantil a lesiones y que el Estado tome las riendas. Averiguar y perseguir de oficio sin que la víctima deba declarar. En 8 de cada 10 casos su agresor es cercano y el bebé tiene la prueba en su propio ADN. Si quien embaraza es menor de edad que se le juzgue así y si es mayor, todo el peso de la ley. A la par, garantía de educación para la víctima y apoyo social para que saque adelante a su hijo. Se los debemos todos. Luego peleamos por filias y fobias partidistas. ¡Acción YA!


Ya me cayó el veinte

“Usted debería dar esta conferencia a un público de hombres; a mí ya me cayó el veinte”, así me dijo el maestro Carlos, un director de escuela secundaria en Mérida, Yucatán, este viernes pasado que fui invitada a platicar sobre embarazo infantil y adolescente como fenómenos distintos y que, especialmente el primero, por monstruoso y cruel, no llega a nosotros ni lo tenemos en la conciencia colectiva como un asunto de emergencia para atender.

Sensibilización y visibilización es el objetivo de estas conferencias. Es unánime la respuesta; en general me dicen palabras más o menos: es una plática muy fuerte emocionalmente, muy cruda pero que nos enseña el tamaño del problema y la necesidad de hacer algo además de conocer de él.

En la conferencia estuvieron diputadas federal y locales, dos alcaldes, una alcaldesa, 18 presidentas de DIF municipales entre ellas la de Mérida, la secretaria estatal de educación, la titular del organismo estatal de atención a víctimas y varias organizaciones civiles que atienden esta problemática.

El propio José Narro, secretario de Salud federal en el marco del evento sex-fest 2018 de la Facultad de Medicina de la UNAM celebrado los días 13 y 14 de octubre, dijo que “diario nacen dos hijos de niñas entre 10 y 11 años en México”. Es decir, como casi todo en nuestro país, a tapar el pozo después de niño ahogado. Ya vamos tarde para atender el problema. De hecho, solo en 2016 hubo 9,555 nacimientos vivos de madres entre 10 y 14 años. En cinco años, de 2011 a 2016, esa cifra fue de 64,169 y si a ellos sumamos los nacidos de mujeres entre 15 y 19 años en ese mismo lapso que fue de 2’617,492, el número de bebés que hoy están a cargo de mamás-niñas y mamás-adolescentes, sube a 2’681,661. Suma a eso querido lector, las vidas de las madres y hacen 5’363,322 vidas rotas de tajo.

Hablamos de vidas rotas porque, especialmente para las menores de 15 años, las lesiones que provoca un embarazo fisiológicamente son para siempre. El calcio, ácido fólico, hierro y muchos otros nutrientes que la niña necesita para crecer se van al bebé. Las lesiones psicológicas, emocionales y por supuesto de crecimiento profesional también marcan la vida de esas mujeres y por ende de sus hijos permanentemente. Los niños crecen sin derechos mínimos de identidad, protección y convivencia familiar. ¿Las consecuencias? Estructuras de valores inexistentes que a los 10 u 11 años les llevan a despreciar vivir o matar, hacerse o hacer daño y repetir patrones. Los niños sicarios se pueden entender perfectamente cuando a esos pequeños nadie les dio el mínimo de amparo.

Es urgente equiparar el embarazo infantil a lesiones y que el Estado tome las riendas. Averiguar y perseguir de oficio sin que la víctima deba declarar. En 8 de cada 10 casos su agresor es cercano y el bebé tiene la prueba en su propio ADN. Si quien embaraza es menor de edad que se le juzgue así y si es mayor, todo el peso de la ley. A la par, garantía de educación para la víctima y apoyo social para que saque adelante a su hijo. Se los debemos todos. Luego peleamos por filias y fobias partidistas. ¡Acción YA!