/ sábado 27 de noviembre de 2021

Los avatares de nuestro tiempo | Tiempos de incertidumbre

La humanidad ha dedicado se mueve en el vaivén del bienestar y la crisis. Hay sucesos para el regocijo y otros tantos funestos y causantes de la incertidumbre. Ahora mismo, el mundo transita una etapa de transformación determinante para la civilización, sobre todo porque el proceso comenzó con la pandemia, como un suceso caótico, para provocar cambios en muchos ámbitos de acción humana y los tiempos pandémicos aún no concluyen sobre todo a nivel consecuencial.

Al respecto, es relevante señalar algunos de los cambios sociales que la pandemia ha provocado: incentivó la discusión y el debate en términos de políticas públicas para fortalecer y crear sistemas de salud pública universal, sobre todo en los países en los que la población no tiene garantizado el derecho de acceso a servicios de salud; otro de las consecuencias positivas ha sido el desmantelamiento de la idea individual de progreso, es decir, un problema con consecuencias colectivas demostró la necesidad de pensar en el “otro”, abandonar la postura egoísta de bienestar. Empero, estas son apenas nociones generales, temas que se encuentran en ciernes. En efecto, las discusiones y debates no necesariamente se transformarán en rumbos de acción o cambios sustanciales en la conformación de los Estados, las políticas implementadas por los gobiernos y, mucho menos, las actitudes personales y los valores sociales de la población.


Sin embargo, las consecuencias negativas están vislumbradas con tal cercanía que, la preocupación surge inherente e inmediatamente. Los datos demuestran que la desaceleración económica de todo el año 2020 y la lenta recuperación en 2021, ha provocado ha generado un entorno poco propicio a la inversión, caída del poder adquisitivo, incremento general de precios, fragilidad del comercio exterior, etc. Este contexto determina, en buena medida, que el estado actual de la economía en el mundo sea una cuestión de análisis y observación permanente.


En el mundo, incluso aquellos países con mejores indicadores de nivel de vida e importantes registros a nivel macroeconómico han insistido en la necesidad de mejorar el ejercicio de los recursos públicos desde los gobiernos. Implícitamente está la idea de concebir a la inversión pública como un determinante del desarrollo, pero con las restricciones debidas y la orientación desde la planificación y programación de los presupuestos. Es cierto, hoy los gobiernos deben fungir como actor que mejora el dinamismo de la economía nacional, invierte en servicios públicos y coberturas sociales (programas de transferencia directa, por mencionar un ejemplo) e impulsa la recuperación económica. Sin embargo, esto debe estar acompañado de varios elementos políticos, entre ellos: el mantenimiento de la estabilidad de las finanzas públicas y, en el caso nacional, el respecto a la autonomía del Banco de México y la política monetaria.


Esta semana justo la preocupación en México está centrada en el crecimiento de la inflación. Alcanzó poco más de los sietes puntos porcentuales. Esto es algo que ocurría en el país desde el año 2001 y es motivo suficiente para recuperar la preocupación de las consecuencias de la pandemia en el mundo. El problema es global, empero, los impactos son más severos en poblaciones como la mexicana dado el contexto de enorme desigualdad social.


En este sentido, resulta indispensable que el gobierno federal atienda -con las herramientas desde la política hacendaria- las prioridades de gasto en un contexto económicamente endeble. Hay que garantizar que la crisis no se agudice.


Por esa razón decía que, la historia de la humanidad es el eterno transitar circular: crisis, estabilidad, desarrollo, bienestar, incertidumbre. Así, la gestión de los bienes colectivos de los que dispone la sociedad se convierte en la efigie de la era contemporánea. Habrá que permanecer positivos, aún ante la adversidad pandémica ahora situada en el terreno de lo económico.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz

Twitter: @EnriqueBermC


Los datos demuestran que la desaceleración económica de todo el año 2020 y la lenta recuperación en 2021, ha provocado ha generado un entorno poco propicio a la inversión, caída del poder adquisitivo, incremento general de precios, fragilidad del comercio exterior, etc. Este contexto determina, en buena medida, que el estado actual de la economía en el mundo sea una cuestión de análisis y observación permanente.


La humanidad ha dedicado se mueve en el vaivén del bienestar y la crisis. Hay sucesos para el regocijo y otros tantos funestos y causantes de la incertidumbre. Ahora mismo, el mundo transita una etapa de transformación determinante para la civilización, sobre todo porque el proceso comenzó con la pandemia, como un suceso caótico, para provocar cambios en muchos ámbitos de acción humana y los tiempos pandémicos aún no concluyen sobre todo a nivel consecuencial.

Al respecto, es relevante señalar algunos de los cambios sociales que la pandemia ha provocado: incentivó la discusión y el debate en términos de políticas públicas para fortalecer y crear sistemas de salud pública universal, sobre todo en los países en los que la población no tiene garantizado el derecho de acceso a servicios de salud; otro de las consecuencias positivas ha sido el desmantelamiento de la idea individual de progreso, es decir, un problema con consecuencias colectivas demostró la necesidad de pensar en el “otro”, abandonar la postura egoísta de bienestar. Empero, estas son apenas nociones generales, temas que se encuentran en ciernes. En efecto, las discusiones y debates no necesariamente se transformarán en rumbos de acción o cambios sustanciales en la conformación de los Estados, las políticas implementadas por los gobiernos y, mucho menos, las actitudes personales y los valores sociales de la población.


Sin embargo, las consecuencias negativas están vislumbradas con tal cercanía que, la preocupación surge inherente e inmediatamente. Los datos demuestran que la desaceleración económica de todo el año 2020 y la lenta recuperación en 2021, ha provocado ha generado un entorno poco propicio a la inversión, caída del poder adquisitivo, incremento general de precios, fragilidad del comercio exterior, etc. Este contexto determina, en buena medida, que el estado actual de la economía en el mundo sea una cuestión de análisis y observación permanente.


En el mundo, incluso aquellos países con mejores indicadores de nivel de vida e importantes registros a nivel macroeconómico han insistido en la necesidad de mejorar el ejercicio de los recursos públicos desde los gobiernos. Implícitamente está la idea de concebir a la inversión pública como un determinante del desarrollo, pero con las restricciones debidas y la orientación desde la planificación y programación de los presupuestos. Es cierto, hoy los gobiernos deben fungir como actor que mejora el dinamismo de la economía nacional, invierte en servicios públicos y coberturas sociales (programas de transferencia directa, por mencionar un ejemplo) e impulsa la recuperación económica. Sin embargo, esto debe estar acompañado de varios elementos políticos, entre ellos: el mantenimiento de la estabilidad de las finanzas públicas y, en el caso nacional, el respecto a la autonomía del Banco de México y la política monetaria.


Esta semana justo la preocupación en México está centrada en el crecimiento de la inflación. Alcanzó poco más de los sietes puntos porcentuales. Esto es algo que ocurría en el país desde el año 2001 y es motivo suficiente para recuperar la preocupación de las consecuencias de la pandemia en el mundo. El problema es global, empero, los impactos son más severos en poblaciones como la mexicana dado el contexto de enorme desigualdad social.


En este sentido, resulta indispensable que el gobierno federal atienda -con las herramientas desde la política hacendaria- las prioridades de gasto en un contexto económicamente endeble. Hay que garantizar que la crisis no se agudice.


Por esa razón decía que, la historia de la humanidad es el eterno transitar circular: crisis, estabilidad, desarrollo, bienestar, incertidumbre. Así, la gestión de los bienes colectivos de los que dispone la sociedad se convierte en la efigie de la era contemporánea. Habrá que permanecer positivos, aún ante la adversidad pandémica ahora situada en el terreno de lo económico.


Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz

Twitter: @EnriqueBermC


Los datos demuestran que la desaceleración económica de todo el año 2020 y la lenta recuperación en 2021, ha provocado ha generado un entorno poco propicio a la inversión, caída del poder adquisitivo, incremento general de precios, fragilidad del comercio exterior, etc. Este contexto determina, en buena medida, que el estado actual de la economía en el mundo sea una cuestión de análisis y observación permanente.