Trópico y corrupción…
El Auditor Superior de la Federación, Juan Manuel Portal, recién entregó al Congreso las observaciones, es decir, las irregularidades encontradas en la cuenta pública de 2016.
A reserva de estudiar las que se refieren al 2016 en Tlaxcala, resalta que el mayor número de malversaciones se refieren al gobierno de Veracruz, encabezado por Javier Duarte.
El dinero malgastado o robado alcanza cifras que no es fácil procesar en la mente. Que no es fácil imaginar en maletas, costales o bóvedas. Tampoco en cuentas bancarias, caballos, licores, apartamentos, lujos, joyas. Cifras que alcanzan más de mil millones de dólares: veinte mil millones de pesos.
Lo que no se puede imaginar, porque está a la vista, es el desastre en que se ha convertido el estado de Veracruz: desempleo, miseria, insalubridad, violencia, secuestros, extorsiones, asaltos de trenes, huachicoleros. Eso sí se ve.
Y ya se sabe bien que la delincuencia es fruto de la corrupción y la miseria. Y eso fue el gobierno del PRI en Veracruz: violencia y miseria. Convirtieron uno de los sitios más ricos del país en un infierno.
A Duarte, hoy en la cárcel, lo atraparon en Guatemala, pero antes se escondió en El Salvador, Honduras, Panamá…
¿Por qué a los veracruzanos les gusta tanto Centro y Sudamérica? ¿Quizá quieren emular a ese otro gran bandido que fue Antonio López de Santa Anna?
Pocos recuerdan que Colombia, el país andino-caribeño-amazónico fue el refugio favorito del más grande bribón que ha dado la patria mexicana: Antonio López de Santa Anna. Efectivamente, cuando las cosas se le complicaban al frívolo xalapeño, lo cual ocurría frecuentemente, tomaba su goleta favorita y se trasladaba a la bahía de Cartagena. Ahí ya lo esperaba un carruaje para trasladarlo al paraje que el Dictador había seleccionado para vivir mientras las cosas se calmaban: la Finca de Turbaco.
Esta región caribeña, ubicada a cincuenta kilómetros de la Costa Atlántica y que guarda un enorme parecido con la hermosa región cafetalera que rodea la capital del estado de Veracruz, es famosa en el norte de Colombia por su riqueza agrícola y sus bellas mujeres, asuntos -el dinero y el sexo- que atraían, por sobre todas las demás cosas, el interés del caradura que fue Antonio. Todavía existe hoy el edificio donde habitó el General que perdió, para nuestra desgracia, todas las batallas contra la República de Texas en 1836 y frente a la invasión norteamericana de 1847.
O sea, los mexicanos hemos sido víctimas, desde hace muchas décadas, de gobernantes corruptos e ineficientes que -salvo excepciones- han dejado a la patria en una mala situación de debilidad ante nuestros millones de pobres y ante el poderoso vecino norteamericano, que ahora, como hace 150 años, está listo a cometer más agresiones y represalias contra los mexicanos.
Ante tanto cinismo y tragedia, solo nos queda la esperanza de que ahora en el siglo XXI pueda surgir una nueva voluntad general en el pueblo, para no permitir más abusos y tratar de reconstruir nuestro pobre México en mejores condiciones.
Que así sea.