/ martes 15 de enero de 2019

Un triunfo de la democracia

El último día de 2018 fueron publicadas en el Periódico Oficial del Estado las reformas a la Ley Municipal de Tlaxcala, con las cuales se devuelve a las y los presidentes de comunidad el derecho al voto en las sesiones de cabildo. Con esta acción de justicia se repara un daño que había dejado a las autoridades comunitarias sin la posibilidad de participar e incidir en los destinos de las municipalidades y, por extensión, en las de la entidad.

La decisión no es gratuita. A finales del siglo XX, desde la administración estatal se alentó la participación de las localidades en la toma de decisiones. Desde el gobierno local, que tuve el honor de encabezar, se puso a disposición de las comunidades un conjunto de opciones para que lograran su desarrollo de manera integral. Entendimos que había un trasfondo histórico que sustentaba el papel de esa miríada de poblaciones.

Hace quinientos años, los europeos encabezados por Hernán Cortés, a su arribo al territorio tlaxcalteca, encontraron una sociedad formada por pequeños asentamientos, compuestos por guerreros y otros grupos, y gobernadas por tiaxcas, gente de mayor edad que concentraba una sabiduría milenaria, y a la que se había cedido la responsabilidad de llevar los destinos de la población.

Se trataba de una organización política que materializaba una forma incipiente de democracia, donde se tomaba el parecer de todos, aunque fueran cuatro los señores principales. Estos eran más bien voceros de la colectividad.

Esa figura que los españoles dieron en llamar Senado no era otra cosa sino una institución donde se escuchaba y se decidía en conjunto. Esa manera de convivencia política encuentra reflejo en la actual institución de las presidencias de comunidad, que son las herederas de aquellos señoríos, las cuales, en su devenir histórico, forjaron una alianza entre ellos para hacer frente a un enemigo común externo.

Dicha forma de gobierno se conservó hasta finales del siglo XVIII, cuando vino la Independencia y los criollos establecieron formas autoritarias de gobierno en el país, con el consabido desastre que significó la integración de la nación mexicana.

Fue hasta que en 1857 se estableció una nueva Constitución cuando se dio paso a expresiones más democráticas, tratando de apuntalar a la República, que todavía tuvo que pasar por varias pruebas para consolidarse en el concierto de las naciones.

El sistema concebido por los liberales encabezados por Juárez sobrevivió hasta la Constitución de 1917, a pesar del paréntesis del gobierno de Porfirio Díaz, a quien tampoco se le pueden regatear méritos.

Fue tras el triunfo del grupo constitucionalista cuando se reconoció a las comunidades como la base de la sociedad. En el espíritu de nuestra Carta Magna se concretó la necesidad de apuntalar a esos pequeños grupos poblacionales, donde comienza a entramarse el tejido social, político y económico del país.

Como ya lo expresé, en su momento en Tlaxcala dimos un impulso sin precedente a las comunidades. La integración de las presidencias auxiliares tuvo como propósito afianzar el crecimiento de esos asentamientos, donde vive la mayor parte de la población de nuestro estado.

Desafortunadamente, hace tres años, el Congreso local, a instancias del gobernador González, dio un golpe de mano que trató de frenar esa inercia universal, que reconoce la necesidad de cimentar desde abajo a las sociedades; en el caso de Tlaxcala, esa cimentación se apoya en nuestras comunidades, que ahora van a recuperar la gestión de sus recursos y de sus destinos.

La única observación a las reformas aprobadas por el Legislativo local tiene que ver con las exigencias que se hacen a las autoridades comunitarias, que expresan un aire de amenaza chantajista, que, confío, sean corregidas de inmediato.

La reforma a la Ley Municipal para devolverle el voto a los presidentes de comunidad al interior de los cabildos es, en suma, un triunfo de la gente y del pueblo en su conjunto, y es parte de la corriente civilizatoria que implica la participación de los ciudadanos en la distribución y uso de los recursos públicos.

Con esta reforma, Morena cumplió con su promesa de campaña, para devolverles el voto en cabildo a los presidentes de comunidad. Felicidades al Congreso del estado por esta decisión.

*Senador de la República

El último día de 2018 fueron publicadas en el Periódico Oficial del Estado las reformas a la Ley Municipal de Tlaxcala, con las cuales se devuelve a las y los presidentes de comunidad el derecho al voto en las sesiones de cabildo. Con esta acción de justicia se repara un daño que había dejado a las autoridades comunitarias sin la posibilidad de participar e incidir en los destinos de las municipalidades y, por extensión, en las de la entidad.

La decisión no es gratuita. A finales del siglo XX, desde la administración estatal se alentó la participación de las localidades en la toma de decisiones. Desde el gobierno local, que tuve el honor de encabezar, se puso a disposición de las comunidades un conjunto de opciones para que lograran su desarrollo de manera integral. Entendimos que había un trasfondo histórico que sustentaba el papel de esa miríada de poblaciones.

Hace quinientos años, los europeos encabezados por Hernán Cortés, a su arribo al territorio tlaxcalteca, encontraron una sociedad formada por pequeños asentamientos, compuestos por guerreros y otros grupos, y gobernadas por tiaxcas, gente de mayor edad que concentraba una sabiduría milenaria, y a la que se había cedido la responsabilidad de llevar los destinos de la población.

Se trataba de una organización política que materializaba una forma incipiente de democracia, donde se tomaba el parecer de todos, aunque fueran cuatro los señores principales. Estos eran más bien voceros de la colectividad.

Esa figura que los españoles dieron en llamar Senado no era otra cosa sino una institución donde se escuchaba y se decidía en conjunto. Esa manera de convivencia política encuentra reflejo en la actual institución de las presidencias de comunidad, que son las herederas de aquellos señoríos, las cuales, en su devenir histórico, forjaron una alianza entre ellos para hacer frente a un enemigo común externo.

Dicha forma de gobierno se conservó hasta finales del siglo XVIII, cuando vino la Independencia y los criollos establecieron formas autoritarias de gobierno en el país, con el consabido desastre que significó la integración de la nación mexicana.

Fue hasta que en 1857 se estableció una nueva Constitución cuando se dio paso a expresiones más democráticas, tratando de apuntalar a la República, que todavía tuvo que pasar por varias pruebas para consolidarse en el concierto de las naciones.

El sistema concebido por los liberales encabezados por Juárez sobrevivió hasta la Constitución de 1917, a pesar del paréntesis del gobierno de Porfirio Díaz, a quien tampoco se le pueden regatear méritos.

Fue tras el triunfo del grupo constitucionalista cuando se reconoció a las comunidades como la base de la sociedad. En el espíritu de nuestra Carta Magna se concretó la necesidad de apuntalar a esos pequeños grupos poblacionales, donde comienza a entramarse el tejido social, político y económico del país.

Como ya lo expresé, en su momento en Tlaxcala dimos un impulso sin precedente a las comunidades. La integración de las presidencias auxiliares tuvo como propósito afianzar el crecimiento de esos asentamientos, donde vive la mayor parte de la población de nuestro estado.

Desafortunadamente, hace tres años, el Congreso local, a instancias del gobernador González, dio un golpe de mano que trató de frenar esa inercia universal, que reconoce la necesidad de cimentar desde abajo a las sociedades; en el caso de Tlaxcala, esa cimentación se apoya en nuestras comunidades, que ahora van a recuperar la gestión de sus recursos y de sus destinos.

La única observación a las reformas aprobadas por el Legislativo local tiene que ver con las exigencias que se hacen a las autoridades comunitarias, que expresan un aire de amenaza chantajista, que, confío, sean corregidas de inmediato.

La reforma a la Ley Municipal para devolverle el voto a los presidentes de comunidad al interior de los cabildos es, en suma, un triunfo de la gente y del pueblo en su conjunto, y es parte de la corriente civilizatoria que implica la participación de los ciudadanos en la distribución y uso de los recursos públicos.

Con esta reforma, Morena cumplió con su promesa de campaña, para devolverles el voto en cabildo a los presidentes de comunidad. Felicidades al Congreso del estado por esta decisión.

*Senador de la República

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