/ sábado 15 de octubre de 2022

Invisible, trabajo de la mujer rural; 15 de octubre, Día de la Mujer Indígena

Su aportación a la seguridad alimentaria es considerada como apoyo familiar, sin remuneración económica

Pese a ser tan productivas, a veces más que el hombre, la mujer rural sigue en el plano de la invisibilidad y su mano de obra es considerada como un apoyo familiar, sin recibir los frutos económicos que se merecen.

Y es que este 15 de octubre, desde el año 2007, la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designó esta fecha como el Día Internacional de las Mujeres Rurales.

Entérate: ➡️ Habrá justicia para población indígena, piden no ser olvidados

Lo anterior, para reconocer “la función y contribución decisivas de la mujer rural, incluida la mujer indígena, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural”.

Empero, las brechas de género aún dificultan el empoderamiento de las mujeres en las regiones, así como la superación de la pobreza, el hambre y la desnutrición.

Lee más: ➡️ Candidatas indígenas y afromexicanas retan a la exclusión y al machismo

Incluso, la falta de estudios, principalmente en generaciones de antaño, ha impedido el desarrollo de la mujer rural, que es considerada útil para criar hijos, tareas del hogar y labrar la tierra.

CUATRO GENERACIONES, CUATRO DESTINOS

En San Juan Ixtenco, considerado como el último bastión de la lengua y cultura yumhu, que traducido al español significa otomí, la evolución de la mujer indígena, gracias a su lucha y perseverancia diaria, ha superado todo tipo de adversidades.

Te recomendamos: ➡️ Día Internacional de los Pueblos Indígenas | Persiste discriminación a los pueblos indígenas

En dicho pueblo, según el censo 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, habitan tres mil 882 mujeres por tres mil 622 hombres.

Ahí, en el barrio de Santiago habita Juana Márquez Solís, mujer indígena y rural de 94 años, quien toda su vida la ha dedicado a labrar el campo, como una forma de sustento alimentario familiar y económico para sacar adelante a sus siete hijos, cinco mujeres y dos hombres –uno ya fallecido.

Juana Márquez Solís, de 94 años de edad, se convirtió desde muy joven en la cabeza principal de la familia Baltazar Márquez, después de quedar viuda. | Armando Pedroza

No dejes de leer: ➡️ Indígenas combinan su profesión y sus raíces; luchan por inclusión

SU NIÑEZ RURAL

Desde su infancia, platica doña Juanita -como la conocen-, quedó huérfana de padre, así que su madre Juana Solís la enseñó a arar la tierra para sembrar el maíz criollo que caracteriza a Ixtenco con 126 variedades de colores, además de frijol y otras semillas.

Juana Márquez Solís, de 94 años de edad, se convirtió desde muy joven en la cabeza principal de la familia Baltazar Márquez, después de quedar viuda. | Armando Pedroza

Antes de salir al campo a trabajar en compañía de sus dos hermanas y su madre, una enchilada (memela grande, pero con más grosor) y un vaso de atole de maíz azul era el desayuno, dice.

Más información: ➡️ Día Internacional de la Mujer Indígena | Reclaman equidad mujeres indígenas

Así comenzó su vida productiva, sin estudios, en medio de la pobreza y la desigualdad social por ser mujer rural indígena, que ante la necesidad familiar por conseguir otra forma de sustento emigró a la Ciudad de México a los 10 años de edad.

Allá, en la capital del país, narró Juanita Márquez, trabajó con una tía por cinco años, luego regresó a su tierra natal para comenzar a formar una familia a los 17 años de edad, cuando se casó con Luis Baltazar Rojas.

Los detalles: ➡️ En Tlaxcala, preservan mujeres la cultura indígena

De esa relación nació Manuela, Silvia, Luis (+), Juan, Libia, Aurelia y Ángela, todos siguieron con las labores del campo hasta la fecha, donde las mujeres se han convertido en defensoras del maíz criollo, a excepción de Libia que emigró a Torreón, Coahuila.

A diferencia de su madre que por falta de estudios no sabe leer ni escribir, los hijos tuvieron la oportunidad de asistir a la primaria.

Entérate: ➡️ Día Internacional de la Mujer Indígena | Mujeres indígenas padecen carencias

“TU MARIDO TE VA A MANTENER”

Silvia Baltazar Márquez, la segunda heredera de la familia, platica que de niñas la frase que siempre escuchó fue: “tú no vas a ir a las escuela, porque tú te vas a casar y tu marido te va a dar –mantener-”.

Silvia, la segunda heredera de la dinastía Baltazar Márquez de mujeres rurales en Ixtenco. | Armando Pedroza

Pero nunca nos imaginamos que al juntarnos teníamos que trabajar”, sonrió la mujer de 67 años de edad, madre de tres hijos.

Continúa leyendo: ➡️ Diputados locales emiten legislar a favor de pueblos indígenas

Igual que su progenitora, Silvia tuvo que trabajar el campo junto con su esposo y buscar otras alternativas de ingresos para dar mejor calidad de vida a su familia, ya que dijo: “el precio de los productos del campo siempre son muy bajos”.

Silvia, la segunda heredera de la dinastía Baltazar Márquez de mujeres rurales en Ixtenco. | Armando Pedroza

“NOS TRATAN COMO BICHOS RAROS”

Para fortalecer la economía familiar, Silvia Baltazar comenzó a viajar a la Ciudad de México a vender lo que producía en el campo de Ixtenco, como pepitas, pinole y huesitos.

Te recomendamos: ➡️ En San Lázaro, buscan que se legisle a favor de indígenas

La adversidad llegó hace 10 años cuando pisó el famoso “Torito”, el Centro de Sanciones Administrativas y de Integración Social ubicado en la Delegación Miguel Hidalgo de la capital de la República.

Ahí, no solo son recluidos las personas que ingieren bebidas alcohólicas en lugares públicos no autorizados o por el alcoholímetro, sino también por impedir o estorbar de cualquier forma el uso de la vía pública, en este caso el comercio informal.

De esta forma, la mujer rural fue interceptada por los guardianes del orden y llevada ante el juez calificador por expender productos en la vía pública.

Más información: ➡️ Asumen autoridades compromiso de trabajar en favor de pueblos indígenas de Tlaxcala

Nos tratan como bichos raros y quedé encerrada… me pedían 300 pesos de multa o 24 horas de arresto, pero siempre sale un ángel de la guarda y este fue la abogada de oficio que se encontraba en el lugar y que se apiadó de mí y pagó la multa”, narró con lágrimas en los ojos Silvia Márquez.

MADRE Y PADRE A LA VEZ

Los detalles: ➡️ Retiran a traductores de lenguas indígenas y de señas en modelo IMSS-Bienestar

Por su parte, Ángela Baltazar Márquez, la menor de la familia, es madre soltera de una hija, que sorteó la falta de la figura y apoyo paterno para consolidar que su heredera, de nombre Alejandra, lograra concluir la carrera en Psicología.

Ángela Baltazar Márquez, con su nieta Alejandra de seis años de edad, la nueva generación de mujeres rurales y defensoras del maíz criollo. | Armando Pedroza

Eso sí, dice la orgullosa madre, ejerce su profesión sin olvidar las raíces indígenas y rurales de sus ancestros, además que también se suma a la lucha del maíz criollo, ideal que también lo comparte con su nieta de seis años de edad, de nombre Alejandra.

Lee más: ➡️ Defenderán el maíz las mujeres indígenas

Ángela Baltazar Márquez, con su nieta Alejandra de seis años de edad, la nueva generación de mujeres rurales y defensoras del maíz criollo. | Armando Pedroza

Y al referirse al legado que deja su madre en la familia, Ángela comentó que “son los buenos valores que recibimos los que nos ha ayudado a salir adelante, somos campesinas, nacimos en la cuna del campo para sembrar alimentos y sembrar educación a los hijos”.

Asimismo, recordó que desde niña ha comido lo que les da el campo, como haba, quelites, malva, quintoniles, verdolaga, calabacitas, alverjón, chícharos, frijoles y, desde luego el principal alimento, el maíz criollo.

No dejes de leer: ➡️ Preparan la primera Bienal de Arte Indígena

Finalmente, las cuatro generaciones de la familia alzaron la voz para que la sociedad y el gobierno dé el lugar que merece a la mujer rural indígena, pero sobre todo, defender el maíz criollo que ha caracterizado por años a San Juan Ixtenco.

“Por la gracia de Dios hay buena cosecha”

Con jornadas de trabajo de más de 10 horas, ante cualquier inclemencia del tiempo, Felipa Cuamatzi Itztetzi cuida sus cultivos de maíz y animales en la comunidad indígena de San Felipe Cuauhtenco, municipio de Contla de Juan Cuamatzi.

Entérate: ➡️ Día Internacional de los Pueblos Indígenas | Indios, no; indígenas, sí: Florencio Martínez

Jornada de sol a sol trabaja Felipa Cuamatzi en sus parcelas y corrales. | Armando Pedroza

No tiene ningún apoyo gubernamental, solo el divino: “Gracias a Dios tenemos buenas cosechas, aunque sea poco, siempre tenemos producción para vender y comer”, dijo la mujer rural.

Aunque lamentó que los precios de los fertilizantes e insumos que se necesitan para labrar el campo hayan incrementado su precio en los últimos años.

Lee más: ➡️ En Contla, sobrevive la medicina tradicional

Se necesita mucho esfuerzo y dinero para hacer producir el campo, pero con amor hacemos que la tierra nos dé unas cuatro toneladas de maíz -por temporada”, mencionó Felipa Cuamatzi.

A sus 47 años de edad, casada con Apolonio Cuamatzi Cuamatzi, recuerda que desde los ocho años comenzó a labrar la tierra.

Más información: ➡️ Impulsan candidatura de indígena para dirigir Conapred

De esta forma, para ayudar a sus padres Gumaro Cuamatzi Muñoz (+) y Delfina Itztetzi Vázquez, alternó la escuela con el campo, aunque solo pudo concluir la primaria.

Mis papá me decía que para qué estudiaba; como mujer, mejor me enseñara a trabajar”, narró la madre de tres hijos, que también los inculcó a las labores del campo.

Así, a los 16 años se casó y junto a su esposo emprendió el camino para dedicar cuerpo y alma a producir la tierra.

Entérate: ➡️ Pide cumplir acuerdos la comunidad indígena

Luego llegaron los hijos, dos mujeres y un hombre, que gracias a cada grano de maíz que ha cosechado, se han convertido en moneda para pagar sus estudios.

Hoy, los hijos necesitan más educación, antes era trabajar y trabajar, pero ahora tienen que sortear tiempos modernos para salir adelante”, detalló Felipa Cuamatzi.

Pese a que se siente orgullosa de sus orígenes indígenas, siente que como mujer rural le ha faltado apoyo de algún programa de gobierno, pero no descarta que pronto llegue.

Continúa leyendo: ➡️ Perdura discriminación a los pueblos indígenas: Ramos Rosales

EN CONTLA

Además de labrar la tierra, Felipa Cuamatzi Itztetzi cría puercos, ovejas, pollos, guajolotes, entre otros animales para comercializarlos o para autoconsumo.

La lengua otomí sigue presente en la familia Baltazar Márquez, aunque las nuevas generaciones no lo dominan al ciento por ciento, debido a la necesidad de comunicarse en español.

Juanita Márquez Solís, Mujer indígena

Antes era puro campo, nada de escuelas, pero cuando tuve a mis hijas, ya había maestros y por lo menos aprendieron en la primaria”



Ángela Baltazar Márquez, Mujer rural

Quisiéramos un precio favorable para nuestro maíz criollo, cuesta mucho esfuerzo y trabajo producirlo, para que lo paguen muy bajo”



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Pese a ser tan productivas, a veces más que el hombre, la mujer rural sigue en el plano de la invisibilidad y su mano de obra es considerada como un apoyo familiar, sin recibir los frutos económicos que se merecen.

Y es que este 15 de octubre, desde el año 2007, la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designó esta fecha como el Día Internacional de las Mujeres Rurales.

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Empero, las brechas de género aún dificultan el empoderamiento de las mujeres en las regiones, así como la superación de la pobreza, el hambre y la desnutrición.

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Juana Márquez Solís, de 94 años de edad, se convirtió desde muy joven en la cabeza principal de la familia Baltazar Márquez, después de quedar viuda. | Armando Pedroza

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Juana Márquez Solís, de 94 años de edad, se convirtió desde muy joven en la cabeza principal de la familia Baltazar Márquez, después de quedar viuda. | Armando Pedroza

Antes de salir al campo a trabajar en compañía de sus dos hermanas y su madre, una enchilada (memela grande, pero con más grosor) y un vaso de atole de maíz azul era el desayuno, dice.

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Silvia Baltazar Márquez, la segunda heredera de la familia, platica que de niñas la frase que siempre escuchó fue: “tú no vas a ir a las escuela, porque tú te vas a casar y tu marido te va a dar –mantener-”.

Silvia, la segunda heredera de la dinastía Baltazar Márquez de mujeres rurales en Ixtenco. | Armando Pedroza

Pero nunca nos imaginamos que al juntarnos teníamos que trabajar”, sonrió la mujer de 67 años de edad, madre de tres hijos.

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Igual que su progenitora, Silvia tuvo que trabajar el campo junto con su esposo y buscar otras alternativas de ingresos para dar mejor calidad de vida a su familia, ya que dijo: “el precio de los productos del campo siempre son muy bajos”.

Silvia, la segunda heredera de la dinastía Baltazar Márquez de mujeres rurales en Ixtenco. | Armando Pedroza

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MADRE Y PADRE A LA VEZ

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Ángela Baltazar Márquez, con su nieta Alejandra de seis años de edad, la nueva generación de mujeres rurales y defensoras del maíz criollo. | Armando Pedroza

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Ángela Baltazar Márquez, con su nieta Alejandra de seis años de edad, la nueva generación de mujeres rurales y defensoras del maíz criollo. | Armando Pedroza

Y al referirse al legado que deja su madre en la familia, Ángela comentó que “son los buenos valores que recibimos los que nos ha ayudado a salir adelante, somos campesinas, nacimos en la cuna del campo para sembrar alimentos y sembrar educación a los hijos”.

Asimismo, recordó que desde niña ha comido lo que les da el campo, como haba, quelites, malva, quintoniles, verdolaga, calabacitas, alverjón, chícharos, frijoles y, desde luego el principal alimento, el maíz criollo.

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Luego llegaron los hijos, dos mujeres y un hombre, que gracias a cada grano de maíz que ha cosechado, se han convertido en moneda para pagar sus estudios.

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