/ viernes 29 de noviembre de 2019

Debe regularse el consumo de alcohol

La ciudad capital de Tlaxcala ha dejado de ser, desde hace algunos lustros, aquella miniciudad tranquila y, sobre todo, silenciosa; ello más notorio durante al período nocturno. La saturación vehicular que día a día continúa extendiéndose, como un cáncer vehicular, en el pequeño espacio de la cabecera municipal, actualmente no deja descansar fácilmente después de la cotidiana jornada de trabajo.

Se nota que la autoridad reguladora del tránsito vehicular no se encuentra disponible por las noches; si la hubiera, no permitirían las carreras de vehículos piloteados por personas que han salido de los que ahora llaman “antros”, donde expenden licores que ponen en mal estado a los consumidores, ello se demuestra con el derribe de porta semáforos, con los alcances y choques vehiculares. Las hormonas de la juventud más el alcohol y otras drogas, establecen el peligro en potencia de los conductores de motocicletas y coches.

Se sabe que existen reglamentos para las cantinas, pero hace falta la supervisión de la autoridad que está a cargo de su función. A la salida de un “antro”, es de suponerse que las personas que egresan de ese lugar de recreo, después de haber ingerido alcohol, al grado que les impidan poder conducir su vehículo con la debida seguridad, en primer término de él y en segundo el de sus acompañantes, sin contar a probables atropellamientos a peatones. Ahí está el lugar preciso para que la autoridad policial aplique el alcoholímetro, es mejor prevenir que lamentar.

¿Acaso no podemos aplicar ejemplo extranjero? Hace algunos lustros a un jalisciense radicado en un pequeño país centroamericano le aconsejaron que abriese un negocio de bebidas alcohólicas incluyendo tequila y, considerando la sugerencia, hizo las gestiones correspondientes ante la autoridad que otorga licencia para expender bebidas alcohólicas. Dentro de las regulaciones para ese tipo de negocios estipulado estaba: no expender más de tres copas o cervezas por cada cliente, además el cierre del negocio debía ser no más allá de las 10:00 p.m. La cantinas no operaban todo el día sino a partir de una hora de la tarde. Así tanto el dueño de la cantina, como los asistentes al bar, no podían exigir más bebidas embriagantes.

La cultura del esparcimiento en un centro donde expenden bebidas espirituosas debiera implementarse por lo menos en esta pequeña ciudad histórica. Ello fortalecería a la propaganda turística de ser una ciudad de paz y de confort, porque la cultura actual del consumo de bebidas embriagantes afecta a la juventud (y adultos), al ingerir a temprana edad la droga maligna. Es la oportunidad de mencionar que los llamados “antros” admiten entrar a jóvenes (hombres y mujeres) menores de 18 años. Cada bar debe tener un policía que requiera documentos que validen la mayoría de edad, con el propósito de controlar consumo bebidas embriagantes. Esta pequeña ciudad puede presentar además de su historia, la paz ciudadana y la seguridad que debe aportar, la que ahora se ha hecho presente desde algunos años, vemos cómo motociclistas entran a un banco y arrebatan el dinero de las manos de los usuarios y de los transeúntes, sin que exista ningún policía que auxilie a la víctima.

Ejemplo de lo que causa un chofer borracho: de la cantina al costado del Palacio Legislativo salió un cliente para tomar el lugar del conductor del vehículo pequeño iniciando sinuosa conducción manifestando desequilibrio físico. A mitad de la cuadra siguiente, se estrella contra una camioneta a las 02:15 horas. La camioneta, que estaba debidamente estacionada, fue proyectada por el impacto sobre la banqueta, a pesar de contar con buena iluminación (raro); el impacto, de ocho metros, la depositó sobre la banqueta. Auxilio policiaco, ¡sí asistió con apoyo del 911! Dos horas después, con el propósito de levantar el reporte policíaco correspondiente ¡ah, huyó el conductor!

El Estado requiere implementar más y mejor atención en el ámbito legar judicial, porque si de día no existe la suficiente atención policial, de noche es casi nula. Tal vez sea la falta de recursos financieros y no de buena voluntad. La pequeña ciudad debe organizarse para ser mejor que ahora.

La ciudad capital de Tlaxcala ha dejado de ser, desde hace algunos lustros, aquella miniciudad tranquila y, sobre todo, silenciosa; ello más notorio durante al período nocturno. La saturación vehicular que día a día continúa extendiéndose, como un cáncer vehicular, en el pequeño espacio de la cabecera municipal, actualmente no deja descansar fácilmente después de la cotidiana jornada de trabajo.

Se nota que la autoridad reguladora del tránsito vehicular no se encuentra disponible por las noches; si la hubiera, no permitirían las carreras de vehículos piloteados por personas que han salido de los que ahora llaman “antros”, donde expenden licores que ponen en mal estado a los consumidores, ello se demuestra con el derribe de porta semáforos, con los alcances y choques vehiculares. Las hormonas de la juventud más el alcohol y otras drogas, establecen el peligro en potencia de los conductores de motocicletas y coches.

Se sabe que existen reglamentos para las cantinas, pero hace falta la supervisión de la autoridad que está a cargo de su función. A la salida de un “antro”, es de suponerse que las personas que egresan de ese lugar de recreo, después de haber ingerido alcohol, al grado que les impidan poder conducir su vehículo con la debida seguridad, en primer término de él y en segundo el de sus acompañantes, sin contar a probables atropellamientos a peatones. Ahí está el lugar preciso para que la autoridad policial aplique el alcoholímetro, es mejor prevenir que lamentar.

¿Acaso no podemos aplicar ejemplo extranjero? Hace algunos lustros a un jalisciense radicado en un pequeño país centroamericano le aconsejaron que abriese un negocio de bebidas alcohólicas incluyendo tequila y, considerando la sugerencia, hizo las gestiones correspondientes ante la autoridad que otorga licencia para expender bebidas alcohólicas. Dentro de las regulaciones para ese tipo de negocios estipulado estaba: no expender más de tres copas o cervezas por cada cliente, además el cierre del negocio debía ser no más allá de las 10:00 p.m. La cantinas no operaban todo el día sino a partir de una hora de la tarde. Así tanto el dueño de la cantina, como los asistentes al bar, no podían exigir más bebidas embriagantes.

La cultura del esparcimiento en un centro donde expenden bebidas espirituosas debiera implementarse por lo menos en esta pequeña ciudad histórica. Ello fortalecería a la propaganda turística de ser una ciudad de paz y de confort, porque la cultura actual del consumo de bebidas embriagantes afecta a la juventud (y adultos), al ingerir a temprana edad la droga maligna. Es la oportunidad de mencionar que los llamados “antros” admiten entrar a jóvenes (hombres y mujeres) menores de 18 años. Cada bar debe tener un policía que requiera documentos que validen la mayoría de edad, con el propósito de controlar consumo bebidas embriagantes. Esta pequeña ciudad puede presentar además de su historia, la paz ciudadana y la seguridad que debe aportar, la que ahora se ha hecho presente desde algunos años, vemos cómo motociclistas entran a un banco y arrebatan el dinero de las manos de los usuarios y de los transeúntes, sin que exista ningún policía que auxilie a la víctima.

Ejemplo de lo que causa un chofer borracho: de la cantina al costado del Palacio Legislativo salió un cliente para tomar el lugar del conductor del vehículo pequeño iniciando sinuosa conducción manifestando desequilibrio físico. A mitad de la cuadra siguiente, se estrella contra una camioneta a las 02:15 horas. La camioneta, que estaba debidamente estacionada, fue proyectada por el impacto sobre la banqueta, a pesar de contar con buena iluminación (raro); el impacto, de ocho metros, la depositó sobre la banqueta. Auxilio policiaco, ¡sí asistió con apoyo del 911! Dos horas después, con el propósito de levantar el reporte policíaco correspondiente ¡ah, huyó el conductor!

El Estado requiere implementar más y mejor atención en el ámbito legar judicial, porque si de día no existe la suficiente atención policial, de noche es casi nula. Tal vez sea la falta de recursos financieros y no de buena voluntad. La pequeña ciudad debe organizarse para ser mejor que ahora.