/ viernes 4 de mayo de 2018

Día del Niño, ¿de cuál?

La frase “Feliz Día del Niño” ojalá fuese aplicada a todos los niños del mundo, pero la amarga realidad obliga al sentir humano a la reflexión relacionada al contenido de la felicitación, porque en nuestro país y otros más existen niños que desde su tierna infancia sufren el flagelo del hambre por la pobreza extrema a que está sometido el hogar donde pertenecen. En este México, de acuerdo con la estadística oficial, existen más de 50 millones de habitantes que soportan la pobreza extrema o miseria, y vemos en Tlaxcala recorrer por sus calles a padres y madres con sus hijos, los padres tocando un instrumento de viento o la tambora pidiendo ayuda económica a transeúntes. Desgarradoras escenas que presenta esa familia marginada, la que transita con sus hijos famélicos cuya edad no corresponde a su talla por la desnutrición que han sufrido desde su nacimiento. Cuadro patético que acusa la desigualdad por ausencia de justicia social.

Así que: la felicitación solo es para niños que cuentan con la protección de padres que tienen la oportunidad de contar con fuente de trabajo y así proteger a sus hijos con alimento cotidiano y poder enviarlos a la escuela pública o privada. Para esa niñez sí es válida la palabra “feliz”. Aplicar la misma palabra para los niños marginados es una grave ofensa, considerando que muchos no cuentan con alimento seguro porque sus padres no tienen la fortuna de contar con trabajo digno que les permita sostener a la familia. Esos niños que desde su tierna infancia tienen que trabajar para ganar el alimento, recibiendo maltrato e incomprensión de adultos.

Lastimero conocer casos donde la humanidad se encuentra ausente, como el de huérfanos de sismos y otras catástrofes, los que son maltratados por padres enajenados por el alcohol, y niños obligados a buscar refugio en las calles, donde son presa de las peores circunstancias, como la trata de niños y niñas para la explotación sexual.

La situación que prevalece en el ámbito infantil desheredado en casi todos sentidos presenta revelación dramática, como el maltrato o descuido de padres irresponsables. Los niños que puedan resistir a embates de la vida, podrán sobrevivir, pero: ¿Cómo será su comportamiento cuando jóvenes o adultos, pues siempre estuvieron alejados de la educación? Seguirán siendo un lastre para la sociedad, porque de ejemplo tendrán su propia existencia. Pero… no solamente de pan vive el hombre, la niñez tiende a morir por falta de amor: está comprobado. La estadística muestra a infantes que han recibido castigos corporales brutales por sus propios padres que les ha causado la muerte. El Estado debe crear escuelas para padres (obligatoria), con el propósito de educarles haciéndoles notar su gran responsabilidad contraída hacia sus procreados. Ese aspecto debe considerar el gobierno, con el propósito de evitar tanta infelicidad infantil. Es necesario que todo padre de familia conozca los derechos de los niños, los que no deben ser conculcados por los adultos. Todo adulto debe observar en la práctica esos derechos universales. Sin embargo; desgraciadamente existe un gran obstáculo: la miseria, la que frena gran parte del desarrollo humano: verdaderamente humano. La miseria obliga a los padres a explotar a sus hijos poniéndolos a trabajar, vender o pedir dinero. También son explotados por sus patrones y por el mismo Estado que permite esa explotación. Por ello se reitera que: la niñez mexicana (marginada), no han gozado del legítimo derecho: al amor, protección y satisfacción de sus necesidades espirituales y menos las intelectuales. Siendo que el niño que no recibe amor de adulto tampoco sabrá darlo, creando el círculo vicioso que se ha venido repitiendo desde hace varios siglos, generando también una sociedad indiferente y cruel ante la preciada vida.

A la fecha, en México la mitad de la niñez está desvalida ante sus padres, ante la ley, es producto deformado y desprotegido por todos, desafortunados por ser pobres. Esa niñez presente, son niños sin futuro, ellos son los que deben llamar la atención de la clase política por cambiar, con el propósito de proporcionarles medios para superar las actuales condiciones de vida. El Estado está en la obligación de emancipar las condiciones de millones de niños en desgracia económica y moral.

La frase “Feliz Día del Niño” ojalá fuese aplicada a todos los niños del mundo, pero la amarga realidad obliga al sentir humano a la reflexión relacionada al contenido de la felicitación, porque en nuestro país y otros más existen niños que desde su tierna infancia sufren el flagelo del hambre por la pobreza extrema a que está sometido el hogar donde pertenecen. En este México, de acuerdo con la estadística oficial, existen más de 50 millones de habitantes que soportan la pobreza extrema o miseria, y vemos en Tlaxcala recorrer por sus calles a padres y madres con sus hijos, los padres tocando un instrumento de viento o la tambora pidiendo ayuda económica a transeúntes. Desgarradoras escenas que presenta esa familia marginada, la que transita con sus hijos famélicos cuya edad no corresponde a su talla por la desnutrición que han sufrido desde su nacimiento. Cuadro patético que acusa la desigualdad por ausencia de justicia social.

Así que: la felicitación solo es para niños que cuentan con la protección de padres que tienen la oportunidad de contar con fuente de trabajo y así proteger a sus hijos con alimento cotidiano y poder enviarlos a la escuela pública o privada. Para esa niñez sí es válida la palabra “feliz”. Aplicar la misma palabra para los niños marginados es una grave ofensa, considerando que muchos no cuentan con alimento seguro porque sus padres no tienen la fortuna de contar con trabajo digno que les permita sostener a la familia. Esos niños que desde su tierna infancia tienen que trabajar para ganar el alimento, recibiendo maltrato e incomprensión de adultos.

Lastimero conocer casos donde la humanidad se encuentra ausente, como el de huérfanos de sismos y otras catástrofes, los que son maltratados por padres enajenados por el alcohol, y niños obligados a buscar refugio en las calles, donde son presa de las peores circunstancias, como la trata de niños y niñas para la explotación sexual.

La situación que prevalece en el ámbito infantil desheredado en casi todos sentidos presenta revelación dramática, como el maltrato o descuido de padres irresponsables. Los niños que puedan resistir a embates de la vida, podrán sobrevivir, pero: ¿Cómo será su comportamiento cuando jóvenes o adultos, pues siempre estuvieron alejados de la educación? Seguirán siendo un lastre para la sociedad, porque de ejemplo tendrán su propia existencia. Pero… no solamente de pan vive el hombre, la niñez tiende a morir por falta de amor: está comprobado. La estadística muestra a infantes que han recibido castigos corporales brutales por sus propios padres que les ha causado la muerte. El Estado debe crear escuelas para padres (obligatoria), con el propósito de educarles haciéndoles notar su gran responsabilidad contraída hacia sus procreados. Ese aspecto debe considerar el gobierno, con el propósito de evitar tanta infelicidad infantil. Es necesario que todo padre de familia conozca los derechos de los niños, los que no deben ser conculcados por los adultos. Todo adulto debe observar en la práctica esos derechos universales. Sin embargo; desgraciadamente existe un gran obstáculo: la miseria, la que frena gran parte del desarrollo humano: verdaderamente humano. La miseria obliga a los padres a explotar a sus hijos poniéndolos a trabajar, vender o pedir dinero. También son explotados por sus patrones y por el mismo Estado que permite esa explotación. Por ello se reitera que: la niñez mexicana (marginada), no han gozado del legítimo derecho: al amor, protección y satisfacción de sus necesidades espirituales y menos las intelectuales. Siendo que el niño que no recibe amor de adulto tampoco sabrá darlo, creando el círculo vicioso que se ha venido repitiendo desde hace varios siglos, generando también una sociedad indiferente y cruel ante la preciada vida.

A la fecha, en México la mitad de la niñez está desvalida ante sus padres, ante la ley, es producto deformado y desprotegido por todos, desafortunados por ser pobres. Esa niñez presente, son niños sin futuro, ellos son los que deben llamar la atención de la clase política por cambiar, con el propósito de proporcionarles medios para superar las actuales condiciones de vida. El Estado está en la obligación de emancipar las condiciones de millones de niños en desgracia económica y moral.