/ viernes 5 de octubre de 2018

Tema que se niega a morir

No saber lo sucedido antes de nosotros, es como si fuéramos niños por siempre

Cicerón

El tema que se niega a morir es de la matanza de Tlaltelolco, ordenada y maquinada por el presidente Gustavo Díaz Ordaz, y esa masacre de estudiantes y maestros no puede ser olvidada porque ha quedado grabada en los cerebros, generando emociones de pavor por la agresión sufrida por miles de jóvenes que protestaban solo con la voz y la razón. No solamente la agresión armada del ejército masacró a estudiantes, también sufrieron injusticias y represión los habitantes que vivían en los multifamiliares de la zona de las Tres Culturas, también gente de las casas que se encuentran alrededor de multifamiliares. La represión fue brutal, no hubo consideración para niños, mujeres y viejos. Tampoco hubo respeto para los hogares, porque los soldados rompieron a culatazos puertas de los departamentos con el propósito de sacar de ellos a estudiantes que recibieron protección de las familias, cometiendo los soldados arbitrariedades como el de llevarse a los hijos de la familia sin que hubieran participado en la marcha de protesta. Además, las familias que se encontraban en cada uno de su hogar fueron advertidas que no salieran de ellas. Cortaron las líneas telefónicas y muchos familiares no pudieron comunicarse con los que estuvieron presos dentro de sus departamentos, generando en ellos preocupación tanto de cautivos, como de los que no pudieron entrar a sus casas. Esa tarde de terror se alargó con una noche de pesadilla llena de incertidumbre.

Los habitantes de edificios altos lograron observar cómo en la explanada de las Tres Culturas quedaron docenas de cuerpos sin vida que eran levantados y arrojados a plataformas de camiones del ejército, después trataron de borrar las huellas de la sangre derramada lavando los charcos rojos.

Las viviendas de edificios altos como el “Chihuahua” llegaron disparos de alto calibre, se deduce que eran disparados por armas potentes porque al impactar en el techo rebotaban en el piso, y sus moradores ajenos al problema preguntaban: ¿Por qué nos desean matar? ¿Qué delito hemos cometido? Esa orden presidencial generó, como ahora: torturas, prisioneros y desaparecidos. Este atentado, calificado como crimen de estado, se difundió por toda la nación porque los hijos de la universidad y politécnico estudiaban procedentes de todos los estados de la República. Los diarios sometidos a la voluntad del gobierno solo daban noticias limitadas de lo acontecido a cientos de estudiantes que sufrieron, en el mejor de los casos, golpes y humillaciones y otros la muerte artera.

Políticos, sociólogos, psicólogos y ciudadanos comunes se han preguntado: ¿Por qué tanta ferocidad contra de un pueblo inerme? ¿Por qué mandar asesinar a jóvenes manifestantes pacíficos? Los que conocieron sus antecedentes de Díaz Ordaz como burócrata en el estado de Puebla, aseveran que tuvo como ejemplo la actitud política de su protector: Maximino Ávila Camacho, y cuando fue gobernador (según anécdota), acudieron líderes sindicales de obreros textileros de Atlixco con el propósito de solicitar apoyo gubernamental porque se iban a lanzar en huelga en contra de las empresas, a lo que el general Maximino les respondió: “La industria textil de ahí está trabajando muy bien y en paz, por lo que les pido se olviden de esa huelga que sería muy perjudicial”, los líderes insistieron en su causa y como respuesta y en tono molesto vociferó: “Si ustedes estallan esa huelga, al día siguiente, óiganlo bien, ¡Cuelgo a dos de ustedes de los árboles del zócalo de Atlixco!” Días más tarde estalló la huelga. Al otro día amanecieron colgados dos líderes en árboles del jardín de Atlixco. Ese y otros actos de barbarie fueron cometidos durante su mandato.

De este general para el que trabajaba, Díaz Ordaz aprendió la forma de gobernar. Casi el mismo caso se repitió cuando era presidente de México, escuchó la solicitud de mejora de sueldo de médicos del Seguro Social, ISSSTE y Secretaría de Salubridad, y tuvo la respuesta presidencial negativa, además de regaño no merecido a médicos, los que se fueron a un paro nacional y ganaron la lucha, sin antes haber recibido ceses masivos y golpizas de granaderos. Así inició GDO su mandato sexenal, y así lo terminó, con represión sangrienta y brutal. ¿Cómo olvidar?


No saber lo sucedido antes de nosotros, es como si fuéramos niños por siempre

Cicerón

El tema que se niega a morir es de la matanza de Tlaltelolco, ordenada y maquinada por el presidente Gustavo Díaz Ordaz, y esa masacre de estudiantes y maestros no puede ser olvidada porque ha quedado grabada en los cerebros, generando emociones de pavor por la agresión sufrida por miles de jóvenes que protestaban solo con la voz y la razón. No solamente la agresión armada del ejército masacró a estudiantes, también sufrieron injusticias y represión los habitantes que vivían en los multifamiliares de la zona de las Tres Culturas, también gente de las casas que se encuentran alrededor de multifamiliares. La represión fue brutal, no hubo consideración para niños, mujeres y viejos. Tampoco hubo respeto para los hogares, porque los soldados rompieron a culatazos puertas de los departamentos con el propósito de sacar de ellos a estudiantes que recibieron protección de las familias, cometiendo los soldados arbitrariedades como el de llevarse a los hijos de la familia sin que hubieran participado en la marcha de protesta. Además, las familias que se encontraban en cada uno de su hogar fueron advertidas que no salieran de ellas. Cortaron las líneas telefónicas y muchos familiares no pudieron comunicarse con los que estuvieron presos dentro de sus departamentos, generando en ellos preocupación tanto de cautivos, como de los que no pudieron entrar a sus casas. Esa tarde de terror se alargó con una noche de pesadilla llena de incertidumbre.

Los habitantes de edificios altos lograron observar cómo en la explanada de las Tres Culturas quedaron docenas de cuerpos sin vida que eran levantados y arrojados a plataformas de camiones del ejército, después trataron de borrar las huellas de la sangre derramada lavando los charcos rojos.

Las viviendas de edificios altos como el “Chihuahua” llegaron disparos de alto calibre, se deduce que eran disparados por armas potentes porque al impactar en el techo rebotaban en el piso, y sus moradores ajenos al problema preguntaban: ¿Por qué nos desean matar? ¿Qué delito hemos cometido? Esa orden presidencial generó, como ahora: torturas, prisioneros y desaparecidos. Este atentado, calificado como crimen de estado, se difundió por toda la nación porque los hijos de la universidad y politécnico estudiaban procedentes de todos los estados de la República. Los diarios sometidos a la voluntad del gobierno solo daban noticias limitadas de lo acontecido a cientos de estudiantes que sufrieron, en el mejor de los casos, golpes y humillaciones y otros la muerte artera.

Políticos, sociólogos, psicólogos y ciudadanos comunes se han preguntado: ¿Por qué tanta ferocidad contra de un pueblo inerme? ¿Por qué mandar asesinar a jóvenes manifestantes pacíficos? Los que conocieron sus antecedentes de Díaz Ordaz como burócrata en el estado de Puebla, aseveran que tuvo como ejemplo la actitud política de su protector: Maximino Ávila Camacho, y cuando fue gobernador (según anécdota), acudieron líderes sindicales de obreros textileros de Atlixco con el propósito de solicitar apoyo gubernamental porque se iban a lanzar en huelga en contra de las empresas, a lo que el general Maximino les respondió: “La industria textil de ahí está trabajando muy bien y en paz, por lo que les pido se olviden de esa huelga que sería muy perjudicial”, los líderes insistieron en su causa y como respuesta y en tono molesto vociferó: “Si ustedes estallan esa huelga, al día siguiente, óiganlo bien, ¡Cuelgo a dos de ustedes de los árboles del zócalo de Atlixco!” Días más tarde estalló la huelga. Al otro día amanecieron colgados dos líderes en árboles del jardín de Atlixco. Ese y otros actos de barbarie fueron cometidos durante su mandato.

De este general para el que trabajaba, Díaz Ordaz aprendió la forma de gobernar. Casi el mismo caso se repitió cuando era presidente de México, escuchó la solicitud de mejora de sueldo de médicos del Seguro Social, ISSSTE y Secretaría de Salubridad, y tuvo la respuesta presidencial negativa, además de regaño no merecido a médicos, los que se fueron a un paro nacional y ganaron la lucha, sin antes haber recibido ceses masivos y golpizas de granaderos. Así inició GDO su mandato sexenal, y así lo terminó, con represión sangrienta y brutal. ¿Cómo olvidar?